Buenos Aires, 29/03/2024, edición Nº 4153
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Policiales

Desde el penal de Olmos, Robledo Puch pide que le apliquen una inyección letal

El asesino serial tiene la salud deteriorada, pero maneja un discurso claro, fluido y verborrágico. Lleva 48 años preso.

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(PBA) Carlos Eduardo Robledo Puch tiene 68 años y ha pasado el 70 por ciento de su vida entre rejas, condenado a reclusión perpetua por 11 homicidios, aunque él sigue insistiendo en que no mató ni violó a nadie. “El Ángel Negro” es el criminal argentino que más tiempo lleva en prisión: hoy cumple 48 años, 4 meses y 20 días detenido, sin contar aquellas 72 horas en las que permaneció prófugo tras escaparse en La Plata.

Con su salud deteriorada, está alojado en la Unidad 26 de Lisandro Olmos, dependiente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), un penal con una población carcelaria de 390 privados de libertad y de régimen semiabierto. Allí pide que lo maten, que le den la inyección letal, aunque esto no se permita en el país.

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La pandemia de coronavirus también ha repercutido en las prisiones, donde los internos no pueden recibir visitas, aunque no es un tema que le preocupe al “Ángel de la Muerte“, como lo bautizó la prensa en 1972, porque no lo va a ver nadie. Según Clarín, hoy transita sus días en una celda unicelular, la número 17 del pabellón 8, en un sector bajo el régimen semiabierto modalidad limitada.

El asesino serial añora la Unidad 2 de Sierra Chica, donde pasó gran parte de su vida y sobrevivió a ocho motines, entre ellos el más sangriento de la historia carcelaria argentina, en 1996, cuando Los Doce Apóstoles mataron a ocho presos y tomaron 17 rehenes, entre ellos a una jueza. Según recuerda el periodista Rodolfo Palacios, que lo visitó durante un año en Sierra Chica, recibió 45 cartas suyas y escribió “El Ángel Negro“, en aquel momento “corrió aterrorizado a refugiarse con biblias en la parroquia del penal”. El libro le daría vida, en 2018, a la película “El Ángel”, protagonizada por Lorenzo Ferro y dirigida por Luis Ortega. Mientras el asesino serial estaba escondido, los detenidos jugaban a la pelota con la cabeza de una víctima y quemaban a los muertos en la panadería, adonde llegaron a hacer empanadas con la carne humana. Robledo Puch todavía considera a esa cárcel como su hogar y a los amigos que quedaron allá como su familia.

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Hincha de River, con sus padres fallecidos y seguidor incondicional de Juan Domingo Perón, “El Ángel Negro” se encuentra en la Unidad 26 desde el 27 de noviembre pasado, luego de permanecer internado en la Unidad 22 del SPB, una cárcel hospital ubicada en Olmos, donde fue atendido por una neumonía.

Según dijeron las fuentes a Clarín, en la rutina diaria de la pandemia respeta en línea generales estas actividades: se levanta entre las 9 y 9.30. Desayuna mate cocido o té con pan y mermelada. Además, pasa varias horas del día leyendo en la celda 17.

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En el pabellón 8 están alojados 20 internos. Cuatro de ellos son los que mantienen una relación más cercana con Robledo Puch.

Al llegar al penal, “El Ángel Negro” se había mostrado proclive a jugar al ajedrez, pero luego de perder tres partidas seguidas se enojó y no quiso saber más nada del asunto. Actualmente almuerza y cena la comida provista por la cárcel. Cerca de las diez de la noche se acuesta a dormir.

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Si bien se niega permanentemente a recibir asistencia psicológica y a tomar los medicamentos psiquiátricos, la semana pasada, el jueves 18, lo atendieron el psicólogo y el psiquiatra. Lo consideraron con “un discurso claro, fluido y verborrágico, no predispuesto al diálogo, pero sí a monopolizar la conversación”.

“El criterio de realidad lo tiene conservado”, resumieron. Además, pidió reiteradamente que le apliquen una inyección letal, aunque los profesionales no advirtieron ideas de acciones suicidas.

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Su estado de salud lo ha convertido en una persona frágil: padece una hernia umbilical, pero él se niega a ser operado. También una hernia inguinal bilateral. Sufre insuficiencias respiratorias con asma bronquial y EPOC (heredado de su adicción al cigarrillo), más una hipertrofia prostática benigna.

A los penitenciarios que se le acercan para hablar, Robledo Puch siempre les comenta que “si la eutanasia estuviera vigente en el país, pediría una muerte digna”.

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Matar a los 18
Su primer lugar de detención fue la Unidad Penal 9 de La Plata, donde estuvo alojado desde 1972 hasta 1981, cuando fue trasladado a Sierra Chica. Allí permaneció hasta que el 23 de mayo de 2019 lo internaron en el hospital municipal de Olavarría por una “neumonía multifocal”. Cinco días después, tras recibir el alta, fue derivado a la Unidad 22 de Olmos.

Robledo Puch fue condenado el 27 de noviembre de 1980 a “reclusión perpetua con la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado” por la Sala I de la Cámara de San Isidro, que lo encontró culpable de 11 homicidios, 17 robos y 2 violaciones, en un total de 36 hechos.

Hijo “ejemplar”, trilingüe -estudió inglés y alemán-, asiduo concurrente a misa y dueño de una sensibilidad particular para el piano, el joven de cara angelical y ojos celestes empezó a robar a mano armada a los 16 años. No era por hambre. Sólo buscaba tener plata para comprarse motos y manejar cupés Dodge Polara.

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A los 18 empezó a asesinar a sus víctimas y a los 20 lo detuvieron. En su último asalto, además de matar al sereno de una ferretería, ejecutó a su cómplice, sin darse cuenta de que el joven tenía su DNI: la Policía lo identificó y llegó hasta él.

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Jorge Ibáñez fue su primer cómplice. Lo conoció a los 16 años y murió en agosto siguiente en un presunto accidente de auto en el que también estuvo involucrado Robledo Puch. La seguidilla continuó con su segundo ladero, Somoza, quien fue en febrero de 1972 su última víctima. Al día siguiente, Robledo Puch fue detenido en Tigre.

Desde hace 48 años, Robledo Puch sólo estuvo en libertad tres días, cuando en 1973 se fugó de la cárcel de La Plata. NR

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