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En Moreno, las escuelas cerradas luego de la explosión dan clases en la calle
Sacaron los pupitres y las fotocopias afuera del establecimiento, que tiene hace varios días las puertas cerradas.
(PBA) Las puertas están cerradas desde hace 11 días, cuando una explosión en la escuela N°49 terminó con la vida de dos personas. Pero eso no les impide continuar con las clases, mediante un sistema de “continuidad pedagógica” que les requiere más esfuerzo, creatividad y gasto de dinero.
En la Escuela N°10 de Francisco Alvarez, Moreno, a dos cuadras de la estación, los docentes estaban sentadas en el patio delantero, el que da a la calle. Con los pupitres y las sillas del colegio. Pero afuera.
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Ahí reciben a los padres y a los alumnos. Son unos 700 los chicos que asisten a ese colegio. Cada grado tiene entre 35 y 37 estudiantes. El edificio tiene problemas de gas, hay puertas con vidrios rotos, se están contaminando las napas y los baños no tienen puertas. “Es preocupante”, dicen las maestras al unísono. “Tendríamos que empezar de cero, a construir aunque sea un galpón”, agregan.
Para tratar de dar continuidad a las clases, los docentes dejan fotocopias. Los padres (con o sin los chicos) van a la puerta de la escuela y las retiran. Días después vuelven al mismo lugar y las entregan completas. También trabajan con grupos de WhatsApp. Todo transcurre la calle, porque a la escuela no se entra. “Hasta que no se arregle la última escuela no se va a volver adentro”, dicen las maestras, en línea con la actitud de los directivos que, reunidos en una asamblea a dos cuadras de distancia, decidieron mantener las escuelas cerradas por lo menos hasta el viernes.
Las maestras que están en la puerta se turnan. Cada una pasa dos horas en ese lugar. Para que haya gente todo el día, por la mañana y la tarde. También hacen actividades como marchas o reuniones en plazas para visibilizar el reclamo. “Estamos todos muy unidos. Es histórico esto”, sostienen las docentes, que prefieren no dar sus nombres.
“Nosotros tenemos continuidad pedagógica. Tenemos registro de los alumnos. El que no viene, llamamos por teléfono”, cuenta una de ellas. “El sistema funciona hasta ahí, por un tiempo, quizás un mes más. Los chicos responden, vienen, pero no en su totalidad”, opina una maestra de matemática y ciencias naturales.
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La comunidad se socializa con la causa y los ayuda a encontrar nuevos espacios: les dieron el permiso para ir a una biblioteca de la zona. Ahí piensan dar clases a grupos de chicos, sobre todo los que tienen más dificultades pedagógicas. Y están preparando una actividad por el Día del Niño que se va a realizar en una sociedad de fomento.
María Fernanda Norte tiene dos hijos en la escuela, en 1° y 5° grado. “Vengo yo, los nenes no vienen, se quedan jugando. Vengo a traer la tarea y ver si hay nuevas fotocopias”, comenta. En concreto va dos veces por semana, una a buscar las fotocopias y otra a dejar la tarea realizada. “Nos enteramos si hay algo nuevo por los grupos de WhatsApp”, acota.
“Esto se puede sostener un tiempo, los chicos tienen que estar en las aulas con la interacción con las maestras. Espero que no se desentiendan desde el Gobierno”, señala la madre. “Con lo de la explosión estuvimos muy tristes. Uno lo primero que piensa es que si tuviera plata los mandaría a una escuela privada. Es una tristeza”, agrega quien ahora debe oficiar de maestra. “Trabajás vos con los nenes en la casa”, comenta. Ella es ama de casa y reconoce que “si tenés un trabajo no se puede hacer esto”.
Complicada por partida cuádruple. Así es la situación de Paula Siepe. Tiene un hijo en el jardín N° 906, dos chicos en el primario N° 10 y otro en el secundario N°11. Todos están cerrados. “La continuidad está garantizada. Te mandan la tarea, te indican la página, mandan actividades en fotocopias. Hoy vine a traer la tarea. Si el padre es responsable, viene y deja todo, la continuidad pedagógica está. Si el chico no entiende algo, lo traes acá y se lo explica el docente. Yo oficio de docente, ayudo en lo que puedo y lo que sé. Hasta las mamás nos ayudamos entre nosotras en WhatsApp”, señala.
Se mueve ella porque llevar a los chicos sería una complicación. “Yo me tengo que movilizar con los cuatro y es un tema traerlos”, analiza. “El tema es que las escuelas sean seguras. Si tenemos que estar así un par de meses más, lo haremos. Ahí uno va a poder traer a los chicos”, opina Paula.
Junto a ella está Fernanda Acosta, maestra de educación física. “No podemos dar clases acá. Lo encaramos desde la parte del ESI (educación sexual integral) dando el conocimiento de las partes privadas del cuerpo, qué es algo transversal. También estamos dando actividades como reglamento de handball. No se pueden dar contenidos nuevos. O es un repaso, o son actividades que después se puedan afianzar con la práctica”, señala.
“Los contenidos nuevos todavía no pudimos dar nada. En mis áreas se dificulta. Hay contenidos que no se pueden dar. Los papás pueden ayudar, pero vos tenés que estar. Todavía no me tocó tener que dar algo nuevo. Justo tenía que empezar con divisiones. Es fundamental el contacto con el niño”, dice la maestra de ciencias naturales y matemáticas.
Paula Guarda, maestra de prácticas del lenguaje, opina que “desde algunas áreas podes dar un texto nuevo, enseñar con técnicas de estudio, les das una guía práctica. Les preparé apuntes de técnicas de estudio con material que lo van a usar al regreso. Para que cuando vuelvan no vuelvan con incertidumbre, que tengan continuidad pedagógica”, señala.
“Todos los días hay consultas. Hoy tuve seis chicos que vinieron a consultar”, dice Paula. Asegura que esto es un trabajo extra para las maestras. En clase les dimos una novela y tenían que hacer la comparación con la película. Entonces les compré las películas, las presto, se las bajo por YouTube. Nos las ingeniamos de cualquier manera. Pagamos material y fotocopias. Nos sentamos horas para pensar en dar algo diferente a lo que podemos dar en la escuela”, concluye.
Fuente consultada: Clarín
SN
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