Buenos Aires, 11/10/2024, edición Nº 4349
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Carolina Barone, la esposa del legislador PRO Garayalde, logró tener su página en Clarín

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El periodista Hernan Firpo le dedicó gran espacio en un matutino porteño en su sección Porteños por su labor en “Martes Rojo”. Carolina Barone arrancó una cruzada anti-trata despegando todo tipo de volantes de oferta sexual.

carolina-barone-esposagarayalde-parabuenosaires(Ciudad de Buenos Aires) A la hora que estás leyendo esta nota por ahí ya pasó o por ahí esté por empezar un nuevo “Martes Rojo”. En el microcentro, una vez por semana y a la hora señalada, se organizan los martes rojos, esfuerzo de Carolina Barone, una politóloga que ya no está tan sola como cuando empezó su cruzada anti-trata. La acompañan chicos, chicas, hombres, mujeres y también infantes –hijos de– que atraviesan el centro como un obús despegando cualquier tipo de volantes de oferta sexual.

“Es una misión casi imposible. Si podés fijate y te vas a dar cuenta: ya no ponen siluetas de mujeres, sino conejitas o una manzanita mordida… No, no es un triunfo nuestro, pero estos tipos son conscientes de que los estamos siguiendo y sacando fotos. Los Martes Rojos son un granito de arena contra la trata. ¿Por qué martes? Porque un martes de diciembre del año pasado iban a darse a conocer los fundamentos del caso Marita Verón en la capital tucumana. Después finalmente ocurrió un miércoles, pero el repudio al fallo ya había empezado antes. Fue tan indignante, tan asqueroso lo que pasó con esas absoluciones…” Lo del color rojo que caracteriza a estos martes es por las bolsas, bolsas rojas, bolsas de residuos patológicos donde ponen las miles de despegatinas. “Porque como mujeres nos sentimos así, como basura. Yo antes salía sola y sacaba los papelitos. Lo bueno es que cada vez somos más y más”.

Un martes como cualquiera de estos martes, Carolina y su gente se reúnen a la una de la tarde en Carlos Pellegrini y Corrientes. Pasan por el microcentro, Florida, Lavalle, y hay gente que las aplaude. Su presencia llama la atención que ya quisiera la solitaria estatua viviente ( movediza de tan aburrida, pobre ). Un flaco les grita su apoyo desde una ventana y quiere saber cuándo y dónde. Carolina grita la información. Aplauden desde un kiosco de diarios forrado de imágenes papales ( el papa inmóvil ), y a su paso se va sumando gente. Es como si Carolina fuera algo del flautista de Hamelin.

“La prostitución nunca puede ser considerada una salida laboral. La mujer no elige ser prostituta. Nunca. El Estado tiene que estar presente para que esas mujeres consigan un trabajo de verdad –dice–. Tal vez ejercen por un mandato cultural o social, o porque sus madres también hicieron lo mismo y lo ven como algo natural”.

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Ahora hay que hacer de cuenta que llega el aguafiestas que le dice: con tanto Papa, ¿no vendría bien un poquito de abogado del diablo? Aparte, Carolina está sentada en el bar de un convento ubicado en San Martín al 700 (“el oasis de los oficinistas”). El caso Marita Verón, aberrante por donde lo mires, ¿no crees que terminó estigmatizando al oficio más viejo del mundo?

“No es el oficio más viejo del mundo. Es la esclavitud más vieja – se planta -. La prostitución no es un trabajo y con las despegatinas buscamos visibilizar la explotación de mujeres. Hay empresas que lucran con el cuerpo de la mujer”.

Claudia Brizuela, integrante de Ammar, una asociación de mujeres meretrices, le dijo a este diario que ellas repudian la trata, pero piden que separen las cosas. “Yo soy dueña y señora de hacer lo que quiero”, dice Claudia. “Soy mayor de edad y tengo decisión propia. Si por ejemplo nos cierran las whiskerías y nos sacan la publicidad, nos están empujando a la clandestinidad. O sea, y para ser más clara, no nos están teniendo en cuenta en la mesa de trabajo”.

Carolina, puro y genuino entusiasmo, dice que nunca escuchó la otra campana: “Yo no hablé con prostitutas de las llamadas autónomas. Me debo eso, sí, es una materia pendiente, no tengo porque negarlo. Igual, no somos cazaputas, no cazamos prostitutas. Ellas saben que existimos y nunca tuvimos ningún problema con ellas. Ni un reclamo, nada. Saben cual es nuestro objetivo y saben que estamos muy claramente enfocados”.

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¿Y si las putas fueran desacreditadas desde siempre por desconocer el concepto de plusvalía? Es más, ¿si por obra y gracia de la eyaculación precoz – problema que afecta a la mitad de los hombres – las putas fueran los individuos que más caro venden su fuerza de trabajo? ¿Si hiciéramos un esfuerzo sofista y las estudiáramos como una especie de motín antisistema? ¿Si se tratara de las únicas mujeres capaces de enfrentar la “cosificación” de un modo agriamente contrafáctico?

“Vos te preguntás todo eso y yo me pregunto cómo sabés si no están en un privado como víctimas de un engaño o de un secuestro. Si no las tienen amenazadas de muerte. Te repito: no somos cazaputas, actuamos en contra de la trata y lo que hacemos nos da mucho miedo. Nos amenazan, nos insultan. Estamos para enfrentar a los sinvergüenzas que maltratan y lucran con el cuerpo de la mujer. Básicamente eso”.

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