Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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El ex baterista de Callejeros Eduardo Vásquez se casó en la cárcel de Ezeiza

El músico se encuentra cumpliendo condena por el asesinato de su esposa, Wanda Taddei, en 2010.

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(PBA) Eduardo Vásquez, condenado a cadena perpetua por el asesinato de su esposa, Wanda Taddei, se casó el fin de semana pasado en la cárcel de Ezeiza con Albana, una ex vecina con la que se reencontró en el penal, donde ella también cumple condena.

“Me reencontré con Albana, mi compañera en la actualidad, con quien nos conocemos del barrio, cuando éramos adolescentes y con quien vivimos momentos de esos que no se olvidan, y que tantos ella como yo guardamos por siempre”, compartió el ex integrante de Callejeros, a través de una carta que difundió en redes sociales.

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Y agregó en el escrito Vásquez, quien fue parte de la tragedia de Cromañón en 2004: “Hoy la vida nos encuentra a ambos presos por errores cometidos en el pasado, pero esto no nos limitó para amarnos, elegirnos de nuevo; hoy para construir un proyecto de vida y de familia juntos. Hoy confiamos, creemos y lo concretamos ante el sagrado acto que significa el matrimonio”.

Por su parte, Jorge Taddei, quien se define desde el asesinato de su hija en manos de su ex yerno como “un militante de la causa de la violencia contra la mujer”, se refirió a la nueva vida del músico en el interior de la cárcel. “Tenemos que tener en cuenta que el asesino Vásquez está condenado a 35 años de prisión efectiva, por la unificación de la pena de Cromañón y de las drogas”, aclaró. Y consideró: “Este tipo de violentos no tienen marcha atrás”.

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En esa sintonía, y lejos de tener palabras de repudio hacia el asesino de su hija, Taddei aclaró que a Vásquez le deseaba “lo mejor”. No obstante, dirigiéndose a Albana sostuvo: “A la esposa le digo que se cuide”.

La carta completa que Vázquez compartió en redes sociales

Despues de casi ocho años…

Soy Eduardo Vásquez, ex baterista de callejeros, condenado por la tragedia de Cromañón y por el incidente con quien fuese mi esposa, Wanda Taddei.
Algunos de ustedes tendrán diferentes versiones y opiniones subjetivas en cuanto a mi persona, en cuanto a mi condena penal y social.

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Si bien, los primeros tiempos que me vi privado de mi libertad no fueron nada fáciles, más aún con lo sucedido, ya sin mi madre y sin mi esposa, la depresión estaba en la puerta, tratando de acechar a cada instante. Poco me quedaba por hacer para enfrentar ese mundo del que era parte y del que jamás hubiera imaginado pertenecer. Me preguntaba una y mil noches que podría suceder el día próximo, que podría pasar por mi mente ni bien abriera los ojos; no había respuestas.

Despues de la tragedia de Cromañón, momento en el que sentía que ya nada tenía sentido, volvió la luz con la llegada a mi vida de mi hija Valentina.

Mediante el contacto diario desde el penal, pudimos forjar un vínculo que se convirtió en una nueva vida, un regalo y como bien me dijo el Papa Francisco: “Lo que está sucediendo en el penal entre ustedes es un aliento de vida. Y la vida es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo día a día.” Y así sucede, conquisto además, a cada instante la vida, abocándome a tareas dentro del penal como bien lo dice Su Santidad, ya que soy parte de la construcción de espacio de discusión y diálogo, de concientización y educación. Esta esperanza es alimentada y potenciada por mi encuentro con Dios, en ese encuentro crecí como ser humano, como actor social, como padre, como hijo, como estudiante universitario y como un ser sano-racional.

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Es así que este año estoy próximo a obtener dos títulos Universitarios: el de Sociólogo y de Trabajador Social, además estoy a cargo del Taller musical del Complejo, espacio donde aliento de alguna manera a muchas personas a superarse a través de la música.
Pero hoy, no solo tengo un horizonte de esperanza en el tema educativo, laboral, social, formativo, sino también en el aspecto sentimental y afectivo.

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Me reencontré con Albana, mi compañera en la actualidad, con quien nos conocemos del barrio, cuando éramos adolescentes y con quien vivimos momentos de esos que no se olvidan, y que tantos ella como yo guardamos por siempre. Hoy la vida nos encuentra a ambos presos por errores cometidos en el pasado, pero esto no nos limitó para amarnos, elegirnos de nuevo; hoy para construir un proyecto de vida y de familia juntos. Hoy confiamos, creemos y lo concretamos ante el sagrado acto que significa el matrimonio.
Podrán decir que no merezco nada, y un sinfín de calificativos. Pero la vida sola me brindó una oportunidad más, y no crean que las cosas suceden por casualidad, todo en la vida sucede por un motivo. Los mayores arrepentimientos en la vida y con los que cargare el resto de mis días, son dos instantes. Instantes que son y fueron infinitos, que jamás terminarán. Que se repetirán como una proyección fílmica en mi mente, hasta que esta se apague.

El primero es la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando se comenzó a incendiar la media sombra que cubría el techo de Cromañón y perdí amigos, compañeros, fans y a mi amada madre. Y el segundo claramente fue el incidente con quien fue mi esposa, Wanda Taddei.

Creo que jamás lograré entender el motivo por el que me vi enredado en este incidente trágico que le costó la vida a la mujer con la que compartía mi vida. Pero si entiendo los motivos de hoy, esos que hablan del Eduardo Vásquez que se transformó, recupero las esperanzas y por sobre todo las ansias de vivir que había perdido. Hoy envío este mensaje a todos aquellos que siguen brindándome su mano fraternal, sincera e incondicional, aquellos que pueden dar fe de lo que hoy escribo en estas humildes líneas, entre mezclas de melancolía, tristeza y alegría. Sentimientos encontrados y desencontrados.

Hoy digo gracias a la vida; a Dios; a Francisco; a mis compañeros; también a aquellos que me juzgan y critican. Y sin dudas a Vos Albana, gracias por tu amor, Porque encontré en vos la vida, la esperanza y un nuevo horizonte de paz y felicidad.

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Querida sociedad, desconozco cuál será el mensaje que quisieran escuchar desde un penal. Este es un mensaje de amor y de vida. Sepan que aquí, las personas cambiamos, nos transformamos, nos profesionalizamos, y sobre todo aprovechamos como nunca lo hicimos, la nueva oportunidad que nos brinda la vida; que nos brinda Dios. Para así afrontar la continuidad de todo lo que va a venir. Hoy transformo mi vida, cada día, luchando con la adversidad para romper con la tangente que se abrió en un momento de ella, recobrando poco a poco mis sueños y anhelos. NR

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