Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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Neosolteros: Cada vez más son más los que viven solos en la ciudad de Buenos Aires

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La cantidad de hogares unipersonales crece a gran ritmo en el mundo y en la Argentina casi alcanza los 6 millones. El valor de la independencia, los neosolteros y otras formas de entender la soledad

(Ciudad de Buenos Aires) Cada vez hay más singles. En diferentes formatos y por distintos motivos, aquellos que viven sin compañía han despertado siempre un interés especial: cuando los hijos se van de la casa familiar puede aparecer el síndrome del nido vacío, y cuando no se van y tienen más de 30, algunos padres recurren a cualquier artimaña para invitar a los chicos a independizarse. De sobra se ha ocupado de esto la ficción: Soltero en casa, Tanguy, El nido vacío y Sex & the city, entre otras emblemáticas ficciones, retrataron en la mayoría de los casos en tono de comedia las peripecias de la vida de a uno…

Lo cierto es que el aumento de hogares unipersonales es una tendencia que crece en todo el mundo. Los jóvenes (y no tanto) descubren en su independencia del hogar paterno un gran valor (siempre que el bolsillo lo permita). Y así lo demuestran los números. En total, más de dos millones de personas viven solas en nuestro país, según el último censo de 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Y la cifra va en aumento y representa el 5,5 por ciento de los hogares, un número mayor al de 2001, cuando el porcentaje de hogares unipersonales era del 4,4.

A su vez, más de medio millón de hombres y mujeres argentinos que viven solos tienen entre 25 y 44 años. Éste es el grupo que más llama la atención, con un perfil socioeconómico alto, que los impulsa a darse múltiples gustos: viajar, ocuparse de su estética, comprarse ropa, estar al día con las novedades electrónicas, dedicar más tiempo al trabajo, vivir más libres que sus congéneres en pareja.

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El mercado inmobiliario refleja también este fenómeno: “En los últimos años ha aumentado sustancialmente la población de viviendas unifamiliar”, confirma Néstor Walenten, Presidente de la Cámara Inmobiliaria Argentina. “La mayoría de las construcciones en los últimos cinco o seis años son departamentos pequeños de uno o dos ambientes.”

“Vivo sola hace seis meses, pero me quiero mudar hace como dos años. Cuando cumplí 30 sentí que estaba lista para hacerlo. Siempre digo que en casa me pusieron por la izquierda y me sacaron por la derecha: nunca pagué una cuenta, llegaba de la quinta, dejaba mi bolso con la ropa sucia y al otro día estaba desarmado con todo lavado, planchado y doblado en el placard. La cama a la mañana no la hacía nunca. Era como vivir en un palacio, era una reina”, piensa hoy Candelaria Camargo (33).

La soltería pasados los 30 tiene una nueva connotación, en la que los beneficios están a la vista de todos. Ser solterona o vestir santos se convirtieron en estados obsoletos, y la soledad, en su sentido más amplio, aparece revalorizada en la sociedad globalizada del siglo XXI.

Ante todo hay que tener en cuenta que no es lo mismo vivir solo que estar o sentirse solo. “La soledad nos abarca a todos: nacemos solos, morimos solos, vivimos acompañados”, describe la psicoanalista Adriana Guraieb, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. “El proyecto de las personas que hoy eligen estar solas, que ahora yo creo que es por igual varones y mujeres, tiene que ver con ser dueños de su tiempo, ponerle todo el empuje posible al desarrollo personal, no negociar horarios ni vacaciones, lo cual no quiere decir que vivir solo sea estar solo. Porque hay soledades en compañía”, sentencia. “El mundo está lleno de parejas que se comunican mal o que no se comunican. Asimismo hay personas solas que tienen una gran capacidad de conexión social, llenas de amigos, de proyectos, de viajes, de salidas, de deportes. Entonces la soledad es un sentimiento en realidad que para algunas personas es un pesar y para otras es una liberación”, remata la especialista que también es titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)

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En su libro La habitación vacía, la abogada norteamericana Emily White aborda el tema de la soledad como un trastorno tan serio como la depresión, aunque de hecho se trate de algo diferente. White, que describe el paso hacia los hogares de una sola persona como el rasgo demográfico más importante del siglo XX, sufre la soledad como una enfermedad que la ha acompañado a lo largo de su vida. A pesar de ser una profesional exitosa, en sus líneas transmite una tristeza que en nada se parece al modo de vivir de los neosolteros.

“Cuando uno aprende a disfrutar de la soledad como un encuentro con uno es un espacio para crear, proyectar, pensar. Es importante estar bien con uno mismo para poder vincularse con otros”, reflexiona la licenciada Felisa Senderovsky, coordinadora del Área Científica de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires e integrante de APBA Asistencia.

Algo parecido cuenta Agustín Lago (24), publicista, que ni bien habitó su departamento de dos ambientes con vista al río, en Beccar, pintó un mural con un león de 4×2,5 metros sobre una pared absolutamente blanca. “Yo tenía la salida del cable lista para enchufar un televisor y en ningún momento quise comprarme uno. Así puedo pensar desde qué voy a hacer mañana hasta algo que me preocupa. La soledad sirve mucho para pensar.”

Es como un estado mental, emocional, no depende necesariamente de la presencia física de algún otro, sino de nuestro estado de conciencia. “Es una condición subjetiva que no necesariamente debería asociarse a la pesadumbre o la tristeza o a estados depresivos. Por el contrario, puede ser una condición de potencialidad creativa, de espacios para generar realizaciones propias”, coincide la socióloga Marcela Alicia Fumiére, coordinadora de la Comisión de Desarrollo Humano del Consejo de Profesionales en Sociología.

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Es difícil hablar de la soledad como si fuera una sola. Es un término comprendido por todos, pero que también cada uno puede adaptar a su manera, según sus propias vivencias y su personalidad. Un estado que para algunos será positivo y necesario, mientras que para otros será un gran problema. No es lo mismo la soledad en la juventud que en la tercera edad, como tampoco es igual cuando aparece como una coyuntura, por un período, que como algo permanente.

 

 

“Establecerme solo a lo largo de diez años posteriores a más de veinticinto compartidos en familia fue una travesía severa, pero puedo decir que fue próspera”, evalúa Carlos Troncoso (65), con tres hijas, dos ex mujeres y también dos suegras. “Distanciado de todo lo conocido, transité los primeros años de separado. Fue como una noche de niebla espesa, caminando a ciegas, sin referencias. Con el tiempo ese sentimiento se fue disipando. Las sombras tomaron forma de cosas, aunque desconocidas, pero eran objetos y también personas”, comparte su experiencia este empresario textil de Núñez, que mantiene hoy una activa vida social y apunta como frase de cabecera La felicidad no toca el timbre.

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“La soledad tiene dos grandes sentidos: el de la pérdida porque es vivir sin algo o sin alguien, sin un ideal, sin una persona, pero también puede significar ser dueño de uno mismo, tener autonomía personal”, detalla la licenciada Guraieb. “Y está la soledad social, que la padecen aquellas personas tímidas que le tienen miedo al mundo y que lamentablemente parecen altaneras, distantes, antipáticas y en realidad están muy atemorizadas seguramente por una vivencia interior de mucho peligro al exterior que hace que se replieguen y que tengan contactos mínimos, prácticamente familiares”.

Además hay soledades transitorias. La persona puede darse cuenta de que ese no es un momento apto para estar acompañada, pero también advertir que es algo que va a desaparecer.

“Estoy bien así, pero me imagino conviviendo con alguien. Es una circunstancia, no tanto una elección”, reconoce Graciela Cuello (44), que categóricamente se define como una mujer feliz, llena de proyectos.

Otro tipo de soledad es la que viven las personas mayores de 70 años. En estos casos, la soledad se piensa como algo definitivo en cuanto a la ausencia de la pareja. Sin embargo, hay quienes se refugian mucho en los nietos, pueden mantener una vida social, a lo mejor han perdido a sus parejas y han salido del duelo y han armado un grupo con el que compartir su vida.

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Por su parte, Felisa Senderovsky distingue entre la soledad de aislamiento y la soledad de apertura. La primera representa a aquellas personas que quieren seguir solas y se aíslan de la gente. Esta actitud no ayuda a encontrar salida y tiende a la depresión. Mientras que la soledad de apertura implica un encuentro con uno mismo, para luego poder abrirse a otros espacios donde se puede estar con otras personas.

Juan Carlos Corbeira (75) parece un buen ejemplo para esta última definición. Viudo hace doce años, habita un departamento chico, pero muy luminoso cerca de la quinta presidencial donde aprendió a realizar todas las tareas de la casa. “Voy a un club en Vicente López y hago natación invierno y verano. Esta año salí campeón de los juegos bonaerenses y subcampeón del torneo de pesca del Club de Pescadores de Olivos”, comparte este jubilado inquieto que hace poco empezó italiano los viernes, una actividad que lo hace llorar de la risa.

 

 

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Dentro del enorme grupo de los que viven solos, las razones de esa condición son múltiples. Algunos acaban de independizarse, otros están solos, pero en un futuro que esperan próximo disfrutarían de formar una convivencia de a dos; están los que encuentran en este modo de vida su mejor elección y son felices así, y también los que enviudaron o se separaron y entonces atraviesan una nueva situación luego de años de haber compartido su vida en pareja.

Como la esperanza de vida de las mujeres es mayor que la de los hombres (relación numérica), esto explica que el grupo de hogares unipersonales en la Argentina esté formado por más de 600 mil mujeres de 65 años para arriba.

Pero el fenómeno, en verdad, abarca grupos más jóvenes y está relacionado con varios factores. La globalización, el ingreso de la mujer al mercado laboral, el enorme avance de la tecnología, son algunas de las características que se fueron dando y que facilitan el aumento de hogares unipersonales.

“Hay una tendencia a formar familias más tarde, se va retrasando; esto es más notorio en grandes ciudades y en grupos de altos ingresos”, explica Guillermo Velázquez, doctor en Geografía e Investigador Principal del Conicet. “El de los hogares unipersonales es un fenómeno que va en aumento y los factores que lo generaron parecen gozar de buena salud. A menos que haya reglas muy claras en contra de estas viviendas, va a seguir incrementándose”, asegura.

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El tema de la evolución tecnológica es controversial. Si bien son innegables los beneficios que trae para la vida actual, tiene como contracara un alto grado de responsabilidad en un nuevo modo de comunicarse. Poder estar conectados casi instantáneamente con cualquier punto del globo o tener una conversación por Skype con webcam incluida son situaciones que están casi tan naturalizadas que es difícil recordar la comunicación en una época anterior. ¿Será que cada vez estamos más conectados, pero menos comunicados?

A propósito, Guillermo Velázquez observa que la tecnología afecta muchísimo. “Trabajar desde la casa alimenta esta cuestión. Antes para ver una buena película tenías que ir al cine, hoy no. El uso del espacio público se restringe no sólo en lo laboral, sino también en lo recreativo”.

Pero, claro, bien manejada la tecnología es una excelente compañía. “Es un portal al universo que nos puede permitir ir a los mejores museos del mundo, conocer ciudades, cine, literatura”, rescata Guraieb. Y se suma a la alerta sobre su uso excesivo: “La tecno adicción es un cuadro muy agudo de dependencia donde prácticamente la persona se despersonaliza en el sentido de que no busca fomentar un vínculo, sino que se enajena teniendo muchos amigos a los que no conoce. En ese sentido, si se la usa para una desconexión profunda del ser es negativo”, explica.

Curioso caso para esta era digital, con la cultura audiovisual en su apogeo, es el regreso de una modalidad antigua para encontrar pareja, y dejar de ser solamente uno: la cita a ciegas. Quien intente presentar a un par de amigos singles podrá comprobar que los candidatos ya se ocuparon de facebookearse para chequear si a simple vista valía la pena la salida.

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“Hoy, sentarse a dialogar a ciegas durante una hora con una persona es mucho más una experiencia que antes. Por eso una de las cosas que más me inquietó cuando supe que Cupido volvía era cómo darle verosimilitud ahora a una cita a ciegas”, reconoce Franco Torchia, conductor y guionista de este ciclo que hizo furor por Much Music y que volvió en septiembre último a la pantalla por TBS. Cien personas, muy jóvenes, atrevidas, se inscriben por día desde América latina para participar de una experiencia que se proclama en contra de las apariencias y a favor del corazón.

El fenómeno social del aumento de hogares unipersonales se expande por diferentes países. El número de personas que viven solas a nivel mundial pasó de 153 millones en 1996 a 277 millones en 2011, según la organización Euromonitor International. Es decir que en quince años surgieron 124 millones de nuevos hogares unipersonales en el mundo, lo que da un promedio anual por encima de los ocho millones.

Actualmente hay cinco millones de personas de entre 18 y 34 años que viven solas en los Estados Unidos. Esta cifra aumentó diez veces desde 1950 hasta hoy. Aunque la mayor cantidad de gente que vive sola es de mediana edad: quince millones de personas de entre 35 y 64 años, según el sociólogo Eric Klinenberg, autor del libro Going Solo. The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone (Vivir solo: El extraordinario auge y el sorprendente atractivo de vivir solos). En total más de 32 millones de estadounidenses viven solos, más que los 27,2 millones de 2000 y los 31 millones de 2010, según el último informe de censo norteamericano.

Una cuarta parte de los hogares de Canadá está ahora compuesto por un solo individuo. En el Reino Unido, la gente que vive sola representa al menos el 32 por ciento de todos los hogares, según escribe Emily White en The Empty Room. A Memoir (La habitación vacía). Además, el aumento más importante se da entre personas menores de 65 años. Y la cifra de los que tienen entre 25 y 44 años y viven solos se ha triplicado en los últimos veinte años, mientras que en los Estados Unidos los que tienen menos de 65 años representan el 65 por ciento de hogares de una sola persona.

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El primer puesto en este ranking de hogares unipersonales es para Estocolomo, Suecia, que cuenta con más del 60 por ciento de hogares para uno. Mientras en Noruega, el número de quienes no conviven es del 40 por ciento.

En Japón, en el 31,5 por ciento de todos los hogares en 2011 vivía una persona sola. También manifiesta una clara tendencia en alza, ya que en 2001 el porcentaje era del 27,9 por ciento.

En Francia, según un informe de 2011 del Instituto Nacional de Estudios Demográficos, una de cada siete personas vive sola. Este porcentaje creció en los últimos 50 años. Pasó de 6 por ciento en 1962 a 14 por ciento en 2007, es decir que creció más del doble. Y en París, más de la mitad de las viviendas tienen un único habitante, sin importar que sea la ciudad de los enamorados.

En Chile, del año 2003 al 2010, la cantidad de personas que viven solas aumentó en un 30 por ciento, según datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen). Representan el 2,7 por ciento de la población, con un total de 452.581 personas, mientras que en 2006 la cifra era de 351.255 (2,2 por ciento) y en el año 2003 era de 335.926 (2,1 por ciento).

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GRACIELA CUELLO

 

(44 años) Soltera. Licenciada en Administración de Empresas. Vive en una casa en San Antonio de Padua, que está redecorando.

 

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Yo soy. Estuve sola durante mucho tiempo, hice las cosas que quería, me siento plena. Soy feliz.

Un cambio . Después de los 40 empecé a pensar en un cambio de vida buscando una mejor calidad de vida, una casa con jardín, aire puro. Me fui para San Antonio de Padua. Como vivo sola en un lugar de 150 metros tengo un súper perro. Es un rottweiler de 50 kilos, se llama Brutus y se le tira encima al que no conoce.

Libertad . Es lo que más me gusta de vivir sola. Si venís de un día muy ajetreado, podés meterte en tu mundo, poner música, descansar, hacer lo que te gusta.

Vida doméstica . Desde que me mudé hasta ahora hubo cambios que favorecen al que vive solo. La fruta por unidad no existía hace diez años. Eso hace también a una tendencia. El champagne, los panificados, los lácteos, todo es más fácil de resolver.

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Vínculos . Salgo con amigos, vamos a comer, a ver espectáculos. Me gusta mucho la vida urbana. Tengo llaves de los departamentos de mis amigos y muchos compraron un sillón así puedo quedarme a dormir y no volver manejando hasta Padua a la madrugada. Me compré un auto y no entiendo nada, pero mis sobrinos mayores me ayudan en todas las cuestiones que son más masculinas.

A futuro . Estoy bien así, aunque me imagino viviendo con alguien. Es una circunstancia vivir sola, no tanto una elección (más allá de que en todo hay una elección subjetiva).

La soledad . Me parece que el ser humano es un ser social. Entonces la soledad va contra la naturaleza. ¿Y hasta qué punto uno está solo? Porque puede dormir solo, pero no sentirse solo. Yo no me siento sola.

Ocio . La mayoría de mi tiempo libre es para mí. Me encanta viajar.

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CARLOS TRONCOSO

 

(65 años) Dos veces separado. Empresario textil. Vive en Núñez en un edificio de departamentos moderno, con pileta.

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Yo soy . Vivo en Núñez. Lo elegí por ser equidistante del trabajo, mis hijas y mis amigos. Tengo tres hijas, dos suegras, dos ex mujeres… Conozco de doncellas.

Vínculos . Uno arma su red de contención. Estas situaciones son las que definen con claridad el término soledad.

Lo bueno de vivir solo .La gran ventaja radica en disponer del tiempo para hacer diferentes cosas: algunas pendientes, otras con más espacio, como cocinar, jugar al tenis, leer, pensar.

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Lo malo de vivir solo .Es muy duro no poder compartir algo por más pequeño que eso sea, en el momento en que uno lo necesita. También es difícil la carencia de ayuda en la enfermedad, la escasez de cariño y compañerismo en la coyuntura diaria.

Uno mismo . El poder de reflexionar, prestarse atención, escuchar nuestras voces internas, las dulces como las agrias. Gracias a todo esto uno llega a conocerse, a quererse y a valorarse.

Vida doméstica . Me organizo muy simple: la ropa al lavarropas y de ahí a la terraza, y la señora que trabaja en casa la retira y la plancha. Para hacer las compras voy al supermercado, me gusta, compro lo necesario para la semana.

Una máxima . El amor más grande es con nosotros, y por siempre.

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CANDELARIA CAMARGO

 

(33 años) Soltera. Maestra. Vive en un departamento de dos ambientes en Barrio Norte, con un patio muy luminoso.

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Yo soy . Vivo sola hace seis meses, pero me quería mudar hace dos años. Sentí la necesidad de empezar a crecer y quería tener mi lugar, mis cosas, ver televisión tranquila. En casa somos ocho hermanos y hay veinte nietos. Entonces había momentos en los que quería estar sola y era casi imposible.

Nuevas rutinas. Extraño levantarme a la mañana y no tener con quién charlar. Abro los mails, Facebook es una forma de charlar con el otro, de estar menos aislado.

Vida social . A pesar de tener 33 años y estar soltera tengo un grupo muy divertido de amigas. A veces tenemos programa todos los días y no tengo tiempo de estar sola. Siempre hay algo para hacer.

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Deco . Descubrí que me encantan los colores. Quiero toda la casa decorada en verde fuerte, amarillo, naranja, tonos que dan vida. No me importa que sea un circo. Necesito un lugar en el que pueda estar libre. Y luz, por eso tengo patio.

Libertad . Para mí significa que no te importe el qué dirán. Viviendo sola avanzo en ese camino.

Futuro . Estoy viviendo acá por una circunstancia de la vida. Obviamente en el futuro me encantaría conocer a alguien e irme a vivir con esa persona. Cuando forme pareja lo que más me va a costar resignar es tener un momento para mí.

 

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JUAN CARLOS CORBEIRA

 

(75 años) Viudo. Ingeniero jubilado. Vive en un departamento de dos ambientes en Olivos.

 

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Yo soy. Estuve 31 años casado y me quedé viudo hace doce. Acá en Olivos vivo solo hace dos, pero en Martínez vivía con mi hijo Lucas. Ese fue un cambio grande en mi vida.

Vida doméstica . Hace un año se fue la empleada que trabajaba en casa y entonces me dije: voy a ver si puedo hacerlo yo. Ella me había enseñado a usar el lavarropas. Yo me preparo la comida: cocino lentejas, carne, zanahorias. Lo malo es que nunca me puedo comer un plato solo, y como soy diabético, siempre estoy luchando con el régimen. A veces tengo el problema que compro mucha verdura y se me echa a perder.

Lectura . Dejé de trabajar a los 65 y todavía no encontré la manera de tener las horas del día dedicadas a la lectura que quisiera, que es algo que me apasiona. Los que me gustan son los libros de historia. A veces me levanto temprano, desayuno y me pongo a leer. Al mediodía como y sigo leyendo. Quiero estudiar lectura veloz para reducir la cuarta parte de ese tiempo de lectura.

La soledad . Yo amo la soledad y si me tengo que acercar mucho a la gente me siento un poco incómodo. Me gusta hacer lo que quiero. Ir al cine solo o ver un partido de Boca. Y una vez por semana como mínimo estoy con los nietos.

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AGUSTÍN LAGO

 

(24 años) Soltero. Publicista. Vive en un piso 12 con vista al río, en Beccar, en un departamento de 35 m2.

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Yo soy . Me fui a vivir solo apenas cumplí 21. Sentía que estaba en casa nada más que para dormir y comer. Siempre fui muy independiente y era como un desafío de la vida demostrarme que podía hacer esto y tener mi espacio y mis tiempos.

El debut . La primera noche es como cuando vas a dormir a un hotel o a una casa ajena. Empezás a conocer todo: los ruiditos, la canilla que pierde, que a tal hora se prende la heladera, que el vecino siempre cae a la una y te va a despertar. Hay un poco de incertidumbre, pero al mismo tiempo es divertido.

Vida doméstica . Hoy llego a casa y me tengo que preparar la cena. Algunas noches cocino gourmet: cebollas caramelizadas con pollo a la mostaza. Entonces me pongo las pilas y aprovecho para invitar a alguien y comer bien.

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Libertad . Creo que se trata de poder hacer lo que uno quiere sin perder de vista al otro. La libertad es eso, manejar tus tiempos, hacer lo que te hace feliz sin jorobar a nadie.

Consejos . Una cosa muy importante para aquellos que se quieran ir a vivir solos es tener el apoyo de su familia, más allá de la parte económica. Saber que hay gente que te está bancando mentalmente en este cambio es fundamental..

(Fuente: La Nación)

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