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Borges, Cortazar Rushdie, Charlie Hebdó y Harry Potter
Desde los inicios mismos de la historia humana la asociación necesaria entre poder económico, poder político militar y religión se ha reflejado en las construcciones y en la interacción templo, palacio. La religión venía a ser legitimadora del poder político y remite a un pasado mítico para justificar la dominación de unos pocos hombres sobre inmensas mayorías. De hecho, los primeros escribas surgen para satisfacer la necesidad de registrar la historia sagrada, el origen mítico de las dinastías o del rey que ejerce el poder, siempre por mandato de algún dios.

Escribe Aníbal Barengo
Las religiones del libro, precursoras del monoteísmo ético y surgidas en Medio Oriente, fueron fundacionales a la hora de pensar la cultura occidental y establecieron las bases del surgimiento de estados modernos. El judaísmo y el cristianismo y seis siglos después de Cristo la predicación de Mahoma, que otorgó identidad comunitaria a unos beduinos dispersos en el desierto que se reconocieron sujetos sociales a partir de la cohesión religiosa, reconocían “Mi padre fue un arameo errante”, que se refiere a Abraham como “Padre de naciones”, paternidad y origen que puede aplicarse a las tres corrientes de pensamiento religioso que plantean normas éticas de convivencia con el prójimo, respeto por la vida y solidaridad comunitaria.
El nombre de Alá está emparentado etimológicamente al “El” o “Elohim” hebreo, mucho más que el “Dios” en español que es la latinización del nombre propio del dios griego Zeus.
El segundo mandamiento del decálogo que aparece reiterado en la Torá, tanto en el libro del Éxodo como en el Deuteronomio reza que “No tomarás el nombre de Dios en vano” Muchos religiosos de diversos colores no han oído el aspecto profundamente humanista de esta recomendación, y en nombre de Dios se han encendido hogueras, se ha crucificado, se han bendecido armas de destrucción masiva y se ha condenado a quien piensa diferente, no de Dios,, sino de la interpretación que hacen exegetas y hermeneutas de los discursos cambiantes de los gestores de las creencias de los pueblos.
Desde los inicios mismos de la historia humana la asociación necesaria entre poder económico, poder político militar y religión se ha reflejado en las construcciones y en la interacción templo, palacio. La religión venía a ser legitimadora del poder político y remite a un pasado mítico para justificar la dominación de unos pocos hombres sobre inmensas mayorías. De hecho, los primeros escribas surgen para satisfacer la necesidad de registrar la historia sagrada, el origen mítico de las dinastías o del rey que ejerce el poder, siempre por mandato de algún dios.
Las condenas de Sócrates, Galileo, Giordano Bruno, Jan Huss, Baruch Spinoza, o Salman Rushdie no fueron esgrimidas por motivos religiosos. La religión es aquello que une la personalidad humana con lo más profundo, trascendente y elevado de su ser. Religión viene de re . ligare: volver a unir aquello que estaba separado. La tendencia a matar, excluir, exiliar al que piensa diferente habla de una profunda debilidad del que juzga, desde un sitial con capacidad para destruir y manipular almas serviles. Se trata de bajos y oscuros instintos. Pulsión de muerte. Religión es otra cosa.
Cuando en el siglo XVI Martín Lutero fue excomulgado por una bula papal, cualquier cristiano que se cruzara con él tenía el deber moral de asesinarlo bajo pena de complicidad con el hereje si no ejecutaba la orden política de una autoridad religiosa. Similar a la “Fatua” dictaminada por un Ayatolá que ordena el asesinato de un escritor en 1989, mientras en Argentina un presidente de origen musulmán que decía que había leído las obras completas de Sócrates era erigido en la cumbre del poder.
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No hay diferencia sustancial entre la fatua contra Salman Rushdie frente al exilio de Borges y Cortázar o la estigmatización de periodistas, artistas, escritores e intelectuales.
Un joven que ni siquiera había nacido cuando la fatua contra Rushdie fue decretada, que no creo que haya leído “Versos satánicos” fue el soldadito que ejecutó la orden de un líder político con capacidad de manipular voluntades según su arbitrio. “Versos satánicos” cuenta la historia de los sobrevivientes de un accidente aéreo luego de un atentado.
En el año 2015 doce personas fueron asesinadas luego del atentado contra la revista francesa Charlie Hebdó. Rushdie y la revista fueron señalados como burlándose de Mahoma, el profeta que en el siglo seis unificó a las dispersas tribus árabes en pos de la fe en Alá y les dio el Corán como libro sagrado. Gracias al aporte árabe y a filósofos de la talla de Avicena y Averroes es que occidente recupera a Aristóteles, que es traducido al latín desde el árabe. ¿Qué hubiera sido de excelsos pensadores como Avicena y Averroes si algún Ayatolá hubiera puesto precio a sus vidas por atreverse a pensar la “falsafá”?
Es el poder político y militar. Es la soberbia de la geopolítica, de los que pretenden erigirse como dueños de las conciencias y las almas de las personas y de los pueblos los que decretan muertes. Pero siempre surge un soldadito que ejecuta, No es la religión, es la manipulación y el mal uso del nombre de Dios.
Luego del atentado criminal contra Salman Rushdie en Nueva York, que aún lucha por su vida tras recibir dos puñaladas en el cuello y en el rostro, numerosos escritores de todo el mundo se han solidarizado con él. Basta entrar a Twitter para corroborarlo. Por supuesto no falta el “me solidarizo con Rushdie pero,,,” Sin peros ante la barbarie criminal ante un escritor cuyas únicas armas peligrosas son su pluma o su ordenador. No seamos cínicos: la solidaridad en sin “peros”
JK Rowling, la autora inglesa de Harry Potter también se solidarizó con Rushdie pero el terror también funciona en las redes sociales. Se reacciona a la reacción. Y un soldadito de las redes, cobarde y pretendiéndose impune le respondió con una amenaza, lo que motivó que la escritora denuncie ante Twitter y ante las autoridades policiales.
Necesitamos un mundo con más pensadores, más artistas, más gente de la cultura que se exprese con libertad y menos fanatismo. Pero los fanatismos nos van ganando la partida. Y los que nos creemos amplios y tolerantes nos vemos muchas veces en la necesidad de admitir al fanático justamente en nombre de la libertad que profesamos. Ya lo señaló Kant precisamente: La modernidad conlleva el germen de su propia destrucción.
Voy a ir cerrando con la cita a un profesor de historia contemporánea ante las quejas del estudiantado por sus referencias a acontecimientos religiosos: “Usted puede ser ateo, pero en mi cátedra no le otorgaré el derecho de ser ignorante”.
Las amenazas, exclusiones, marginaciones y muertes vienen de poderes fácticos, vulnerables, temerosos de ser cuestionados. Ídolos con pies de barro.
Los que profesamos alguna clase de fe republicana queremos seguir leyendo libros aunque no estemos de acuerdo con todo lo que digan porque creemos que la convivencia democrática se resume en una cita recurrente de Voltaire: “detesto lo que Ud. dice pero estoy dispuesto a ofrecer mi vida para que tenga el derecho de sostener su opinión”.

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