Buenos Aires, 15/12/2024, edición Nº 4414
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Ambulancias atienden en las villas porteñas con enfermeras y choferes que además son vecinos

Son cinco camionetas que llegan al interior de los asentamientos, donde el SAME sólo ingresa acompañado con custodia policial.

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(CABA) Son las seis de la tarde y el turno viene tranquilo: hubo un alerta amarilla de un vecino con malestares estomacales y un traslado de una madre con su hijo (a quien no puede dejar solo en la casa) hasta la farmacia social, con regreso incluido.

Pero de repente, a Valeria Chaparro le suena el handy. Se acerca a la cabina y grita: “¡Alerta roja!, Centenera y Cobo”. La tranquilidad se termina: “el Correntino”, el chofer, dobla a la derecha por un pasillo en el que apenas entra su ambulancia y acelera como sólo puede hacerlo él, que conoce y vive en el barrio. Entre las cubiertas y los cordones no debe haber más 25 centímetros. Ya puso quinta y con la mano derecha toca la sirena. En el Barrio Rivadavia 1, del Bajo Flores, apurarse es difícil: por este pasillo sólo cabe un auto y como es doble mano toca frenar a cada rato. En una esquina, “el Correntino” frena de golpe por la maniobra de un vecino que estaciona su taxi. Casi chocan. Pero a los tres minutos la ambulancia llega a la esquina donde un hombre mayor está tirado sobre la vereda, con el casco. Es un accidente en moto.

Valeria y Viviana Serrano, las enfermeras, bajan y hacen las primeras atenciones. Vladimir Sacaca, el rescatista, prepara la camilla y junto a “el Correntino” lo suben a la ambulancia. Todo en menos de tres minutos.

La escena sólo tiene algo distinto. La ambulancia que interviene no es del SAME, sino de la Corriente Villera Independiente (CVI) y lleva imágenes del Che Guevara y el Padre Mujica. Y los cuatro profesionales que ahora están trasladando al paciente hasta el hospital Piñero son vecinos de la villa 1-11-14. La ambulancia siempre está de guardia a media cuadra de la villa, garantizando, también gracias a un chofer que es vecino y conoce el lugar, la rapidez en el servicio.

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Esta es una de las cinco ambulancias que funcionan en la Ciudad desde febrero de 2015. La mayoría de los casos son intervenciones en las villas porteñas, donde el SAME sólo puede ingresar con custodia policial y eso lleva tiempo, minutos que no sobran en un accidente. En este caso actuaron en Parque Chacabuco. “Seguramente habrá sido un vecino de la 1-11-14 que presenció el accidente y nos llamó y fuimos”, dice Marina Joski, que es coordinadora central de emergencia.

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Valeria Chaparro, la enfermera, es de un pueblito de Salta y llegó a la ciudad a los 14 años. Al tiempo dejó sus estudios. Pero trabajando con cama adentro dice que su patrona la incentivó a retomar la secundaria. Después comenzó a cursar Enfermería. Se recibió, se juntó y se mudó a la villa. Ya trabajaba haciendo limpieza de un banco. De madrugada; de día barría las calles de su barrio. Y los fines de semana y feriados hacía curaciones a domicilio para una obra social. Recién cinco años después de recibirse pudo vivir de su profesión. Es enfermera en la 1-11-14 y en la villa 31.

Su jornada laboral tiene un horario, pero su trabajo no. “Los vecinos me vienen a tocar la puerta a cualquier hora y me dicen ‘trae tu ambulancia’”, cuenta. “Y uno actúa igual: voy y hago la primera atención con el botiquín que tenemos las enfermeras del barrio. Trabajar con los vecinos es muy lindo; antes no sabía las necesidades del barrio. La gente es muy agradecida y nos dan tarjetas de Fin de año y nos preparan bolsas de Navidad”.

María Acosta tiene 47 años. Es viuda y mamá de Octavio, de 18, que sufre una enfermedad que le produce deficiencia mental, motriz y sensorial. Vive en Barrio Rivadavia 1, pegado a la 1-11-14. Eso es un problema para ella, en cuanto a la enfermedad de su hijo, que se mueve en silla de ruedas: “Figura como zona peligrosa y mi obra social no me envía los autos para los traslados ni las ambulancias”, dice. Y recuerda la mañana que su marido se descompuso y desde OSECAC le respondieron que era complicado que el mandaran una ambulancia a su casa. “Un poco los entiendo porque yo también tengo miedo, pero mi hijo tiene todo en contra y no puede progresar”, comenta.

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Hasta que hace más de un año un barrendero del barrio le habló de la ambulancia villera. María creyó que como tenía obra social, no podría gozar del servicio. Se equivocó. Hoy la ambulancia traslada a su hijo dos veces por semana, gratis. Y llegó a hacerlo de lunes a viernes cuando fue necesario. “A mí, la ambulancia villera me generó muchas soluciones. Si la obra social cumpliera mi hijo podría ir a un colegio y yo salir a trabajar”.

“Si en el barrio dictaran Enfermería muchas elegirían la carrera”, dice Viviana Serrano (26), vecina de la 1-11-14 y enfermera. Ya se inscribió en la Licenciatura y aspira a convertirse en docente y formar a sus vecinas. Mientras estudiaba, trabajó en una verdulería, hizo limpieza y delivery. Creció viendo las dificultades de sus vecinos cuando necesitaban una ambulancia. En la CVI comenzó como rescatista, después de hacer los cursos. Hasta que tuvo la oportunidad de trabajar como enfermera. “Siempre me gustó ayudar y sé la necesidad del barrio. Más allá del horario está bueno que haya vecinos que sepan hacen primeras atenciones. A nosotras no nos importan los horarios. No nos desentendemos. Si hay una necesidad en el barrio, ahí vamos a estar”. NR

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