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Las impresoras 3D llegaron a los secundarios porteños
Los alumnos pueden aprender sobre fabricación digital y diseñar sus propios objetos en clase. El programa abarca a 40 mil chicos.
(CABA) La generación que nació con un celular en la mano y una tablet en la otra, que domina las redes sociales y las consolas, comenzó a sumergirse en el campo de la tecnología tridimensional. El tiempo dirá si de allí surgen grandes científicos, ingenieros o simples usuarios. Por lo pronto, todos los alumnos de las escuelas medias recibirán conocimientos -teóricos y prácticos- sobre el uso de las impresoras 3D, dispositivos que permiten reproducir un objeto a escala previamente diseñado en la computadora.
El programa del Ministerio de Educación porteño se inició este año con la distribución de las primeras máquinas en las 38 escuelas técnicas del distrito, para ser utilizadas en materias relacionadas con diseño, artes, biología y programación, entre otras. Desde la Ciudad estimaron que en 2016 todos los secundarios tendrán al menos una impresora para complementar la enseñanza tradicional, lo que impactará en unos 40 mil alumnos.
Hasta ahora los primeros contactos de los chicos con los dispositivos fueron informales y de modo experimental. Todavía no se trazó un plan de estudios sobre su uso, por lo cual la mayoría de los establecimientos fijó actividades extracurriculares y flexibles, acordes con sus necesidades. En el colegio Fader, por ejemplo, el alumno que está interesado pregunta, presenta su diseño y lo imprime. “Integramos la impresora a toda la escuela, porque acá se dictan materias como Dibujo Técnico, Tecnología de la Representación y Educación Artística, en las que los chicos están viendo programas digitales para la impresión 3D. La única condición para imprimir es que sea un diseño propio”, aclara Esteban Disogra, docente del Fader.
En la Escuela Técnica N° 36 de Saavedra ya hay dos proyectos en carpeta. Un grupo de estudiantes creó un dispositivo de alerta temprana de inundaciones y diseñó los sensores con la impresora nueva. En tanto, otro curso está trabajando en la producción de equipamiento para chicos con problemas motrices. Resulta que el establecimiento se encuentra en un polo educativo y comparte el lugar con un colegio especial, cuyos alumnos tienen dificultades para manejar las computadoras convencionales. “Hay mucha curiosidad por ver las impresiones. Pero más importante que el acto de imprimir es el diseño tridimensional que haga cada estudiante”, advirtió Eric Mengler, jefe de Laboratorio de la institución.
Las pruebas también empezaron en la Escuela Técnica N° 12 de Retiro. “Cada área la usa según sus necesidades. Dibujo Técnico pidió piezas que antes se hacían con madera y son costosas. En Electrónica, hicimos un engranaje para reparar un brazo-robot. Y estamos trabajando para fabricar las partes de un cohete mediante un convenio con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales”, dice Carlos Elli, ingeniero electrónico y uno de los 300 docentes que se capacitaron en el Centro Metropolitano de Diseño.
Allí funciona el primer laboratorio de fabricación digital de la Ciudad, donde los profesores pueden despejar dudas que surjan en clase y perfeccionarse en esta tecnología que de manera creciente se va introduciendo en áreas de la industria, el arte y la medicina.
La tecnología 3D, en la vida cotidiana
El desarrollo de las impresoras 3D ha comenzado a generar cambios en todos los ámbitos de la vida. Emprendedores privados y especialistas han diseñado desde prótesis de manos y pies, piezas decorativas y utensilios hasta obras de arte e instrumentos musicales. Desde hace dos años y bajo el nombre de 3D Lab, un bar ubicado en Palermo ofrece -además de su servicio de cafetería- el diseño de objetos 3D a pedido, ya sea una réplica a escala de cuerpo entero o juguetes y accesorios. En marzo pasado, en tanto, el laboratorio del Centro Metropolitano de Diseño presentó la primera guitarra eléctrica en 3D, que utiliza un 45% menos de madera que un modelo tradicional. La impresión fue realizada con filamentos de PLA, material de origen termoplástico que se obtiene a partir de la caña de azúcar y es biodegradable. El instrumento fue presentado en público en el festival Lollapalooza, en San Isidro.
Fuente: La Razón
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