Cultura
El cine de barrio era nuestra casa
Sobre las salas de cine y los hábitos del espectador, mientras un grupo de vecinos de Buenos Aires impulsa una movida para que se reabran las perdidas salas del Gran Rivadavia, el Aconcagua, el Taricco, El Progreso y el Arteplex Caballito.

Mientras The New York Times señala que la temporada 2011 culminó con la concurrencia más baja a los cines en los últimos 16 años, un grupo de vecinos de Buenos Aires impulsa una movida para que se reabran las perdidas salas del Gran Rivadavia, el Aconcagua, el Taricco, El Progreso y el Arteplex Caballito. El asunto cuenta con el apoyo de artistas, gente de la Cultura y el INCAA. El pasado viernes 9, con programación a cargo de los vecinos, se proyectaron frente a los cines cerrados “Medianeras”, “Un cuento chino” y “Juntos para siempre”, bajo el emblema “Un barrio de película”. La propuesta tiene un costado entrañable y es de un romanticismo candoroso. Como emperrarnos con que vuelvan el tranvía, los discos de vinilo y los grabadores Geloso. Pasa que los hábitos de consumo cinematográfico han cambiado. La gente ve cine por tv, en dvd o compra películas truchas. Como vecino de Caballito, concurrí en mi juventud al cine Moreno, más tarde reciclado en Lyon 1 y 2, luego Cinedúplex y finalmente Arteplex. Ahí, los asistentes nos sentíamos como miembros de un club social. Nos reconocíamos como cofrades que amaban el buen cine. Hasta que nos instalaron el Complejo Village enfrente. Algunos optimistas argumentaron que íbamos a ganar con el rebote. No fue así. El Arteplex, con su selecta programación, estaba condenado. Yo también añoro aquellas salas a las que se accedía sin subir ni bajar escaleras, con butacas tan gastadas como la chaqueta del chocolatinero, rollos que no llegaban a tiempo, proyección defectuosa y sonido más bien sucio. No vivo del pasado, pero creo que lo que de verdad extrañamos es aquello de sentirnos como en casa. Porque el cine de barrio era una prolongación del hogar y al mismo tiempo una zona sagrada. Los sueños compartidos con el de la butaca de al lado. Las salas de los Multicines están cuidaditas pero son todas iguales, impersonales, con patio de comidas adosado. Los espectadores ya no bajan la voz al entrar y siguen hablando por los celulares cuando ya se apagaron las luces.
Fuente: Revista Ñ
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