Buenos Aires, 18/04/2024, edición Nº 4173
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Curioso

Joya arquitectónica abandonada: la historia del edificio de la ex cárcel de mujeres de San Telmo

Situado frente a la plaza Dorrego, data de 1735; el Museo Penitenciario, que funcionaba allí, fue cerrado en 2012 y ahora sólo se abre para peñas.

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(CABA) Una joya de la arquitectura colonial, el edificio de la ex cárcel de mujeres de San Telmo, sucumbe al deterioro y el abandono. Tras sus muros se esconde parte de la historia de aquellas que vivieron encerradas -por distintas circunstancias- en la ciudad: fue sucesivamente convento de monjas, asilo de enfermas mentales y correccional. Su iglesia data del 1700 y sufre desprendimientos de mampostería, grietas y fisuras en las que crece vegetación. Posee uno de los patios más antiguos de Buenos Aires, hoy ocupado por un escenario en el que se realizan peñas folklóricas. Las descascaradas salas aún conservan elementos de la vida cotidiana de las monjas y las presidiarias -entre ellas, Victoria Ocampo– que vivieron en el lugar.

Se trata de un complejo declarado Monumento Histórico Nacional y que, junto a la Iglesia San Pedro Telmo, ocupa media manzana frente a la plaza Dorrego. Parte fundante del patrimonio arquitectónico de la ciudad, se sitúa en el Área de Protección Histórica 1, por lo que deberían respetarse normas estrictas para su conservación y restauración. Sin embargo, es una de las construcciones más deterioradas de la Capital. El Museo Penitenciario Antonio Ballvé, que también funcionó allí, fue cerrado en 2012 por mal estado del inmueble.

“El convento se fue viniendo abajo con el correr de los años. Desde el balcón de mi departamento observo el techo de la capilla en mal estado, cubierto de vegetación, tal como sucede con la iglesia aledaña. Parece un lugar extraño, que no se sabe bien de quién es“, describió Eliseo Rinaldi, un vecino de la avenida San Juan.

Si bien la ex cárcel permanece clausurada al público en general, las puertas de Humberto Primo 378 se abren en determinadas fechas para conciertos de la Fundación Mercedes Sosa. El patio con aljibe está cubierto de gigantografías de la cantante. “Se escuchan las vibraciones de la música y supongo que eso afecta las paredes de un edificio que tiene siglos de antigüedad”, dijo Isabel Fernández, otra vecina.

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Consultado al respecto, el secretario de Cultura y Creatividad de la Nación, Enrique Avogadro, explicó: “El uso de ese espacio les fue otorgado por la gestión anterior y nosotros no podemos pedirles que se retiren. Pero estamos ayudándolos a que funcionen mejor como organización y creen su propio museo”. La Nación intentó obtener la palabra de responsables de la fundación, pero no respondieron los pedidos de entrevista.

Llama la atención que las paredes del patio fueron intervenidas y ya no lucen el color blanco característico de la época colonial. “Hasta no hace mucho tiempo el claustro mostraba los enlucidos originales, documento casi único de lo que fue la primera arquitectura colonial de Buenos Aires, proyectada por el jesuita Giovanni Andrea Bianchi. Seguramente sus revoques presentaban un grado importante de deterioro, lo que de ningún modo justifica su eliminación, pues esa arquitectura nunca fue pensada como una de ladrillos a la vista”, advirtió el arquitecto Germán Carvajal, de la ONG Basta de Demoler.

Las obras
El complejo data de 1735, cuando el italiano Bianchi dio inicio a las obras de lo que sería un establecimiento jesuítico, con una iglesia y una escuela. Considerado uno de los más importantes exponentes de la arquitectura colonial en la Argentina, también proyectó el Cabildo y construyó la Iglesia de San Francisco y el Convento de las Catalinas del barrio de Retiro.

Una vez expulsada la orden jesuita, en 1777, el virrey Vértiz destinó el lugar para “la corrección de todas las mujeres de mal vivir”; allí debían fabricar paños y frazadas. Más tarde el edificio fue ocupado por la orden de los Bethlemitas, quienes crearon un asilo para enfermas mentales. En 1890 pasó nuevamente a ser un correccional de mujeres, esta vez a cargo de la orden religiosa Del Buen Pastor. Las monjas mantuvieron la dirección del penal hasta que se retiraron, y en 1974 el Servicio Penitenciario Federal se hizo cargo de la institución y trasladó a las presas a la actual cárcel de Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires.

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Caminar ahora por los largos pasillos de mayólicas españolas es recrear usos y costumbres de la también llamada Casa de Meretrices y Mujeres Abandonadas. “El interés turístico que despierta el asilo es muy grande. El museo recibía unas 15.000 personas por fin de semana. Además del valor histórico del edificio en sí mismo, aquí la gente podía ver desde los trajes a rayas de los presos hasta la réplica de una silla de fusilamiento”, explicó Verónica Woboril, ex guía del establecimiento.

La salas aún exhiben elementos de penales de todo el país: armas, uniformes de los guardias, mobiliario y material fotográfico de la ex cárcel de Tierra del Fuego. Una de las más interesantes es la habitación con materiales recolectados durante requisas: cuchillos, espadas fabricadas con pedazos de hierro, bombas caseras, sierras disimuladas en libros y zapatos, mensajes enrollados en cigarrillos, facas, palomas y hasta pipas de marihuana y agujas para tatuajes.

Parte de la historia de las mujeres en la ciudad
“Debe acatar, sin vacilar, y dar cumplimiento, sin dilación, a toda orden dada por sus directoras. La detenida que no pueda justificar su presencia en tal o cual lugar, será anotada en falta”, dice el antiguo cartel que cuelga en la entrada de la antigua Casa de Corrección de Mujeres de San Telmo. Las sanciones a las que rompieran las reglas abarcaban la amonestación, el encierro en celda ordinaria 12 días con media ración de alimento, la privación de lectura, el descuento del peculio, la imposición de camisa de fuerza y la privación de tomar mate, entre otras.

El edificio de San Telmo que ocupaba la cárcel narra parte de la historia de las mujeres que vivieron aisladas dentro de la ciudad. Albergó, desde fines del siglo XVIII y durante casi un siglo, a mujeres que convivieron encerradas. Por un lado, las religiosas que se recluyeron por su voluntad y por, el otro, las que cumplían una pena por alguna transgresión social.

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Las monjas pertenecían a la orden del Buen Pastor y se encargaban de “encauzar” a las presidiarias por medio de la enseñanza de oficios. Las celdas, las ropas que utilizaban y las máquinas de coser perduran tras los gruesos muros del convento, así como algunos testimonios de la época.

Años después, en 1955, Victoria Ocampo fue encarcelada allí por su oposición al peronismo, acusada de guardar en su casa marplatense armas para los enemigos del régimen.

En 2007 existió un proyecto para convertir el lugar en un Museo de la Mujer, pero no prosperó. NR


Fuente: La Nación

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