Buenos Aires, 06/12/2024, edición Nº 4405
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Vivir sin pareja en Buenos Aires

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La vida en la ciudad de Buenos Aires es una fábrica de personas sin pareja estable. Según un reciente informe, el fenómeno alcanza al 48% de los porteños.


“Cuando pasás los treinta y pico es difícil encontrar un lugar para salir en Buenos Aires. A mí el boliche ya no me divierte y, además, se complica conocer gente que esté buscando algo en serio”, explica Andrea. Probó con grupos de solos y solas, viajes y citas exprés. Pero todavía no logró volver a tener una pareja estable. Lleva tres años sin pareja y reconoce que, a estas alturas, la soltería se ha vuelto “un estado permanente”.
El de Andrea no es un caso aislado: por elección o no, el 48,3% de los porteños no tiene pareja, según datos de la última Encuesta Anual de Hogares del gobierno de la ciudad. Estos números corresponden al total de la población encuestada sobre la base de su estado civil legal y convivencia en pareja. En la población que está por encima de los 30 años, el porcentaje de solos alcanza el 27,4 por ciento.
Con tantos corazones solitarios, cabe preguntarse si no es la propia ciudad la que atenta contra la búsqueda de la tan preciada media naranja. Para Miguel Espeche, licenciado en psicología y coordinador general del programa de Salud Mental Barrial del hospital Pirovano, hay varias razones para pensar que es así.
“Por más que estemos todos apelmazados en esta pequeña superficie, no nos conocemos y no tenemos formas de vincularnos los unos con los otros, porque no hay lugares de recreación -explica Espeche-. El espacio público termina siendo el espacio de nadie. Hasta la arquitectura de los edificios de departamentos, donde vive mucha gente, atenta contra la interacción porque tienen pocos espacios comunes.”
Para el psicólogo, a la falta de espacios se suman también las condiciones laborales en la ciudad, que, generalmente, “propician vínculos más funcionales que humanos”. También considera que otro factor importante en el gran número de solteros es la creciente población extranjera o del interior que pierde sus lazos sociales cuando llega a la ciudad y que tiene dificultades para construir sus lazos.
La licenciada en psicología social Aída Lejner, quien además coordina grupos de solos y solas, coincide en que la ciudad propicia la soltería porque “no ofrece espacios de encuentro real” y añade que “ese estado de soledad que se genera no se puede cubrir con un encuentro virtual”. Para Lejner, a la falta de espacios de encuentro se suma también la desconfianza en los otros que despierta la inseguridad en los habitantes de la ciudad.
Pero no todos los solos y solas viven la falta de pareja como un padecimiento. Algunos adoptan esa circunstancia como una forma de vida. Este es el caso de Rodrigo Gándara, de 43 años, para quien la soltería es, desde hace unos años, una genuina elección. Si bien confiesa que tuvo varios noviazgos largos, nunca resolvió casarse ni tener hijos, porque asegura no haber encontrado aún a la persona ideal. “No es que estoy cerrado a esa opción, pero no quiero que me molesten en mis espacios personales, incluso los más triviales, como mi horario para jugar al fútbol con amigos. Hay ciertas cosas que uno puede ceder, pero hay otras que no quiero negociar”, dice.
Para Espeche, en muchas ocasiones esta tendencia a aferrarse a la soltería puede ser la contracara y la reacción liberadora frente a “una idea del amor asfixiante que hace muy difícil pensar en llevar una vida en común con otra persona”.
Según el cineasta Juan Taratuto, director de las películas No sos vos, soy yo y Un novio para mi mujer , “la ciudad no necesariamente es un generador, sino más bien un receptor de la soledad. No tiene que ver con la distancia física entre las personas, sino con una tendencia a la satisfacción inmediata donde perdimos la paciencia, la comprensión y la tolerancia, y eso nos lleva a satisfacer el deseo lo antes que se pueda. Generamos vinculos más fugaces, y no sólo de pareja, que nos inyectan bienestar muy rápidamente pero son relaciones pasatistas o «de ida y vuelta». Creo que cultivamos poco las relaciones”.
La gran cantidad de porteños singles se refleja también en el crecimiento de las empresas dedicadas a la búsqueda de pareja, que, en el último año, registraron en la ciudad de Buenos Aires aumentos sorprendentes en su clientela.
Según Alejandra Campero, directora de 10 en 8, empresa dedicada a las citas exprés, en 2011 se registró un aumento del 40% en el número de inscriptos, que alcanzó los 15.500 usuarios en Buenos Aires. A los que contratan el servicio y pagan $ 120 pesos, la empresa les asegura 10 citas de 8 minutos cada una.
Por su parte, Patricia Ledo, de Club Coincidir, empresa que opera sólo en la Capital Federal, informó que el número de nuevos miembros aumentó en un 25% el año pasado. Campero consideró, sin embargo, que este aumento en los usuarios puede tener una contracara negativa. “El tema de la soledad es muy ríspido. Si bien para mi negocio puede ser bueno que aumenten los solos y solas, cada uno viene con expectativas que, si no se cumplen, pueden ocasionarles mucha frustración. Eso implica un efecto búmeran también para nosotros.”
Solteros, especialistas y empresarios parecen coincidir en que Buenos Aires favorece la soledad. Para Taratuto, “al cultivar poco las relaciones, nos volvemos conscientes de esa soledad. Por otro lado, vivir con alguien no es solamente compartir un espacio físico, sino generar interrelación todo el tiempo. Uno nace y muere solo, y por momentos comparte cosas con otra gente. Ese proceso es un aprendizaje y, por lo que observo, hoy en día estamos más propensos a transitar la soledad y poco predispuestos a construir nuestros vínculos”.

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