Buenos Aires, 08/10/2024, edición Nº 4346
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Gran incumplimiento de la Ley de medicamentos genéricos

Sólo 1 de cada 4 cumple.

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(CABA) En la práctica, la obligación de recetar un medicamento por el nombre de la droga (genérico) cayó en desuso. Mientras que al año siguiente de la sanción de la ley de prescripción por nombre genérico, en 2003, el 71% de las prescripciones llegaba al mostrador de la farmacia con el nombre genérico, hoy ese porcentaje no supera el 25 por ciento. La mayoría de los médicos indica la marca que hay que comprar.

Una de cada cuatro recetas que presentan los clientes incluye sólo el nombre del principio activo. Ya en 2011, el porcentaje había descendido al 20%, según mostró entonces un relevamiento hecho a pedido de la industria farmacéutica.

Recetar por nombre genérico era sólo el comienzo de una política para regular el mercado de medicamentos. Además, había que fomentar un mercado de genéricos, que la Argentina aún no tiene, excepto para muy pocos productos, como los que se utilizan para tratar el VIH/sida“, sostiene Aldo Neri, ex ministro de Salud.

El Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb) calcula que la sustitución por nombre genérico no supera actualmente el 9% de las ventas, en comparación con el 45% en los países desarrollados con una legislación similar.

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El mercado de medicamentos necesita estar fuertemente regulado en todos los aspectos y eso aquí no ocurre -asegura Neri-. Hay que avanzar con un conjunto de criterios que el Gobierno de ninguna manera implementó, probablemente por la resistencia de la industria farmacéutica y, además, por algunos rasgos culturales de nuestro consumo que abarcan a los médicos que los recetan y a los usuarios que los consumen.

Carlos Vassallo, profesor de economía de la salud de la Universidad de San Andrés (Udesa), coincide. La ley de genéricos “fue una medida de corto plazo no pensada como una política estructural para cambiar un mercado de medicamentos muy concentrado. Después de la crisis de 2001, el principal aliado era la gente, que iba a la farmacia y tenía información suficiente para pedir el medicamento más barato. Esto evitó que los precios se dispararan. Pero cuando la población comenzó a recuperar su poder adquisitivo, volvió a la marca“.

Desde el Safyb explican que cuando la farmacia entrega una receta con una sustitución, los prestadores imponen lo que Marcelo Peretta -secretario general del sindicato- considera “una penalidad”, en referencia a la demora en la auditoría de la receta para abonar la diferencia del copago, la autorización recién a 120 días o la devolución de la receta rechazada “porque está alterada”.

La desconfianza en el producto similar más económico, la falta de difusión de los controles de calidad y la automedicación con productos de venta bajo receta son característicos de nuestro consumo de medicamentos. Una encuesta mostró el año pasado que más del 90% de los usuarios no cambiaría la sugerencia del médico por una versión similar y hasta un 50% más económica.

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En las farmacias es común que los clientes entreguen la receta y pregunten el precio. El empleado se acerca a la computadora, responde y a veces ofrece opciones más económicas. Las reacciones no varían demasiado: piden la marca que indicó el médico o preguntan si las versiones más económicas tienen el mismo efecto. Para enfermedades crónicas o si el usuario es un chico, rara vez los clientes alteran la indicación médica.

Juan Manuel Gregorio ejerce la medicina desde 1948 y es autor de La observación en la práctica médica (Ediciones del Autor). Se formó en la UBA y aprendió que todos los sentidos, bien entrenados y aplicados al estudio de un paciente, contribuyen al diagnóstico. “Actualmente, la medicina nada tiene que ver con la práctica de toda mi vida -cuenta-. El detalle y la observación ya casi no se aplican. El paciente se va de la consulta con una lista de estudios por hacer y alguna receta. Tiene que esperar tres meses para saber qué tiene.

¿Cómo prescribe? Con el nombre comercial. La pregunta le recuerda que el año pasado las prepagas le exigían incluir el nombre de la droga, pero ahora, no. “Ya prácticamente nadie escribe el nombre genérico -dice-. Hay medicamentos que fabrican varios laboratorios. La diferencia es el precio. Con esto en mente, trato de indicar un producto de un fabricante responsable, con seguridad y eficacia respaldadas.” Pero enseguida aclara: “No sólo cura el medicamento, también lo hace la palabra del médico“.

Fuente: La Nación

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