Buenos Aires, 06/06/2023, edición Nº 3856
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Opinion

Mabel Bello: “el verano y el peligro de que las dietas se transformen en un trastorno alimenticio”

La médica psiquiátrica y fundadora de Aluba opina sobre las consecuencias negativas que pueden tener para la salud las dietas extremas para bajar de peso.

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Escribe Dra. Mabel Bello

(CABA) El incremento de la temperatura nos conecta con temas recurrentes cada verano. Uno de ellos es querer estar delgado para lucir bien en la playa, sin tener en cuenta los sacrificios que se requiere para completar ese ideal de cuerpo inalcanzable.

Dietas estrictas en busca del cuerpo escultural, exposición excesiva a los rayos solares y métodos alternativos de bronceado, son los temas preferidos de las conversaciones sociales.

Qué paradójico es hablar de «cuidarse», de «verse y sentirse bien», cuando en realidad estamos agrediendo a nuestro cuerpo. Qué irracional se escuchan juntos los vocablos «sano y obsesión»; pero esta pasa cuando sobrevaloramos ideas que adoptamos ciegamente y nos conducen a conductas compulsivas.

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La adolescencia y la juventud pueden ser el comienzo de un camino de sombras, como lo son la Anorexia y la Bulimia que comienzan lentamente, al principio seleccionando alimentos en la infancia, luego sumando la preocupación por el cuerpo de manera obsesiva en la adolescencia, seguido de dietas de todo tipo y sin control, que se adoptan de manera indiscriminada, sumergidos en la nueva cultura de las redes sociales.

Bikini bridge (el hueco que forma la bikini apoyada en los huesos de la cadera), thigh gap (separación de muslos internos al estar de pie con las dos rodillas juntas), A4 challenger (sacarse una selfie demostrando que tu cintura no mide más que el ancho de la hoja puesta de manera vertical), ab crack (o diástasis abdominal, convertir la musculatura abdominal en dos porciones separadas por una hendidura continua) son ahora las nuevas ¿»tendencias»?.

La persona con anorexia nerviosa descenderá paulatinamente de peso hasta alcanzar niveles mínimos, fruto de su negativa a alimentarse correctamente. Su cuerpo y la comida se volverán tema primordial en las conversaciones; su humor y conducta estarán condicionados a la imagen distorsionada de si mismo que reciba del espejo y creerá que todo aquel que intenta ayudarle, es un potencial enemigo. En ese punto sus pensamientos están gobernados por lo que bautizaron ellos: «la diosa Ana».

Quienes sufren de bulimia nerviosa padecen en silencio su devenir. Dietas constantes que no llegan a darles resultados positivos debidos a interrupciones (generalmente a escondidas y a solas) de episodios de ingesta voraz. El atracón diurno y/o nocturno hace que su peso se convierta en un ascensor. Su estado de ánimo también se ve alterado por su imagen y sus pensamientos. Lentamente se ven atados a los deseos de Mia, tal la denominación que le han dado a este trastorno.

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Pero estas no son las únicas enfermedades que aparecen en el verano.

Lamentablemente cuando vamos a la costa observamos adolescentes que en lugar de ir a dormir luego de salir por la noche a bailar llegan a la playa con su conservadora a cuestas, cargada con algunas frutas y con mucho alcohol.

Ellos no están ahorrando, están obsesionados con su figura y creen que no deben comer si beben alcohol, puesto que esto les fijará las grasas. Esta conducta que llevan adelante hombres y mujeres es conocida con ebriorexia (o drunkorexis).

Y esta no es la única. Podemos también observar adolescentes o adultos que padecen una adicción poco conocida al bronceado corporal. Conocida como tanorexia (término no científico al igual que el de ebriorexia), que describe a personas con una necesidad compulsiva por lograr un bronceado muy oscuro, ya sea tomando sol al aire libre o encerrándose en cabinas de rayos UV.

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El culto al cuerpo tiene como objetivo mostrarse deseable. Pero estas personas no se dan cuenta que al igual que le sucedió a Narciso, esta admiración viene acompañada de un espejo de agua donde el propio reflejo puede llevarte a la muerte.

¿Cuál es el origen de todo esto?

Existe un 40% de causa genética siendo el resto aprehendido, tomado de su entorno afectivo y social. Existen factores precipitantes, que pueden ser las crisis comunes de la vida (mudanzas, separaciones, fallecimientos de seres queridos) hasta momentos muy traumáticos.

No hay un estrato social más atacado, no hay diferencias entre clases, son trastornos que no miden cuánto dinero tiene la persona ni qué instrucción recibió. Son trastornos que atacan mayormente a las mujeres, por su maravillosa capacidad de captar al mundo.

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Este mundo, que exige la perfección, ataca a la persona diferente por ser quien es. Sociedad que no admite a quien no ingresa en los parámetros actuales de belleza. Parámetros que son tan cambiantes, que aquellas personas bellas de antaño hoy son consideradas poco agraciadas.

Esta comunidad global de las redes sociales instruye por sobre el colegio, dando importancia a modelos superficiales, creando un mundo de bellezas etéreas, banales, volátiles, sin contenidos morales.

Es una cultura que padece los cambios por su velocidad, que intranquiliza, que crea nuevos trastornos y especialmente que no alienta a la formación de un ser humano basado en el bienestar común, sino que alienta hacia el nihilismo, donde la persona solamente transita por cierto reconocimiento social momentáneo si gana mucho dinero, si vive cómodamente (sin importar las consecuencias).

Un mundo que le ha dado muerte a los ideales, creando una necesidad, un vacío que llenan con objetos materiales, cuando todos sabemos que se llena con afectos.

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Lo único que nos queda para contrarrestar este paradigma es refundar los valores. No hay que tenerle miedo a este tiempo vacío (horror vacui) sino aprovecharlo para lo nuevo.

Para ello debemos trabajar en familia y como familia, escuela de amor, formadora de individuos, consolidadora de la identidad. Se trabaja en el hogar como lugar físico acogedor, como nido donde madurará nuestro ser espiritual.

La transmisión de los valores éticos, morales y espirituales, cualquiera sea la religión que se profese, dará fin a esta etapa de la historia.

Regresar al respeto a los mayores, a las tradiciones, a la comunicación normativa y afectiva respetuosa y no dictatorial, a los modales (como el idioma de los cubiertos, dejar los celulares apagados antes de sentarse a la mesa, apagar la TV para favorecer el diálogo familiar, etc.).

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Las buenas costumbres no aseguran que los Trastornos de la Alimentación desaparezcan, ni que las denominadas enfermedades sociales no se produzcan, pero sí que se detecten tempranamente, que reduzcan en su crecimiento, que no haya más personas que fallezcan por un falso ideal.

* Mabel Bello es Médica psiquiátrica (UBA) y Magister en Neuropsicofarmacología. Es la fundadora y Presidenta Honoraria de ALUBA. NR

Fuente: Télam

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