Sociedad
Hoy se cumplen 40 años de la noche de los lápices
El 16 de septiembre de 1976 comenzó el operativo de secuestro, tortura y desaparición de 10 estudiantes secundarios de La Plata, que reclamaban el boleto estudiantil.
(PBA) En la noche del 16 de septiembre de 1976, Francisco López Muntaner tenía 16 años y le decían “Panchito”. Vivía en La Plata y era hincha de Gimnasia. Estudiaba en la secundaria de Bellas Artes gracias a una beca que había obtenido. En 1974 comenzó a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación secundaria ligada a Montoneros, donde realizaba actividades solidarias, sociales y deportivas, a la vez que luchaba por la implementación del Boleto Estudiantil Secundario (BES). Los fines de semana los dedicaba a hacer voluntariado en barrios vulnerables.
Panchito era de clase media, por lo que podía pagar un boleto normal. Pero sabía que muchos de sus compañeros no. A pesar que el BES se había implementado en 1975 gracias a la lucha de los jóvenes, llegado el Golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, la Junta Militar progresivamente lo alteró hasta que en agosto lo eliminó definitivamente. Los militares sabían que eso iba a despertar las protestas de los estudiantes como Panchito.
El 16 de septiembre de 1976 a las cinco de la madrugada seis hombres uniformados llegaron a su casa en el número 2123 de la calle 17 de La Plata. Sólo dos de ellos tenían la cara descubierta. Los recibió Irma Muntaner de López, mamá de Panchito. A punta de pistola, los hombres le exigieron que los lleve hasta sus hijos. No le quedó otra que hacerlo hasta que se encontraron con Panchito.
— “Nos lo tenemos que llevar, señora. Cuando conteste lo que queremos saber se lo devolvemos”, dijo con firmeza uno de los uniformados.
— “Es que yo no sé nada”, se atrevió a decir el joven.
— “Entonces, pibe, atenete a las consecuencias”.
Panchito estuvo secuestrado durante meses en los centros clandestinos de detención Arana y Pozo de Banfield, donde también recibió torturas. Su cadáver nunca fue encontrado y constituye uno de los 30 mil desaparecidos de la última dictadura militar.
La de Panchito es una de las 10 historias de estudiantes secundarios que aquel 16 de septiembre de 1976 sintieron en carne propia la atrocidad de la dictadura militar en lo que se denominó como “La Noche de los Lápices”.
Los jóvenes secuestrados tenían entre 16 y 18 años, estudiaban en La Plata y luchaban por la implementación del Boleto Estudiantil Secundario. Además de Panchito, fueron secuestrados María Claudia Falcone (16 años), Claudio de Acha (17), Horacio Ángel Ungaro (17), Daniel Alberto Racero (18), María Clara Ciocchini (18), Pablo Díaz (18), Patricia Miranda (17), Gustavo Calotti (18) y Emilce Moler (17). La mayoría militaba en la UES, al igual que Panchito y en la Juventud Guevarista. Eran estudiantes de las escuelas platenses Normal Nº 3, Bellas Artes, Colegio Nacional y La Legión.
Díaz, Miranda, Calotti y Patricia recuperaron su libertad; los otros seis, en cambio, continúan desaparecidos.
El operativo policial
El operativo comenzó aquel 16 de septiembre y se prolongó hasta el 23. El mismo estuvo a cargo del Batallón 601 de Ejército, en conjunto con efectivos de la Policía Bonaerense.
Años después se encontró en la Jefatura de la Policía de la provincia de Buenos Aires un documento llamado especifícamente “La Noche de los Lápices”. El mismo, firmado por el comisario mayor Fernández, en ese momento asesor del Consejo del general Ramon Camps, y Miguel Etchecolatz, hablaba de que luego de desarticulados política e ideológicamente los sectores “subversivos” como universitarios, barriales o trabajadores, la piedra angular eran los “potenciales subversivos”, que eran los estudiantes secundarios líderes en sus escuelas.
En un documento hallado en la Jefatura de la Policía Bonaerense mencionaba a los estudiantes secundarios como “potenciales subversivos”. Panchito, De Acha, Ciocchini, Falcone, Racero y Ungaro fueron las víctimas de esa primera jornada de acción criminal. En tanto, un día después de esa trágica noche, el 17 de septiembre, un grupo de represores encapuchados se llevaron de su casa a Moler y lo mismo hicieron con Miranda, que estudiaban en el Colegio de Bellas Artes de La Plata pero que no tenía ninguna relación con la militancia política. Díaz, que estudiaba en la Escuela Media Nº 2 (“La Legión”, como se la conoce en La Plata) y formaba parte de la Juventud Guevarista, fue secuestrado el 21 de septiembre.
Todos los jóvenes pasaron por centros clandestinos pertenecientes al “Circuito Camps”: Destacamento de Arana, Brigada de Investigaciones de Quilmes, Jefatura de la provincia de Buenos Aires, comisarías de La Plata, Valentín Alsina, Lanús y Pozo de Banfield.
El horror
Los testimonios de los cuatro sobrevivientes -Díaz, Calotti, Moler y Miranda- en estrados judiciales registraron el horror de su cautiverio, en el que sufrieron la falta de comida, de higiene, de abrigo, sesiones de torturas, violaciones y hasta debieron asistir a muchachas embarazadas, por lo que se deduce que funcionaron maternidades clandestinas.
“En Arana me aplicaron la picana eléctrica en la boca, encías y genitales. Inclusive con una pinza me arrancaron una uña del pie. (…) Era muy común pasar varios días sin comer. Me tuvieron atado durante un largo tiempo con una soga al cuello”, contó a la Conadep Pablo Díaz.
“Me desnudaron y me pusieron en un catre. Yo seguía gritando. Me dijeron que me iban a dar una sesión de tortura para que no me olvidara. Me quemaron los labios. Cuando me llevaron me dijeron que me iban a dar la máquina de la verdad; yo les pedí que sí, que por favor me llevaran a esa máquina porque suponía que era una de esas de las películas donde indica si estoy mintiendo. Pero la máquina era al final la picana. Se sentía olor a carne quemada cuando me aplicaban la picana. Me pedían a cada rato que les diera nombres”, relató Díaz en el Juicio a las Juntas.
“Cuando llegamos a Arana yo digo que llegamos al infierno”, relató Moler en el juicio por el “Circuito Camps”. “La reducción a cosa: entramos ahí y dejamos de ser seres humanos, nos arrebataron el nombre, la identidad, nos cosificaron”, recordó, y mencionó manoseos, golpes, patadas y el uso de picana eléctrica. “A veces yo abría la mano sólo para frenar la tortura, no les decía nada. Paraban, pero después me daban más fuerte”.
Los sobrevivientes
Como una forma de imponer disciplinamiento mediante el esparcimiento de rumores y testimonios del horror, los militares dejaron en libertad a algunos de los jóvenes. Moler y Díaz lograron salir tras permanecer dos años entre cautivos y detenidos. Miranda también salió con vida de Arana, la trasladaron al Pozo de Quilmes y finalmente quedó alojada en la cárcel de Villa Devoto, a disposición del Poder Ejecutivo hasta marzo de 1978.
Calotti, que había terminado el secundario un año antes, cayó en cautiverio el 8 de septiembre, y se lo considera un sobreviviente de estos hechos, ya que padeció la tortura junto a estos jóvenes.
El resto de estos estudiantes secundarios permanecen aún desaparecidos y componen la nómina de 232 de adolescentes secuestrados durante la última dictadura cívico militar.
La película
La historia de los jóvenes fue contada en el cine en la película “La Noche de los Lápices”, de Héctor Olivera, estrenada en 1986 y basada en el libro de los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, publicado en 1985.
La película y el libro fue un éxito de taquilla y hasta el día de hoy sigue siendo una actividad fija verla en las escuelas secundarias del país. Protagonizada por Alejo García Pintos, Vita Escardó, Pablo Novak y Leonardo Sbaraglia, fue seleccionada en la competición oficial del Festival Internacional de Cine de Moscú de 1987, y nominada para su máximo galardón, el premio San Jorge de Oro.
La causa judicial
En 1987, el Congreso sancionó la Ley de Obediencia Debida luego de la rebelión carapintada que el teniente coronel Aldo Rico lideró contra el Gobierno constitucional de Raúl Alfonsín y que impidió que el comisario Miguel Etchecolatz, a cargo de la Dirección de Investigaciones de la Policía Bonaerense y mano derecha de Camps, fuera condenado por sus crímenes.
Tras derogarse en 2003 las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos dictados por el ex presidente Carlos Menem, se iniciaron los juicios de lesa humanidad y Etchecolatz recibió sentencias por varios crímenes: al ex policía se lo halló culpable junto a otros 15 represores en el juicio por los delitos cometidos en el “Circuito Camps”, un proceso en el que se investigó el caso de La Noche de los Lápices, además de otros crímenes perpetrados en los centros clandestinos de detención de La Plata y zonas cercanas.
Jóvenes del pasado, presente y futuro
La Noche de los Lápices constituye un hito en la construcción de la memoria del país y quedó instalado como uno de los tantos símbolos del horror de los militares que gobernaron al país a partir de marzo de 1976.
Esta fecha es también una invitación a pensar el rol de la juventud en los procesos de cambio. Se suele decir que “hay que cuidar a los jóvenes porque ellos son el futuro”. El problema que esconde esta frase es creer que los jóvenes sólo funcionan hacia adelante y no son considerados en el presente. Pero los jóvenes están ahí, viven, piensan, actúan y, como ejemplifican los chicos de La Noche de los Lápices, también luchan.
FUENTE: GIRABSAS
S.C.
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