Policiales
Cómo opera una banda narco en plena Ciudad de Buenos Aires
Documentos revelan la estructura de un grupo de traficantes que utilizaba una villa en La Paternal para distribuir cocaína

(CABA) El asentamiento «Carbonilla», ubicado sobre las vías del Ferrocarril San Martín en el barrio de La Paternal, fue la base de operaciones utilizada por una banda de narcotraficantes para distribuir cocaína, desde diciembre de 2014 hasta septiembre de 2015.
Puntualmente, según documentos judiciales, el 29 de septiembre se realizaron ocho allanamientos donde las fuerzas de seguridad secuestraron casi dos kilos de cocaína, armas, municiones, dólares, pesos y teléfonos celulares. Los once miembros del grupo delictivo fueron acusados por la Fiscalía 6 de Comodoro Py.
La investigación, desarrollada por agentes de inteligencia de la Policía Metropolitana y la Policía Federal, revela que los narcotraficantes – en su mayoría de nacionalidad peruana – integran una célula perteneciente a otra organización criminal mayor que posee distintas ramificaciones.
La banda tenía tres líderes: uno nació en la capital peruana de Lima, otro en la localidad de Trujillo y el tercero, argentino, es oriundo del Barrio Rivadavia I, en el Bajo Flores.
Uno de ellos, cuyas iniciales son M.V.H, se desenvolvía como el jefe operativo. Viajaba armado, disponía de automóviles que no estaban a su nombre, se encontraba con otras personas y dialogaban desde los vehículos, dejaba paquetes en distintos puntos de la ciudad y – sentado a una mesa sin comer ni beber – mantenía reuniones en restaurantes. Aseguran que, a veces, se movía con un vehículo auxiliar para controlar que el camino estuviera libre, sin operativos policiales.
Estaba atento en cualquier lugar que pisaba. La investigación lo describe como un hombre que «permanecía en estado de alerta a todos los movimientos de la cuadra y a las personas que pasaban». Se movía como si supiera que lo seguían: «Se detiene a mitad de camino, realiza ‘giros en U’ y maneja en contramano», dijeron los agentes federales.
En su casa del barrio Pompeya hallaron más de cien mil pesos y 64.000 dólares.
Los investigadores destacaron, a su vez, la «ausencia de cualquier tipo de trabajo que permita generar ingresos que justifiquen su estilo de vida» – como también el de su madre y hermana -, además de los giros de dinero a familiares en el exterior, realizados al menos desde 2007.
Según narran, llegaba siempre de noche a la villa de La Paternal. Cuando fue detenido, en un aguantadero, secuestraron una pistola negra marca Taurus calibre 40. Los agentes también encontraron, durante los allanamientos, un revólver calibre 38 marca Smith & Wesson plateado.
La distribución de la cocaína
En la villa Carbonilla operaban los otros ocho miembros de la banda, que fueron denunciados anónimamente. En 2015, uno de los líderes se instaló allí para supervisar el ilícito negocio.
Tenían al menos cuatro puntos confirmados de venta en distintos sectores y, según los datos a los que accedió este medio, «contaban con personas jóvenes que operaban como ‘soldados’ para supervisar los accesos a la villa y velar por la seguridad» de un hombre cuyas iniciales son C.E.G.P, y era el encargado de mover la venta de drogas en el asentamiento.
También reclutaban a otras personas para que contacten a los compradores que llegaban a los distintos pasillos, por ejemplo el de la intersección de las calles Añasco y Álvarez Jonte.
C.E.G.P regenteaba dos aguantaderos en el barrio: uno lo usaba como vivienda, y en el otro distribuía la droga. Era secundado por otro líder barrial, cuyas iniciales son C.M.Z, que llevaba más de cinco mil pesos en el bolsillo cuando fue detenido. Los agentes de inteligencia también confirmaron que algunos de los operadores distribuían paco.
Al asentamiento, la droga llegaba en taxi. Y la mayoría de los lugartenientes fueron detenidos con miles de pesos en su poder, lo que pone de manifiesto que era elevado el número de adictos que concurrían al lugar.
La banda sostenía sus comunicaciones con decenas de teléfonos celulares. Todos los detenidos tenían distintos chips, que fueron incautados y analizados, para determinar finalmente que existía un estrecho y frecuente contacto entre todos los denunciados. Utilizaban tarjetas de memoria como depósitos de datos.
Cuando los líderes de la banda cayeron, estaban en el asentamiento reunidos con sus operadores locales. A ese encuentro llegaron en autos cuyo valor supera los cien mil pesos.
En el aguantadero de C.E.G.P, había droga y municiones. Durante los allanamientos, también los agentes encontraron una casa destinada a la preparación y fraccionamiento: incautaron tres balanzas y la mayor parte de la cocaína. Allí, cayó una mujer cuyas iniciales son A.H.B, que recaudaba el dinero.
Durante su declaración, los once imputados negaron integrar una red dedicada al narcotráfico. Sin embargo, deberán enfrentar una acusación grave: «Comercio de estupefacientes agravado por haber intervenido tres o más personas organizadas».
JB:
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