Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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Opinion

Cómo eliminar la carencia de viviendas

Construir dos millones y medio de soluciones habitacionales puede eliminar el déficit, pero puede ser un riesgo para las ciudades.

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(PBA) Sonia vive en San Francisco Solano con su marido, cuatro hijos, el novio de la hija mayor y el bebé de la pareja. Sonia no sabe que su familia engrosa el déficit habitacional de muchas formas, pero percibe que no está todo bien. Techos con goteras y sin aislación, paredes sin revocar y la falta de agua caliente clasifican a su querido hogar como “vivienda deficitaria”, una categoría que es la mayor parte del déficit.

Aunque parezca mentira, hoy en la Argentina, ocho de cada diez familias con problemas de vivienda los solucionarían refaccionando casas que ya tienen. Y todo por un tercio de lo que cuesta construir una vivienda nueva. Se necesitarían cerca de dos millones de este tipo de soluciones para que la parte más importante del déficit desaparezca. Pero todo el mundo (políticos, beneficiarios y empresarios de la construcción) prefieren construir barrios enteros que arreglar casas existentes. Son más fáciles de hacer, demandan más dinero y son muchísimo más visibles.

El hogar de Sonia engloba varios tipos de carencias. Para los encuestadores, la familia que forman Yeni (la hija mayor) con su novio y el bebé constituye un segundo hogar más bajo el mismo techo. Suma en el déficit cuantitativo (cuanti), ése que sólo se resuelve construyendo casas nuevas.

Además de los problemas constructivos, la casa de Sonia tiene un solo cuarto y el living-cocina-comedor. Para los censistas, eso es hacinamiento y vuelve a sumar al déficit cualitativo (cuali).

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El déficit habitacional no es nuevo y es muy difícil de domar. Existe desde siempre, pero se ha ido incrementando en la medida en que los argentinos somos más. Para algunos, hoy ronda los dos millones de viviendas. Otros hablan de que el 25% de los hogares necesita vivienda. Los cálculos más pesimistas estiman el déficit en casi 2,5 millones de hogares, de los cuales 2.237.529 necesitan arreglos en las casas que ya tienen y 299.217 necesitan viviendas nuevas.

Eliana, la cuñada de Sonia, con menos suerte que su comadre, consiguió hace diez años una casilla en la villa Itatí de Quilmes. Allí, viven con su compañero y sus tres hijas, pero la vivienda es irrecuperable y tendría que ser reemplazada por una totalmente nueva, suma al déficit cuanti. En la misma situación está la familia de Anselmo Quispe que vino de Bolivia hace dos años y vive en la villa 20. Cinco en una habitación, segundo piso por escalera, cuarto sin baño que alquilan al precio de un departamento de dos ambientes en Palermo. La políticas habitacionales no incluyen a los extranjeros, pero los censos computan sus necesidades.

Por otro lado, para contener el crecimiento natural del déficit habría que construir 122.683 casas todos los años. Partiendo de las estimaciones más pesimistas, para eliminar el déficit en una década habría que construir 160 mil viviendas nuevas por año y arreglar 226 mil existentes. Es decir: 386 mil soluciones habitacionales anuales.

Pero la cuenta no es tan sencilla, muchos de los arreglos y de las viviendas hechas con la dudosa calidad actual estarán deterioradas en 10 años. Mientras construimos, el deterioro engrosaría el déficit cuali.

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¿Se puede eliminar el déficit de vivienda? Relativamente. Si fuera una cuestión económica, además del dinero, habría que tener en cuenta que una campaña constructora de ese tipo pondría en crisis el sistema productivo nacional y aumentaría los precios de materiales y mano de obra.

Aún así, no estaría mal. Con ganas, planificación y billetes se puede prever casi todo y, como sabemos, la construcción tienen una gran capacidad de activación económica.

El problema principal es que las viviendas no se fabrican como caramelos y se distribuyen en bolsitas. La construcción de 2,5 millones de soluciones habitacionales tendría un impacto riesgoso en el desarrollo de las ciudades.

Hasta hoy, la mayoría de los barrios sociales se construye lejos del casco urbano existente; esto genera una expansión urbana irracional que no solo reclama mayores gastos en infraestructura y transporte sino que también segrega a los beneficiarios pobres del conjunto de los ciudadanos. Sonia, Yeni, Eliana y Anselmo merecen vivir en una ciudad que los incluya, codearse con otros sectores sociales y culturales.

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Con ricos viviendo en countries y pobres habitando en barrios alejados, la función democratizadora y ecualizadora social de la ciudad se pone en riesgo.

En la forma en que se solucione el déficit habitacional se juega el futuro de las ciudades democráticas. DD

Autor: Miguel Jurado

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