Buenos Aires, 20/04/2024, edición Nº 4175
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Jugar mejora la calidad de vida de los adultos mayores

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Tener actividad lúdica fomenta la creatividad, ayuda a pasar situaciones traumáticas y permite conocer posibilidades y limitaciones en un encuadre de bajo riesgo, lo que mejora la calidad de vida de los adultos mayores, coincidieron especialistas.

“El juego en el envejecimiento es un factor muy importante porque posibilita, entre otras cosas, seguir desarrollando una de las capacidades propiamente humana que es la de imaginar”, señaló a la agencia Télam Sergio Fajn, directivo de la Escuela de Recreación de la Vejez, una institución que trabaja hace ocho años con la temática.

En el mismo sentido, José Luis Leone, docente de la materia Recreación y Tiempo Libre en la Universidad Maimónides, opinó que “como las situaciones de juego promueven escenarios novedosos cada vez el jugador debe poder adaptarse para poder seguir jugando”. “Esto -agregó- estimula la creatividad en todas sus formas. Es por eso que no sugerimos los rituales de juego de modo exclusivo, por ejemplo la realización del bingo”.

Pero, además de incentivar la creatividad, Fajn aseguró que “algunos dispositivos de juego posibilitan a los adultos mayores atravesar situaciones que son temidas, difíciles o desagradables pero que en un espacio lúdico se puede expulsar y surge la posibilidad de decir las cosas que en la `vida seria` no”.

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“Otra gran ruptura -afirmó- es que se animan a contar cosas ligadas al campo de la sexualidad, de sus deseos de estar con otros. Se animan a contar cosas vinculadas al erotismo, no sólo vinculados a la genitalidad, sino al deseo de mostrarse, a ser vistos, a tener ganas de estar lindos, perfumados”.

Leone señaló que “sabemos que al jugar la persona se vuelve más flexible, no sólo en el campo corporal sino que el juego implica adecuaciones a situaciones imprevistas”.

“Esto hace que el adulto deba flexibilizar su forma de pensar (por ejemplo a opiniones diversas, a nuevos escenarios propuestos por sus compañeros) lo cual le permite adecuaciones sociales y emocionales en el contacto con el otro”, sostuvo.

Y agregó que “por lo general el juego permite recuperar historias del pasado de la persona que constituyen su memoria y su identidad, este rescate permite saber quién es hoy”.

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“Desde joven siempre hice trabajo solidario y participé de espacios, pero a partir de haber realizado juegos en forma sistemática en mi formación como recreadora tomé mucha más seguridad”, contó Teresa Mercado, una mujer de 66 años que estudió en la Escuela de Fajn.

Teresa trabaja desde hace quince años con un grupo de adultas mayores en la Parroquia San Pablo Apóstol en los Polvorines.

“Por un lado el grupo funciona a modo de contención de las participantes porque siempre hacemos un espacio para dialogar sobre lo que nos pasa, y por el otro, hacemos manualidades como tejidos, o arreglamos ropa y las donamos”, comentó Teresa.

Sin embargo, ella sentía que le faltaban recursos y por eso decidió tomar estas clases en la Escuela de Recreación.

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“Desde entonces soy más espontánea, no me inhibo cuando tengo que llevar adelante una actividad y aprendí a disfrutar más de lo que hago”, aseguró.

Desde su lugar de coordinadora de este grupo, explicó que “durante los encuentros, que son una vez por semana, siempre hacemos algún juego. Es increíble cómo les cambia el ánimo, llegan de una manera y se van de otra mucho mejor”.

De las muchas definiciones que hay de la palabra juego, Leone hace una aproximación a su idea, luego de tantos años de experiencia en el rubro.

“El juego es una actividad voluntaria, libre, no obligatoria, placentera, realizada en un tiempo y en un lugar (zona lúdica) y provista de normas, convenciones o acuerdos de creencias”, aseguró.

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Y continuó: “tiene una finalidad en sí misma y afuera de sí, no tiene utilidad económica, es histórico y social y tiene un compromiso y autorrevelación de primera persona, a la vez que es simulativo, un como si, una ficción real”.

“Ahora bien, el juego es sólo una parte de la recreación – apuntó Farjn – y la problemática de la recreación es ¿qué pasa? con el sujeto frente a un tiempo que está liberado de obligaciones, frente a ese tiempo que queda dispuesto para otras cosas que no está forzado frente a condicionantes que si o si hay que hacer como tener que trabajar, alimentarse o dormir”.

Para la concepción de estos especialistas, “la recreación es, en definitiva, cómo pasar la vida. Si tiene que ver sólo con cómo pasar el tiempo, como dicen a veces, vegetar, y que las cosas pasen por al lado, o implicarte con todo, con vos, con nosotros y con lo que viene y hacer algo que uno pueda definir como enriquecedor en la vida”.

Aquí el campo se amplía y en este concepto entran no sólo las actividades lúdicas, sino también talleres de todo tipo que los adultos puedan hacer, espectáculos culturales a los que pueden asistir, actividades físicas, es decir, todo aquello que el adulto realice durante ese tiempo libre ganado.

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“Hay todo un cambio en las personas que sostienen este tipo de actividades que las lleva a proyectar y proyectarse con otros, a modificar la imagen de su cuerpo, a encontrarse con el otro abandonando el aislamiento, la angustia, la autoexclusión y la depresión, a pensar junto con otros pares, ya que muchas veces es la primera vez que participan de grupos”, explicó Leone.

Ambos especialistas marcaron el cambio de lugar en el esquema familiar, donde el adulto mayor pasa de un lugar marginal a ser protagonista porque, por ejemplo, actúan en una obra, o porque realiza alguna actividad novedosa.

Finalmente, ambos profesionales coincidieron en que en todos los casos, los adultos mayores que sostienen estas actividades en el tiempo “cambian su noción de salud”.

“Hay una representación social de los conceptos de salud y enfermedad: salud es tener proyectos, estar con otros, tener ganas de venir”, explicó Leone.

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Y Farjn agregó: “De pensar que la salud es la ausencia de la enfermedad, ellos plantean que desde que están en actividad lo que aparece como sensación de salud es tener ganas de levantarse a la mañana. Es saber que hay proyectos para la semana que viene, para el mes que viene, para el año que viene”.

“Entonces, lejos de aburrirse en ese `tiempo libre`, comienzan a sentir que ya no les alcanza el día por todo lo que tienen que hacer. Esto podría traducirse como deseo de vivir, y es verdaderamente saludable”, concluyó.

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