maraton
Cobanea, la abuela olímpica que no perdió la pasión por correr
Aquella nena de 12 años que un día se animó a correr en una plaza de su Tandil natal y ganó la competencia es hoy esta abuela de 50 que sigue subiéndose a los podios, ahora con su nieta Melanie. Olímpica en los 5.000 metros de Sydney 2000, Elisa Noemí Cobanea no abandona su pasión por correr y de a poco incursiona en las pruebas de montaña, tanto que fue segunda en el reciente K15 de Villa La Angostura, donde trepó y bajó el cerro Belvedere. “Si bien continúo corriendo en la calle, porque es lo que me gusta y me apasiona, mecho estas pruebas porque las disfruto. En Tandil tengo las subidas y bajadas de los cerros para entrenarme. Lo que tienen de diferente estas carreras es que el paisaje es distinto y se hace solo”, le contó a Clarín en la ciudad neuquina.
-¿Cómo hiciste para mantener tu pasión por correr durante 38 años?
-El atletismo no se puede abandonar, aunque ahora sea más complicado, porque tengo que correr contra la edad, porque no me puedo entrenar regularmente ya que los descansos son más largos y porque las fatigas no se van tan rápido como antes. Pero no me engancho con eso y soy muy positiva. Creo que yo puedo y todos podemos. Si no, no se pondrían en la línea de partida tanta gente común que busca su desafío personal. Lo bueno es desafiarte. Si puedo ganar, gano. Y si no gano es porque no pude, pero al menos logré intentar hacer lo mejor.
Cobanea fue la dueña de los récords argentinos de los 3.000 (9m15s63 el 14 de marzo de 1998) y de los 5.000 metros (15m54s48 el 26 de marzo de 2000) y esas marcas siguen siendo hoy la quinta y la tercera mejores del ranking argentino histórico, respectivamente. Mientras que está octava en los 10.000 metros (34m24s7 el 8 de octubre de 1994) y séptima en el medio maratón (1h14m30 el 3 de septiembre de 1995).
-Marcaste época en tu mejor momento. ¿Seguís sintiéndote una referente del atletismo nacional?
-Fui, soy y seguiré siendo una referente, porque tengo tiempos y objetivos logrados que aún no se han bajado. Como todos los que están en la punta de la cima, en la elite, en aquella época iba para todos lados en el medio de una vorágine de concentraciones, prensa y torneos. Cuando sos profesional, no hacés nada más que enfocarte en vos mismo. Ojalá que las chicas que vienen de atrás logren hacer lo mismo o más que yo. Disfruté mi momento y fui muy feliz. Hoy estoy más relajada.
-Cuando comparás el atletismo argentino de tu época y del presente, ¿qué notás?
-Habrá un poco más de sponsors para los que llegan, pero el atletismo argentino involucionó. Es lamentable decirlo, pero los pocos grandes atletas que llegan, hacen una marca una vez y nunca más. Es muy feo decirlo, pero es la realidad. Estuve 11 años en el país ganando invicta, pero no porque no me trajeran a nadie. Y las marcas las tenía con regularidad. No entiendo por qué no sucede hoy lo mismo en el atletismo de fondo. Ojalá que entre los sponsors y los dirigentes apoyen a las chicas para poder tratar de ser mejor y esto sea sólo una etapa.
-Ante este panorama que planteás, ¿qué se podría haber hecho para tener otro camino?
-Los que nos dirigen, que son como nuestros papás, nos tienen que enfocar hacia donde vamos. Hoy se prioriza el ego y no la humildad para poder lograr cosas. A nivel mundial, los más humildes son los más grandes. Las medallas te las colgás porque sos mejor que el resto. No soy la dueña del saber, pero digo lo que siento.
-¿Cómo analizás que más mujeres se destaquen en medio maratón y en maratón antes que en la pista?
-Las mujeres no están ni cerca de mis tiempos en 5.000 metros. Y a nivel mundial, mejor que ni lo intenten. Estamos muy lejos. Ahora se largan a competir en el maratón porque creen que es lo más fácil. Y lo hacen sin medir la edad: a los 20 o a los 30 años hacen maratón porque creen que con eso van a poder salvar el ego deportivo que tienen. Y hay tanto para hacer en el atletismo como para enfocarse solamente en algo tan loco como correr maratones durante 20 años. Eso es responsabilidad también de los dirigentes y los entrenadores que las enfocan a eso.
-¿Falta orientación en la detección de talentos para las diferentes pruebas de pista?
-Hay que entender que podés ser un buen deportista sin necesidad de ir a unos Juegos Olímpicos. Es cierto que ser olímpico es tocar el cielo con las manos y quedarte con una experiencia que no se puede contar con palabras ni recordar sólo con fotos o filmaciones. Si hacés bien las cosas en el atletismo, es todo tan rico que no necesitás ser top, olímpico o campeón mundial. La porción de atletas que va a unos Juegos Olímpicos es ínfima. ¿Cuántos deportistas buenos tenemos que no van? A esos hay que enfocarlos para tener un buen semillero abajo.
Elisa Cobanea se hidrata una vez más después de su segundo puesto en el K15 organizado por Patagonia Eventos, en la previa de esa fiesta que fue el K42, y cada tanto recibe saludos de un competidor que pasó por los mismos lugares por los que ella pasó más rápido, pero con la misma felicidad. Y ella abraza esas sonrisas. “Me pone muy bien ver tanta gente corriendo. Cuando arranqué, me ponía una calza y me señalaban por la calle como una ridícula -recuerda-. Hoy te alienta gente común que hace los mandados. Cambió la mentalidad para darse cuenta de que el deporte es salud y genera el placer de correr y de querer llegar”.
-¿Es un fenómeno que no tiene vuelta atrás?
-Una vez que probás este desafío, es una adicción. Al principio no sabés qué hacer, porque pensás si te va a dar vergüenza. Pero como correr no tiene límites, porque no sabés hasta dónde podés llevar tu cuerpo y cada carrera es distinta, es permanentemente desafiante. Más allá de ser un cable a tierra para la gente que vive con problemas y estrés. Lo mejor que te puede pasar es pensar que podés hacer algo y lograrlo.
Más allá de la gratificación de ser una atleta olímpica, con 16m16s58 en los 5.000 metros de Sydney 2000, para Elisa Cobanea esa experiencia tuvo contratiempos de principio a fin. Cuando el 26 de marzo de 2000 logró la marca B pedida por la IAAF por apenas 12 centésimas, al correr sola en la pista “Justo Román” de Mar del Plata, se produjo una situación insólita. “Ese día sólo me enteré de que había bajado mi récord argentino -recuerda-. Fueron mis amigos los que me avisaron de mi clasificación. A los dirigentes les dije que si no iba, se comían un juicio porque era lo que merecía”.
Cobanea fue a Sydney, compitió y no quiso saber más nada. “Me tomé el primer avión de regreso y dije que no me ponía más la camiseta del país porque la pasé muy mal -confiesa-. Hubo falta de compañerismo, porque con Oscar (Cortínez) nos manejábamos solos en el medio de la nada. Parecíamos fuera de la delegación: las zapatillas eran grandes, la indumentaria se me caía y me dieron un bolso de rejunte porque había sido la última en hacer la marca”.
FUENTE: CLARÍN
S.C.
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