Información General
Un bar famoso cumple 95 años
Como muchos otros, nació también como almacén y resistió el paso del tiempo.

Desde afuera, el cartel de “Almacén y Bar Lavalle” ya marca la diferencia. No es una recreación forzada ni un guiño turístico: es una réplica exacta del que colgaba en la fachada en los años 30, cuando el bar abrió sus puertas en la planta baja de un edificio que ahora está catalogado como patrimonio de la Ciudad. Desde entonces, en Lavalle al 1600, este bar sobrevivió a dictaduras, crisis, reformas urbanas y hasta a una pandemia. Ahora, Lavalle cumple 95 años más vivo que nunca, entre pebetes, vermús y memorias de tango.
Pero para entender qué es este lugar, hay que ir un poco más atrás. Antes de ser bar, antes de ser almacén, en esa esquina vivía la familia Campos López, donde nació nada menos que Florencio Molina Campos, el artista que reivindicó al gaucho desde sus dibujos costumbristas. En el bar, un rincón lo homenajea con fotos inéditas y una placa que fue develada por su nieto. “Nos trajo hasta el libro de familia con la dirección del bar. Florencio nació literalmente acá”, cuenta Diego Pasquale, el gerente del Lavalle, todavía sorprendido por ese hallazgo.
El edificio se construyó en 1928, y desde el primer día, la planta baja fue destinada a uso comercial. Allí nació el Almacén y Bar Lavalle, con mostradores de madera, estanterías repletas de productos y mesas para tomar café o pedir una picada. En los años 80, bajo la atención de gallegos como Otero, era un clásico del barrio. Luego, en los 90, sufrió una remodelación que eliminó parte de su espíritu original. Hasta que Diego y sus socios lo recuperaron en 2023, decididos a devolverle el alma. “Rehicimos el mostrador, las estanterías, rescatamos balanzas viejas del sótano. Pusimos todo como era. Somos fanáticos de estas cosas de Buenos Aires”, dice.
Resistir la pandemia, a pulmón
La pandemia fue dura. No había oficinas abiertas ni clientes. El bar sobrevivió con los ahorros de sus dueños y mucha voluntad. “Cuando volvimos a abrir, no servía ni la cocina. Hubo que renovar todo, duplicar el personal, cambiar el horario: pasamos de abrir de lunes a viernes a estar todos los días hasta las 2 de la mañana”, explica Diego. Y ese esfuerzo dio frutos: el Lavalle se repobló. Aparecieron estudiantes, artistas, gente joven del interior que alquila en el barrio y busca un bar auténtico. También los de siempre, los vecinos, los habitués.
El Lavalle no es un bar notable porque sí; ahí pasan cosas que no ocurren en ningún otro lado. “Ayer, una camarera me contó que le regalaron un libro. Se lo dio un cliente que viene siempre, abogado, que toma whisky y charla. Bueno, la esposa de ese abogado escribió una novela y se la regaló. Esas cosas pasan acá”, dice Diego. En ese mismo rincón se sienta Walter Ríos, el bandoneonista al que Piazzolla le regaló su instrumento. Él pide siempre lo mismo: tortilla de papa a punto, con perejil y sin cebolla. “Ya sabemos cómo le gusta y cuando llega le decimos: ‘¡Sí, Walter, lo de siempre!’”, se ríe Diego.
Famosos en la barra
Y no es el único reconocido. Por el Lavalle pasaron Ricardo Darín con el Chino, Leo Sbaraglia, músicos, actores, poetas. En los ‘90, cuando lo manejaba Susana, una escritora enamorada del lugar, funcionaban tertulias literarias, presentaciones de libros, talleres de poesía. Esa historia también se honra: algunas sillas del bar llevan pintado el nombre de esas “almas inspiradoras” que mantuvieron vivo el espíritu cultural del lugar.
La cocina también habla de memoria. “Nuestros sándwiches estrella son los pebetes”, cuenta Diego, con orgullo. En tiempos donde proliferan focaccias gourmet, el Lavalle decidió apostar por el pan que tiene sabor a los recreos del colegio. Con jamón crudo estacionado 12 meses, mortadela, lomito horneado o berenjenas asadas, los pebetes son un viaje al pasado. “Tenemos una cortadora de fiambre belga, manual, como las de antes. Eso le da un sabor único, proque el fiambre no se calienta y sale fresco”, dice.
Pero no es lo único. Los fosforitos –difíciles de conseguir fuera de las confiterías tradicionales– se sirven todos los días. También hay café de Brasil tostado natural, strudel de manzana, una tarta vasca de queso y, claro, la tortilla vaga: con portobellos y tomates cherry, llega a la mesa en la misma sartén donde se cocinó. “Le ponemos un repasador para que no te quemes. Todos se sacan fotos con la tortilla”, cuenta divertido.
Y para el vermú, hay opciones tiradas de barril, servidas con una picada en el horario del aperitivo, como se hacía antes. “Muchos crecimos tomando un vermu antes del almuerzo. Acá lo podés hacer de lunes a lunes”, dice Diego, que vivió 15 años en México y 12 en España, y redescubrió su amor por lo argentino estando lejos.
Hoy el Lavalle no es solo un bar que se mira con nostalgia. Es un punto de encuentro donde la historia se actualiza sin perder el alma. Un lugar donde la madera pulida brilla, las fotos en blanco y negro miran desde las paredes y los clientes se saludan por el nombre. Donde volver es siempre una buena idea. “Cuando alguien vuelve, para nosotros es una señal de que algo estamos haciendo bien. Porque si no, no vuelven. Y por suerte, están volviendo”, cierra Diego.

-
Información General3 semanas ago
Feriados 2025: cuándo es el próximo fin de semana largo
-
Información General3 semanas ago
Se viene el alfajor Havanna Dubai
-
Información General2 semanas ago
Reunión informativa sobre la creación del Servicio Penitenciario de la Ciudad y la Ley de Ejecución Penal
-
Información General2 semanas ago
Las escrituras inmobiliarias en CABA crecieron 22% en mayo y son un boom las compras de inmuebles con crédito
-
Información General2 semanas ago
Gustavo Gabriel Otero y Daniel Varacalli Costas son Personalidades Destacadas de la Ciudad
-
Información General2 semanas ago
La obra que cambiará para siempre un barrio de CABA: qué pasará con el tránsito
-
Información General1 semana ago
El Palacio Videla Dorna en Caballito
-
Información General1 semana ago
El Jefe de Gabinete de la Ciudad presentó su informe de gestión en la Legislatura porteña