Buenos Aires, 19/03/2024, edición Nº 4143
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Sociedad

En pleno debate sobre el aborto, sólo dos de cada diez alumnos reciben educación sexual en la escuela

Lo revela una encuesta realizada en la Ciudad y el Gran Buenos Aires. Una ley exige enseñar esos contenidos desde 2006.

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(CABA) En octubre se cumplirán doce años de la sanción de la ley de Educación Sexual Integral (ESI), que en su primer artículo sostiene: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada (…) entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”. Sin embargo, sólo dos de cada diez alumnos de escuelas secundarias públicas y privadas de la Ciudad y la Provincia reciben contenidos vinculados a educación sexual integral de manera habitual, según una investigación de la consultora D’Alessio Irol para Clarín.

Otro indicador: una encuesta de 2016 llevada a cabo por Libres del Sur, la organización feminista Mumalá y el instituto de investigación ISEPCi reveló que, entre los alumnos que ya habían completado su secundario, el promedio de horas de educación sexual recibido en cinco años de escolarización había sido de ocho horas y media en total. “En 2017 hubo una semana en la que cada profesor desde su perspectiva nos explicaba algo sobre educación sexual, pero fue lo único durante todo el año”, cuenta Bruno, alumno de 2° año de la escuela Amancio Alcorta, de Caballito. Fiorella cursó primer año en un colegio privado de Palermo: “Un día vinieron a darnos una charla: nos explicaron cómo se pone un preservativo, pero nada más en el año“, sostiene. Sus experiencias se contraponen a una ley que establece que la educación sexual integral debe ser abordada de forma “transversal” por las distintas materias, desde el nivel inicial hasta el secundario.

La escasa habitualidad se refleja también en la encuesta que D’Alessio Irol realizó entre 350 padres de chicos en edad escolar: el 47% de los que van a la secundaria recibió contenidos de ESI sólo en una clase especial. Más datos: la mitad de los padres cree que los contenidos de educación sexual integral son útiles pero insuficientes. Y los contenidos más frecuentes, en caso de alumnos secundarios, tienen un enfoque biologicista: refieren a anatomía, las enfermedades de transmisión sexual, el embarazo y la maternidad. Menos de la mitad de los alumnos -el 46%, según D’Alessio Irol- recibe información sobre métodos anticonceptivos, y sólo el 30% tiene acceso a información sobre violencia de género.

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“Desde el Frente por la ESI pedimos un informe al Ministerio de Educación de la Nación: sólo el 4,5% de los docentes fueron capacitados en temas de educación sexual integral”, sostiene Laura Velasco, docente de Literatura y parte de ese frente. En sus clases, el clásico español Fuenteovejuna le sirve para hablar de violencia de género. Carolina Brandariz, secretaria de Géneros e Igualdad de Oportunidades del gremio porteño docente Unión de Trabajadores de la Educación, suma información: “En 2014, el presupuesto asignado a la ESI fue el 0,001% del total del Ministerio de Educación porteño. El 80% de ese presupuesto fue para ONGs que dan capacitaciones en una jornada a los secundarios”. Según Brandariz, la Escuela de Maestros abrió este año una vez más un pos-título centrado en Educación Sexual Integral: “Hubo 1.000 inscriptos pero hay nada más que 200 vacantes. Hay demanda de capacitación pero hay poca oferta”.

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La educación sexual es sobre todo ‘educación ciudadana’, es un tema de educación pública y por lo tanto las escuelas, sean de gestión privada o estatal deben abordarlo. La ley dice que debe incorporarse en el marco del proyecto y la ‘convicciones’ de cada escuela. Pero las ‘convicciones’ nunca pueden ir en contra de los derechos de los niños y adolescentes a educarse”, dice Claudia Romero, directora de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella, y remata: “Si bien la ley obliga a la implementación de ESI, los ministerios de educación no supervisan su cumplimiento”.

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La implementación rigurosa de la ley de Educación Sexual Integral es tal vez el único punto de encuentro entre quienes apoyan la legalización y despenalización del aborto y sus detractores. Para quienes están a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, la educación sexual es un reclamo histórico. Para quienes están en contra, se vuelve un pedido urgente. Es que ambas partes enfatizan que con más y mejor educación sexual se evitan embarazos no deseados.

Mirta Marina, coordinadora del Programa de Educación Sexual del Ministerio de Educación nacional, sostiene: “Hemos avanzado considerablemente en cuanto al conocimiento de la ley y a la distribución de materiales sobre educación sexual. Tenemos que enfatizar más en el grado de aplicación, y avanzar para no quedarnos en un enfoque sólo biologicista -es decir, vinculado sobre todo a anatomía, reproducción y métodos anticonceptivos- sino que aborde cuestiones como diversidad y violencia de género”. Fuentes de ese Ministerio sostuvieron que, en 2017, la afectación presupuestaria destinada a la aplicación de la ley ESI y al Plan de Prevención del Embarazo Adolescente No Intencional alcanzó los 44 millones de pesos. Según el último anuario estadístico publicado por el Ministerio, de 2015, hay 6.188.856 alumnos en escuelas públicas de nivel inicial, primario y secundario de todo el país, donde la ley debe aplicarse. El presupuesto es 7,10 pesos por alumno. NR


Fuente consultada: Clarín

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