Personajes
El legado de Cecilia Grierson, la mujer pionera de la Medicina
Se sobrepuso en un mundo dominado por hombres y dejó legados en una especialidad como la obstetricia
(CABA) Como suelen decir los que ven a alguien con una vida difícil, la protagonista de esta historia tuvo que remarla en un mar de dulce de leche. Y encima, con el viento en contra. Pero eso no la achicó, sino todo lo contrario. Enfrentó a la vida desde su preadolescencia (su padre murió cuando ella tenía 12 años). Se recibió de maestra y actuó como docente tanto en Buenos Aires (su ciudad natal) como en Entre Ríos. Y aunque en la Facultad le pusieron trabas, fue la primera mujer que, en 1889 y en la Argentina (algunos afirman que también en América del Sur) se recibió de médica. Hoy su nombre es símbolo de lucha, a pesar de que muchos desconocen quién fue Cecilia Grierson.
Nació en la Ciudad el 22 de noviembre de 1859, cuando Buenos Aires todavía ni siquiera era la Capital Federal del país. Su padre se llamaba John Parish Robertson Grierson, hijo de William Grierson, un inmigrante escocés que llegó a la Argentina en 1825. Su mamá fue Jane Duffy, hija de irlandeses. Y Cecilia fue la mayor de seis hermanos (Catalina, David, Juan, Tomás y Diego, eran los otros cinco). Hizo la primaria en colegios ingleses y luego su familia se radicó en una colonia escocesa en la provincia de Entre Ríos, que también trabajaba en zonas del Uruguay. Tras la muerte de su papá, a los 13 años empezó a trabajar como maestra rural, aunque no tenía ningún título habilitante. Aquello era común en esos tiempos y el sueldo lo cobraba su mamá. Radicada después en Buenos Aires, hizo la Escuela Normal y a los 19 años se recibió. “Creo que nací para ser maestra”, solía repetir. Pero su destino era otro. Angustiada por la enfermedad de su amiga Amalia Kenig, quiso dedicarse a la Medicina para ver la posibilidad de ayudarla a recuperarse. Kenig sufría de un problema respiratorio crónico y Grierson no pudo evitar su muerte. Pero igual, en 1883, ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas y el 2 de julio de 1889 se recibió. Claro que antes tuvo que superar muchas vallas por ser una mujer que se atrevía a actuar en un ámbito hasta entonces reservado para los hombres.
Ya en medio de su carrera universitaria, Grierson iba a mostrar que lo suyo no sólo pintaba para ser una buena profesional, sino también para mostrar su condición de líder y lograr avances. Por ejemplo, en 1886 creó la Escuela de Enfermería del Círculo Médico Argentino. Eso fue sólo un eslabón de su amplia actividad: en 1891 fue una de las fundadoras de la Asociación Médica Argentina; en 1892 colaboró con la realización de la primera cesárea en el país y en 1900 fundó el Consejo Nacional de Mujeres y la Asociación Obstétrica Nacional. Es que un año antes había estado en Londres (fue la vicepresidenta del Congreso Internacional de Mujeres) para después pasar casi medio año en París, perfeccionándose en Ginecología y Obstetricia, su especialidad médica.
No fueron sus únicos aportes. Además fue pionera en el tratamiento de niños con discapacidades y en 1910 presidió el Congreso Argentino de Mujeres Universitarias. Claro que su condición de mujer le seguía jugando en contra. Por ejemplo, nunca le permitieron hacer cirugías, aunque tenía capacidad y habilitación para hacerlas. Y la peor afrenta la sufrió en agosto de 1894, cuando ya llevaba cinco años como médica. Esa vez se inscribió en un concurso para ser profesora sustituta en la cátedra de Osbtetricia para parteras. Los evaluadores, para no admitir a Grierson por su sexo, declararon que el concurso quedaba desierto.
Ceclia Grierson murió el 10 de abril de 1934 (fue enterrada en el Cementerio Británico de Buenos Aires) y su cara redonda, su cabello castaño y sus ojos azules quedaron en el pasado. Nunca se casó ni tuvo descendientes. De todas maneras su nombre suele estar presente en hospitales y escuelas de todo el país. También, con la creación del barrio de Puerto Madero, en 1995 se decidió que una calle (la continuación de la avenida Córdoba hacia el río) llevara su nombre. Claro que en ese barrio no es la única mujer que se recuerda, ya que todas las calles de esa zona homenajean a figuras femeninas que dejaron huella. Entre ellas está Azucena Villaflor, una defensora de los derechos humanos y fundadora de las Madres de Plaza de Mayo en 1977. En su lucha por el secuestro y la desaparición de su hijo, también ella fue secuestrada y arrojada al mar desde un avión. Sus restos fueron hallados años más tarde y hoy las cenizas de su cuerpo descansan junto a la Pirámide de Mayo. NT
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