Buenos Aires, 19/04/2024, edición Nº 4174
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Asaro: “Yo no quería encontrar un culpable, sino al culpable”

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María Paula Asaro se transformó en la fiscal del año tras investigar y resolver los casos de Ángeles Rawson, Graffigna, la diseñadora Bergantiños y Pesquera.

fiscal María Paula Asaro

(CABA) El de Paula Asaro es un caso raro. Su nombre era prácticamente desconocido hasta que fue asesinada Ángeles Rawson. Y la relevancia de ese caso, paradójicamente, también eclipsó su nombre, pues pasó a ser “la fiscal del caso Ángeles”. Otros dos casos de alta repercusión mediática la tuvieron como protagonista en 2013: el crimen del empresario Miguel Ángel Graffigna, dos días antes del hecho de Ravignani 2360 (por el que fue acusado Alfredo Pesquera, quien terminó suicidándose) y el de la diseñadora Celina Bergantiños, a principios de octubre pasado. Está casada con un juez de instrucción, Hernán López, y su hija mayor, de 22 años, sigue sus pasos como empleada en una fiscalía correccional.

–¿Cuántos años como fiscal?

–En octubre cumplí 20 años. Juré en 1993; era muy joven, tenía 28 años. Llegué con una camada de fiscales de muy alto nivel y recién habían comenzado los juicios orales. Después de la reforma constitucional se sancionó la Ley del Ministerio Público y comenzó una nueva etapa más dinámica para el rol del fiscal en el proceso.

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–¿En 20 años hubo alguno más bravo que este?

–De este no me voy a olvidar nunca, eso está claro. Pero siempre fueron años de mucho trabajo. A poco de asumir, en 1994, me tocó intervenir en la investigación por el homicidio de dos hinchas de River. Fue la causa en la que terminó preso José Barrita, “El Abuelo”. Aquel también fue un año muy intenso. Y no había internet, ni Twitter. La investigación era más laboriosa, creativa, podríamos decir que casi artesanal. Había un vértigo distinto. Todo lo mediático lleva a un vértigo distinto.

–Intervino y esclareció el caso Ángeles, el crimen de la diseñadora de San Telmo y, ahora, el del financista Graffigna. ¿Qué tuvo de particular cada uno?

–Lo de Ángeles me impactó. Y me frustró, me dio bronca no haberme dado cuenta más rápido que estaba frente a quien hoy es el único imputado y sobre quien el peso de la prueba resulta más que contundente. En ningún momento me imaginé que podía ser Jorge Mangeri. El testimonio al que menos trascendencia le daba era el de Mangeri, quien hasta ese momento había colaborado en la investigación. Veía al padrastro todo el tiempo hablando por los medios, con un protagonismo enorme, y no me di cuenta que el responsable del hecho estaba en silencio. Me reproché no haberlo visto de entrada.

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–Para los abogados de Mangeri, e incluso para un camarista, usted sospechaba de él antes de tomarle testimonial.

–Cuando se sentó a declarar lo primero que le dije fue “cuénteme qué pasó ese día”. Y él se mostró reticente, empezó a titubear, salió con lo de los apremios. Fue muy fuerte que se levantara el buzo y quedaran a la vista las marcas que ahora dice que fueron con clavos de una pared cuando se cayó de una escalera. La autoincriminación no sirvió de nada para la causa. Cuando Mangeri dijo que había sido el responsable yo ya había pedido la detención. Fue una decisión importante, jugada y faltaba la prueba clave, la presencia del ADN en las uñas de Ángeles. Yo no hubiera dormido en paz si el ADN no hubiera salido positivo y estoy segura que si no hubiera dado ese resultado hoy Mangeri estaría en libertad. Pero también queda más que claro que si no hubiera confesado, también estaría preso por el estudio de ADN.

–¿Qué fue lo que se reprochó?

–Yo no quería encontrar un culpable sino “al” culpable. Cuando la investigación parecía apuntar a otro lado fue muy importante la labor del abogado querellante, Pablo Lanusse. Me dijo: “Yo quiero saber quién fue, y no me importan las consecuencias.” Hubo dos momentos clave en la investigación: cuando fuimos a la CEAMSE, el lugar donde apareció el cuerpo, nos hicimos una idea, casi un preconcepto de quién podía haber sido. Tuvimos la impresión de que estábamos buscando una aguja en un pajar, que si el responsable estaba allí nos iba a resultar muy difícil encontrarlo. Pero claro, estábamos en el escenario equivocado. Al día siguiente se allanó la casa de Ángeles, junto con el juez Roberto Ponce, el secretario Pablo Cina y mi secretario Diego Pegolo. Allí constatamos que Ángeles había vuelto y que si había sido asesinada en el edificio, no pudo haber sido adentro del departamento. Mangeri estuvo todo el tiempo detrás de mí; fue él quien nos indicó en las filmaciones que Ángeles aparecía grabada llegando al edificio. Hoy, con el diario del lunes, parece casi obvio hilar una cosa con la otra, pero en ese momento no nos dimos cuenta que podía ser él.

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–Todos pensaban en el entorno familiar.

–La madre de Ángeles, pese a su dolor y desesperación, defendió desde un primer momento a Sergio Opatowski. Le pregunté si podía ser él y fue categórica: “Es imposible.” Pese a que la sociedad ya lo daba por responsable. Los chicos lo querían mucho y hablaban muy bien de él. Y la declaración de la mucama terminó de sacar de escena a la familia. El testimonio de Dominga fue fundamental.

–Fue increíble la construcción mediática y social de Opatowski como culpable ideal.

–Pero si hasta mi hijo más chico volvía del colegio y me decía: “Mamá, mis compañeros dicen que estás en cualquiera, que fue el padrastro.” La señora que trabaja en mi casa me decía “Paula, fue el padrastro.”

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–¿Es frecuente que la investigación parezca apuntar a alguien y termine identificando a otro en quien no habían reparado?

–Generalmente no. Pero en estos tres casos (Ángeles, Graffigna y la diseñadora Bergantiños) pensé que nunca iba a llegar al autor. También, es cierto, hubo un factor suerte que siempre es necesario para el éxito de una investigación, sumado al trabajo.

–Y un juez en sintonía.

–Con (Javier, el juez del Caso Ángeles) Ríos tenemos un ritmo de trabajo que es muy difícil de seguir. Más allá de nuestras diferencias, de nuestros puntos de vista diferentes, funcionamos. Los dos tenemos un carácter fuerte, somos muy frontales, pero estamos absolutamente comprometidos con nuestro trabajo.

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–Hablaba de suerte para el éxito de la investigación. ¿También el método?

–En la fiscalía del caso Ángeles hay un secretario, Diego Pegolo, y dos prosecretarios, Mario Castillo Peterson y Pablo Colman, que vienen trabajando desde que el titular era Rodolfo Cudicio, fallecido. Ellos tienen un método que respetan a rajatabla. Su fiscalía siguió ese método y yo me uní a ellos. Ángeles se esclareció por la forma metódica de trabajar de la fiscalía. Yo le agregué mi impronta, ir al lugar del hecho, por ejemplo. Eso garantiza un 80% del esclarecimiento. En el caso de Graffigna estar en el lugar me permitió ver el GPS en el auto. Enseguida pedí el secuestro y ese elemento nos llevó hasta Pesquera. Y en el caso de la diseñadora Bergantiños ayudó la trascendencia del caso Ángeles. Yo fui al lugar del hecho y allí estaba la mejor amiga de la diseñadora y su marido. La actitud de este me pareció rara, pero mi secretario de la Fiscalía 39 Leónidas Quintela me bajó la expectativa. Me dijeron: “Paula, ¿porque encontraste a Mangeri ahora vas a ver a todos como sospechosos?” Pero el hombre se terminó quebrando y confesando ante sus amigos. Yo creo que me vio en el lugar y supuso que correría la misma suerte que Mangeri.

–¿Con Pesquera y el crimen de Graffigna pasó algo similar?

–No exactamente. Había dos líneas de investigación, una que tenía que ver con las mujeres que rodeaban a Graffigna y otra con un móvil económico. Creo que Pesquera supuso que con el caso Ángeles yo no tenía tiempo para profundizar la investigación, y especuló con eso. Parecía que sólo había una causa para investigar, y que sólo nos dedicábamos a ella. Y está claro que no era así, que una tenía mayor atracción mediática pero que acá adentro trabajábamos todas con el mismo ahínco.

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–¿Sus hijos van a ser jueces o fiscales?

–El de 15 no nos aguanta más, máxime cuando mi marido también es juez de instrucción. Pero mi hija, que tiene 22 años, ya trabaja en una fiscalía correccional y ella sí, tiene ganas y apuesta a su vocación. Me gustaría que fueran parte de la justicia, aunque para la dinámica familiar no es fácil.

–¿ Y usted aspira a otro cargo dentro de la justicia?

–Hasta ahora hubo una postergación voluntaria. Asumí muy joven, y en ese momento me pareció muy pronto para concursar. Después, el que estaba concursando era mi marido, de modo que dos en la misma situación era una locura. Primé que concursara él, pero ahora que los chicos ya están grandes, puede ser un buen momento. Me gusta el cargo de fiscal de juicio, para intervenir en juicios orales. Creo que lo mejor que dejó toda esta experiencia es que se visibilizó más el trabajo de los fiscales. Ahora la sociedad conoce mejor qué hacemos y sobre todo el compromiso que asumimos. Muchos creían que trabajar en la justicia era sinónimo de 45 días de vacaciones al año (que casi siempre se pierden en gran medida) y que a las 13:30 uno se terminaba todo y quedaba el resto del día libre. Nada de ello es cierto, ese modelo ha quedado caduco.

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Qué dijo sobre cuatro hechos conmocionantes

“La madre de Ángeles, pese a su dolor y desesperación, defendió desde un primer momento a Sergio Opatowski. Le pregunté si podía ser él y fue categórica: “Es imposible”. Pese a que la sociedad ya lo daba por responsable. El testimonio de Dominga fue fundamental.”

“Mangeri estuvo todo el tiempo detrás de mí; fue él quien nos indicó en las filmaciones que Ángeles aparecía grabada llegando al edificio. Hoy, con el diario del lunes, parece casi obvio hilar una cosa con la otra, pero en ese momento no nos dimos cuenta que podía ser él.”

“En el caso de Graffigna estar en el lugar me permitió ver el GPS en el auto. Enseguida pedí el secuestro y ese elemento nos llevó hasta Pesquera. Con (Javier, el juez del Caso Ángeles) Ríos tenemos un ritmo de trabajo que es muy difícil de seguir. Más allá de nuestras diferencias, funcionamos.”

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“Había dos líneas de investigación, una que tenía que ver con las mujeres que rodeaban a Graffigna y otra con un móvil económico. Creo que Pesquera supuso que con el caso Ángeles yo no tenía tiempo para profundizar la investigación, y especuló con eso.”

“En el caso de la diseñadora Bergantiños ayudó la trascendencia del caso Ángeles. Yo fui al lugar del hecho y allí estaba la mejor amiga de la diseñadora y su marido. La actitud de este me pareció rara. El hombre se terminó quebrando y confesando ante sus amigos.”

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