Cultura
La guerra de los libros truchos se combate en la Ciudad de Buenos Aires
La banda liderada por “El Apócrifo” fue procesada. Documentos, los autores más afectados y el ranking de los libros más truchados.
(Ciudad de Buenos Aires) En Argentina, los libros falsificados provocan perdidas por 10 millones de dólares anuales para la industria editorial.
¿Quiénes son los principales damnificados por la piratería editorial? En primer lugar, los autores. “El perjuicio para el escritor es enorme ya que el derecho de autor es su salario. E incluso, en muchos casos, es doble ya que hay alteraciones en las obras pirateados por fallas en el copiado. Entonces, al perjuicio económico, se suma el daño moral por verse afectada su creación”, destaca Magdalena Iraizoz, directora ejecutiva del Centro de Administración de Derechos Reprográficos de la República Argentina (CADRA).
Para el periodista Jorge Fernández Díaz, autor de los best sellers “Mamá” y “La Logia de Cádiz”, los escritores son “los más amenazados de todos los artistas” por la piratería. “Si bien los discos se copian ilegalmente –argumenta–, los músicos tienen como fuente de ingreso los shows. Nosotros no podemos leer nuestros libros en vivo. Y por más que las películas truchas se vendan en todos lados, el cine sigue siendo una industria exitosa, con una gran afluencia de espectadores”. Por cada libro falso vendido, la editorial pierde el 55 % del precio de venta al público y el autor, entre el 10 y el 15%. Una primera edición en la Argentina puede ir de los 2.000 a los 20.000 ejemplares, y se considera un éxito cuando supera los 40.000.
Pero más allá de la editorial y el autor, la piratería afecta a toda la cadena de la industria editorial: desde el librero, hasta el distribuidor, pasando por correctores y diseñadores, y en última instancia, también al fisco. “Con las nuevas tecnologías, los márgenes de ganancia que manejan los que piratean son enormes. No pagan derechos, ni comisiones de venta y facturan en negro, lo que hace que puedan vender los libros falsos muy baratos”, indica Javier López Llovet, director para América Latina de Random House Mondadori, dueña de Sudamericana.
De hecho, el bajo precio de venta es uno de los elementos que da la pauta de que un libro es falso. Sin embargo, muchos textos falsificados se venden al precio de los originales, y el lector no detecta a simple vista el engaño.
“A diferencia de una película trucha –observa Carlos Díaz–, que quien la compra sabe que no es original, mucha gente adquiere libros de buena fe y están mal hechos porque no tienen el control de calidad que sí existe en la industria editorial legal”. En este punto, Fernando Peralta, gerente comercial de Ediciones B Argentina, puntualiza que “al perjuicio económico, se suma el daño a la imagen de la editorial que queda asociada a un libro de mala calidad”.
Según Díaz, “si bien el problema de la piratería se agravó, en el país no operan mafias tan bien organizadas como en Perú o Bolivia”. Y opina que “acá aún se la puede combatir”.
Para el periodista Jorge Fernández Díaz, “en un país donde el Gobierno consagró la truchada al subir a aviones oficiales a empresarios de la feria La Salada, no sorprende que se falsifiquen libros”. Por eso, al igual que todos los consultados, celebra los recientes procesamientos: “Que haya una sanción judicial quizás ayude a frenarlo”.

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