Buenos Aires, 14/12/2024, edición Nº 4413
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Diego Valenzuela presenta su libro sobre Sarmiento periodista

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El periodista y ex asesor de Francisco de Narváez en políticas sociales, Diego Valenzuela, actualmente encargado en la Unidad de Proyectos Especiales Área Metropolitana de Buenos Aires (UPEAMBA), presenta su libro sobre “Sarmiento periodista”.

(Ciudad de Buenos Aires) El multifacético Diego Valenzuela (periodista, docente, asesor, economista, escritor, etc) analiza desde su nuevo libro  la figura del prócer Domingo Faustino Sarmiento desde su labor en la prensa. Lo llama “el caudillo de la pluma”.

La escuela de hoy es el presupuesto de la política dentro de diez años, cuando los niños sean ciudadanos”, escribió Domingo Faustino Sarmiento poco después de la Batalla de Caseros, para concluir con su ya conocido: “Hay que educar al soberano”. La mayor herramienta para promover sus ideas educativas y llevar adelante las reformas que necesitaban del apoyo de políticos, intelectuales y, sobre todo, de la opinión pública, fue la prensa. Así lo subrayan los periodistas e historiadores Diego Valenzuela y Mercedes Sanguinetti, quienes hace una semana editaron el libro Sarmiento periodista: el caudillo de la pluma, en el marco del 124º aniversario de su fallecimiento, que se cumple hoy.

Tiempo Argentino dialogó con Valenzuela (realizador de diversos ciclos televisivos de divulgación histórica, consultor político, docente en temas de historia del periodismo y autor de Enigmas de la historia argentina), que apunta a abordar al prócer desde esta “otra mirada”: su rol como escritor de crónicas periodísticas, desde las cuales construyó su carrera y su figura política, “anticipándose quizás, al concepto que hoy se conoce como periodismo militante”. Al carecer de un “aparato” como lo tenía Mitre (fundador de La Nación), Sarmiento utilizó los medios de prensa para construirse a sí mismo y llegar a la esfera pública: “La pluma y el periódico fueron su partido”.

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–¿Cuál fue la relación entre la educación y la prensa en la obra de Sarmiento?

–Hay un cruce permanente. Él utiliza la prensa para defender sus ideas educativas. Desde que empieza a publicar en El Zonda, en 1839, habla de educación (en su primer número publicó la crónica de la inauguración del Colegio de Señoritas en San Juan, al que definió como un “paso gigantesco”). Como educador, en la prensa es muy activo, promoviendo la idea de una escuela popular, laica y para todos. En la época disentía con Mitre y otros que caminaban con él políticamente, que pensaban en una educación para las élites, más en los colegios nacionales para formar dirigentes que en la escuela primaria, que era formar ciudadanos. Él fue el promotor ideológico que después se plasma en la famosa Ley 1420 que, complementada con la Ley Láinez, crea el sistema educativo argentino, y la paradoja es que esa ley la saca Roca, quien recoge la herencia de lo que había sido la idea de Sarmiento. A los 15 años, funda una escuela con su tío, cerca de San Juan. Sarmiento se metía en todo, hacía los planos, se involucraba en el diseño del patio, del aula, cómo organizar el espacio, cómo dar clases, con qué materiales y contenidos.

–¿Cómo fue su relación con la Iglesia cuando abogaba por una escuela laica?

–Tuvo muchísimos problemas, porque la Iglesia se resistía a abrir la educación. En la discusión de “la 1420”, el gran conflicto nacional fue entre los sectores laicos, herederos del pensamiento de Sarmiento, y los eclesiásticos: la prensa. Las “corpos” de la época estaban en defensa de que la educación siguiera sin abrirse al Estado. Inclusive cuando trae a las famosas maestras norteamericanas, la Iglesia se opone a que enseñaran. En San Juan, siendo muy joven, arma un colegio de señoritas. No estaba a favor del destino hogareño de la mujer, quería que ellas también se educaran. A la famosa Juana Manso, directora de una publicación de Sarmiento, la puso como directora de una escuela mixta.

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–A Sarmiento siempre se tendió a describirlo como una persona solitaria, ¿esto fue así?

–Él estuvo muy solo mucho tiempo. Se construyó a sí mismo. Fue autodidacta. Viene de una aldea pobre, en San Juan, con poco más de 20 mil habitantes. No había diarios cuando era joven, por eso crea El Zonda. Todo libro que le llegaba a sus manos lo leía. En esa época se estilaba que las provincias mandaban cuatro o cinco estudiantes becados al colegio de Ciencias Morales, lo que es hoy el Nacional Buenos Aires. Cuando le toca a la camada de Sarmiento, en San Juan no lo elijen. Para él fue una frustración toda su vida. Después, tampoco tenía partido político. ¿Cuál era su secreto y su prestigio? La polémica.

–¿Qué temas abordaba en sus notas periodísticas?

–Hasta la Batalla de Caseros, su objeto de crítica es Rosas, de manera permanente. Sin embargo, estando en Chile, exiliado, también se convierte en propagandista de dos presidentes de Chile, Manuel Bulnes y su amigo Manuel Montt, y se convierte en un periodista oficialista chileno. De eso vive y en El Progreso, en 1845, publica originalmente una serie de artículos que salían día a día y que luego serían el Facundo. Dice que fue una acción “inmediata y militante”. Y escribía sobre todo: caminos, puentes, el ingreso del Malbec en San Juan, el desarrollo agrario. También fue el gran promotor de la minería en San Juan. Hasta en el Ejército Grande fue cronista, escribiendo los partes de guerra, llevando su imprenta móvil. Igual, su gran tema es el orden, en un país con conflictos permanentes. La formación del Estado-nación también fue una de sus obsesiones: él arma el Colegio Militar, por ejemplo.

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–¿Cómo era el ámbito periodístico en aquél entonces?

–Era parte de la política. El periodismo no era un oficio profesionalizado, sino que el que lo hacía era el mismo que gobernaba o hacía las leyes, o el militar. En los diarios, hasta se armaba la lista de candidatos. Para Sarmiento era una herramienta de la política. Cuando está terminando su presidencia, Mitre hace una revolución contra él y su sucesor, Avellaneda, y Sarmiento termina clausurando los diarios La Nación y La Prensa, porque no aceptaban el resultado electoral.

–¿Cómo fue para usted el proceso de abordaje de Sarmiento, con las polémicas y rechazos que genera?

–Me gustan los personajes contradictorios. Por supuesto que no lo veo blanco o negro. Estaba en contra de la idea federal. Está su etapa donde, junto a Mitre, tratan de llevar el liberalismo al interior a toda costa. Inclusive en cartas privadas dice esto de que “no hay que economizar la sangre de gauchos”. Y “nuestra obra no hubiera estado completa si no hubiera estado la cabeza del Chacho Peñaloza en la pica”. Pero también es el padre de la educación laica y popular. En todo personaje histórico, lo que uno se encuentra son los claroscuros. Como historiador, uno debe entender el contexto y, sin justificar, tratar de comprender el porqué de esta violencia de la Argentina del siglo XIX. «

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