Buenos Aires, 19/03/2024, edición Nº 4143
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A los 51 años, falleció la periodista Viviana Mariño, agenciera, comprometida, de energía implacable

Con una vasta trayectoria en distintos medios, desde el 6 de enero de 2020 se desempeñaba como Gerenta periodística de la Agencia de Noticias.

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Generosa, radiante, comprometida, con una polenta inigualable, periodista de raza. Así, y con muchos más calificativos, la definen -la definimos- todos y todas a Viviana Mariño, quien falleció este viernes a los 51 años.

Gerenta de Periodismo, jefa de redacción, de la agencia Télam desde el 6 de enero de 2020, dedicó los últimos años de su vida a dignificar y reconstruir el servicio de la agencia de noticias Télam, que la gestión macrista se había encargado de diezmar.

Mamá, docente, periodista y luchadora también, en todos los frentes, Viviana Mariño, como tantos otros compañeros y compañeras del gremio, formó parte de un aguerrido grupo de trabajadores y trabajadoras de prensa que se puso al hombro al diario Tiempo Argentino tras su vaciamiento empresario y lo volvió a poner de pie, bajo el formato de una cooperativa, en 2016. Toda una definición que habla de sus protagonistas, ella incluida.

De esa batalla, Viviana Mariño saltó a otra no menor, la de volver a levantar la agencia pública de noticias no solo desde el punto de vista periodístico sino en su tejido interior, pulverizado tras el despido de 357 trabajadores durante la administración de Cambiemos -del que justamente este domingo se cumplen cuatro años- y su posterior reincorporación, conquistada por la lucha y la vía judicial.

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Aquí, desde su espacio de conducción periodística en la agencia pública de noticias, Viviana Mariño se manejó como siempre lo había hecho: la puerta de su oficina siempre abierta, el teléfono siempre en línea, la mirada atenta sobre el trabajo de cada uno, pero desde el llano, para empujarlo, motivarlo y ponerlo en valor. Ponía toda su energía y parecía inagotable: días de semana, feriados, verano, invierno, mañana, tarde, noche, sin pausa.

El mismo compromiso, la misma convicción y los mismos principios unían como un hilo conductor su reivindicación de lo público -como espacio potente y transformador- tanto en su rol en la agencia Télam como en la Universidad de Buenos Aires (UBA), de la que se graduó como licenciada en Ciencias de la Comunicación y que siguió transitando luego, con pasión hasta sus últimos días, como docente de la cátedra Taller de Expresión III -primero como interina y después con un cargo ganado por concurso, unánime, en 2012- y como co-coordinadora de la Anccom, la agencia de noticias de la universidad, semillero de periodistas.

Nació y creció en el partido bonaerense de Morón. En pocos días, el 8 de julio, iba a cumplir 52 años. Buena parte de esa vida la compartió con el también periodista Fernando Piana, padre de sus dos hijos, una de 14 años y otro de 18.

El nombre de Viviana Mariño es de esos que el público no conoce pero que sí circulan en las redacciones. De perfil bajo pero presencia implacable, dio sus primeros pasos en el periodismo cuando todavía era estudiante -allá en la “post adolescencia” como alguno definió- haciendo colaboraciones, hasta que finalmente pudo lograr lo que tantos ansían en esta profesión, que es entrar a una redacción, a “la cocina de la noticia”, que en su caso fue la agencia Noticias Argentinas.

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Tras largos años en NA, allá sobre el fin de siglo, en el ’98, Viviana se sumó a la primera época del diario Perfil, en la sección Política, donde cubrió peronismo. Sin embargo, en poco tiempo ese proyecto periodístico con formato diario y de papel naufragó, y, entonces, volvió por un corto período a NA, donde se desempeñó como acreditada en la Casa de Gobierno.

Luego, Mariño trabajó unos diez años como corresponsal en Buenos Aires para los diarios La Voz del Interior, de la provincia de Córdoba, y Los Andes, de Mendoza, ambos del grupo Cimeco.

Y, a partir de allí, siguió su historia más reciente: la de sus inspiradoras clases en la UBA; y la de la lucha en Tiempo Argentino -en sus redacciones, y en las calles, tras su vaciamiento y cuando una patota lo atacó para acabar con la autogestión-; y, luego, la de Télam, en ambos casos para poner de pie y reconstruir.

Prolija, rigurosa, obsesiva, con mirada aguda, incansable, atenta a los más mínimos detalles y a las grandes cosas, generosa, buena gente, motivadora, atenta, precisa, plural, cultora del trabajo en equipo. Todas cualidades que vamos a extrañar con creces en la redacción de la agencia pública de noticias, donde su huella sin duda quedará marcada para siempre. El ritmo arrollador de las noticias por un momento se detuvo con esta triste, dolorosa e irreparable novedad. Y los llamados y mensajes de colegas se empezaron a multiplicar: de Tiempo, de NA, de Perfil, de la UBA y de muchos lugares más. Nadie lo puede creer. Nadie deja de llorar.

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Esta nota se termina, hay que seguir escribiendo, informando como ella hubiese querido.

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