Buenos Aires, 26/12/2024, edición Nº 4425
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Barrios

Crece la comunidad dominicana en el barrio de Constitución

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Buenos Aires está hecha de inmigrantes que llegaron, en diferentes proporciones, de todas partes del mundo. La migración de Latinoamérica y de Asia crecieron particularmente durante los últimos años.

Si bien la mayoría llega buscando un mejor porvenir, en una tierra que, más allá de toda crisis, siempre promete futuro, aquí muchos se topan con la falta de oportunidades laborales y la discriminación.

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Fuente La Nación

En el barrio de Constitución, la comunidad dominicana creció un 30 por ciento durante los últimos cuatro añoa, y ya hay más de 5000 nativos de ese país caribeño afincados en este rincón porteño delimitado por las calles Lima, Juan de Garay, Entre Ríos e Independencia.

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La mayoría llegó tentado por encontrar empleo y mejorar su pobre situación económica, pero aquí muchos se topan con la falta de oportunidades laborales y la discriminación.

Hoy, numerosos dominicanos que tienen un empleo se dedican al rubro de peluquería. De hecho, se puede encontrar hasta un local por cuadra en esta zona, que comenzó a poblarse de dominicanos en 1997. En cambio, numerosas mujeres hoy se prostituyen para vivir. En toda la Capital, hay más de 9000 oriundos de República Dominicana, según las asociaciones de ese país en la Argentina, aunque en la embajada no conocen la cantidad exacta.

Los vecinos argentinos que también viven en Constitución están divididos: el mayor rechazo radica en la prostitución que se ejerce en la zona y la inseguridad que deviene de esta actividad de día y noche.

DE RECORRIDA

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“Ven, papi, ven… tomemos un café y luego camina conmigo un poquito este barrio. Entonces sabrás que los dominicanos no somos noticia sólo por la prostitución, la droga y los asesinatos.” La cita es en Pavón y Santiago del Estero, en pleno corazón de Constitución. En un barcito de mesas viejas, donde dos hombres con la camisa desprendida hasta el ombligo apuran una cerveza y una mujer de minifaldas escucha en la rocola (en todos los bares hay una) la bachata de Los Toros Band, Clarisa Rondón invita a LA NACION a conocer el territorio porteño donde los dominicanos son mayoría.

Clarisa nació en Santo Domingo hace 38 años, y llegó al país en 1995, tentada por buenas ofertas laborales. Desde entonces se radicó en Buenos Aires y aquí se “enamoró” de un argentino con el que tuvo dos hijos. Hoy estudia una maestría de dibujo y preside la Asociación de Dominicanos Residentes en la Argentina. “A nosotros nos relacionan con la prostitución, pero verás que somos gente de trabajo, que nos discriminan mucho por ser afrolatinos, pero la remamos y pedimos más atención del gobierno”, asegura.

CON SELLO PROPIO

Las calles de Constitución tienen fuertes reminiscencias de su lejano país: la bandera se muestra con orgullo en cantinas de comida tradicional y en algunas vidrieras de peluquerías. “Mira, atendemos a los dominicanos, pero también a todo el mundo, porque hacemos el mejor corte Daddy Yankee del país”, dice Carlos Rodríguez, un peluquero que trabaja sobre la calle Pavón y que entre sus clientes “famosos” tiene al tope de la lista a dos integrantes de Wachiturros (un grupo argentino de regetón-cumbia).

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El dominicano es, a todas luces, divertido y misterioso. Se ven mujeres que sonríen con frecuencia y hombres que miran con el rostro tieso. Ellas se animan a mostrar sus cuerpos y ellos se producen: corte rapado, cadena de oro colgante, anchos cinturones y pantalones coloridos.

EL MEJOR PLATO

Los bares tradicionales de Constitución ofrecen la comida típica de República Dominicana: “la bandera”, un plato que habitualmente va en el almuerzo y que consta de frijoles (poroto colorado), arroz blanco al vapor y costilla de cerdo al caramelo, con piña. “Este tradicional plato que el argentino disfruta en Punta Cana, se puede comer aquí todos los días. Es muy rico”, dice Laureano Famiga, de 42 años, encargado del bar Orus, en Santiago del Estero y Cochabamba. “¿Qué es lo que más disfrutó en Buenos Aires? Que puedo trabajar. Allá, en mi país, es difícil tener un trabajo”, asegura.

El polo porteño de dominicanos encierra, también, su lado sombrío. Si unos alquilan una vivienda, otros residen en casas tomadas; si algunas tienen un empleo formal, otras se prostituyen: por una hora de sexo, el cliente deberá desembolsar 30 pesos, igual precio que almorzar el plato “la bandera” o hacerse el corte de pelo popularizado por los Wachiturros.

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A MEDIAS

El tradicional vecino de Constitución mira de reojo a los dominicanos. Pero a otros, en cambio, les caen simpáticos. En los últimos dos meses, hubo dos personas de ese país que fueron asesinadas. “La discriminación es una realidad, pero acá no somos sólo noticias por las cosas malas. Trabajamos y nos ocupamos de progresar”, dice Alexis Felipe Delgado Roa, conocido como Turibe . Este hombre es organizador de eventos, representante y… peluquero.

Ganarse la confianza del dominicano no es tarea de un día: es necesario que otro dominicano concrete la presentación. El nivel de alerta de esta comunidad en Constitución, custodiada por policías federales y monitoreada por cámaras de seguridad, es llamativamente alta. “Es que hay varios indocumentados”, explicó un funcionario de seguridad..

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