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La magistral obra de Soldi que luce una capilla sencilla del conurbano
Apenas conocidos, más de 60 frescos del virtuoso artista embellecen una capilla de Glew; fueron realizados entre 1953 y 1976
Antes de llamarse Glew fue Cambaceres. En sus comienzos, los aspirantes a parroquianos no tenían templo propio, y faltaba ese nexo entre el Reino Celeste y el diario existir, necesario por razones más prácticas que espirituales: bautismos, bodas, decesos… debían formalizarse en otra vicaría. Hasta que doña Vicenta del Castillo de Calvo aportó fondos para edificar una iglesia, que recayó en Pablo Regazzoni; pero la mujer falleció no bien se inició la obra y fue Nicanor Ezeiza quien se hizo cargo del proyecto. En 1905, se inauguró el rectángulo de 23 metros de largo por 8 metros de ancho.
Tragaluces con cristales azules y blancos en lo alto de los muros laterales; paredes, con arcos de 5 m x 3 m, que albergan los célebres murales; adosada al atrio (de 2 m x 9 m) se yergue la fachada de estilo neoclásico, que cierra en un tímpano con un rosetón de cristales policromados. La estructura, de ladrillos rojos, remata en una espadaña; techo a dos aguas, e interior abovedado. Una baranda de hierro separa el altar de la nave. Los murales, con su campanario en pie, datan de 1905.
Dedicado a Santa Ana, el templo guarda uno de los tesoros más preciados de la pinacoteca argentina. Este nuevo capítulo empezó con la llegada a Glew del artista plástico Raúl Soldi, que quedó fascinado con la calma inalterable de sus calles.

Soldi quiso pintar la capilla, le contagió el entusiasmo al Padre Jerónimo Kadlec y lo convenció de reemplazar las tallas de los santos por los frescos. En 1953 se puso manos a la obra. Fueron 23 veranos, hasta 1976, con jornadas que arrancaban a las siete de la mañana y duraban hasta que caía la noche; cierto fraile, amigo del párroco, le leía poemas a Soldi y tocaba el órgano mientras trabajaba. Quedó este religioso inmortalizado en el coro, tal como el pintor lo veía, “dorado por la luz cálida del verano, en las tardes apacibles y aldeanas, cuando los seres y las cosas parecían tocados por la gracia de Dios”.
El pueblo es el escenario donde se desarrolla la vida pintada de Santa Ana. Su nacimiento, por ejemplo, ocurre en el patio de una casa en la esquina de la iglesia. Los frescos suman más de 60, repartidos en unos 250 m2. Tres nichos decoran el altar mayor. A la izquierda, destaca una gran ojiva en el medio del coro y, arriba de éste, se ven las figuras del fraile poeta, del párroco y del entonces monaguillo. En el órgano está Santa Cecilia, con el rostro de la joven que cantaba en la misa de los domingos. Dos figuras más: una amiga de la mujer del artista plástico, gracias a quien pudo conocer Glew, y la encargada de la limpieza.
No es exagerado decir que esta obra fue la Capilla Sixtina del virtuoso Raúl Soldi.
Iglesia de Santa Ana Raúl Soldi 276, Glew. (2224) 43-3992.
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