Buenos Aires, 03/12/2024, edición Nº 4402
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El Banco Ciudad dice que volvimos al uno a uno

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La entidad financiera porteña consideró que al cumplirse diez años del abandono de la Convertibilidad, el tipo de cambio real con el dólar retornó al “1 a 1”.

Así lo aseguró en su habitual editorial, al afirmar que, teniendo en cuenta el tipo de cambio nominal y mediciones alternativas de inflación (provinciales y privadas), la paridad contra la divisa norteamericana volvió a fines de 2011 a los niveles de diciembre del 2001. Es decir, medida en términos reales, la maxi devaluación que siguió a la crisis de fin de siglo ya se ha evaporado.

Aún así -sostienen-, a nivel macroeconómico, las implicancias no son las mismas que hace una década. A pesar que el tipo de cambio real bilateral contra el dólar volvió a 1 (medido a precios de diciembre 2001), el multilateral acumula una depreciación de 60%, ubicándose en 1,60. Esto se debe, principalmente, a que todavía se conserva un abultado colchón cambiario contra el real brasileño (1,90) y el euro (1,50), aunque desde inicios de 2011 el peso muestre una acelerada apreciación contra ambas monedas (en línea el fortalecimiento del dólar en el mundo, combinado con un mix de relativa estabilidad cambiaria y elevada inflación en nuestro país).

Otro elemento que permite que la paridad “1 a 1” no genere extremas tensiones se vincula al boom agroindustrial. La cosecha de soja se ubica en torno a los 50 millones de toneladas, casi el doble que diez años atrás, a la vez que el precio de la oleaginosa pasó de USD 170 a USD 420 por tonelada en el mismo período. Este incremento de la cosecha agrícola garantiza un flujo de dólares que permite compensar el déficit comercial industrial, además del flamante rojo energético. En 2011, el superávit comercial de productos primarios y manufacturas agropecuarias acumula USD 41.500 millones (el doble que en 2001), superando los déficits récord industrial (USD 28.000 millones) y de energía (USD 3.200 millones).

Aunque las importaciones pueden ser financiadas con los agrodólares y el colchón cambiario con el real brasileño mantiene a flote a distintos bloques industriales, tímidamente comienzan a sentirse los efectos de la apreciación real, lo que explica (en parte) las recientes trabas comerciales. Esta situación es más palpable en sectores competidores con manufacturas chinas (como juguetes, textiles, o calzado), dado que el tipo de cambio real con el yuan presenta una paridad más ajustada que con el real brasileño (1,4 vs 1,9 a precios de 2001). En este contexto, el saldo de la Cuenta Corriente del balance de pagos sería nulo en 2011 (en % del PIB), tras mantenerse positivo 10 años.

Otro reflejo de la menor holgura cambiaria está dado por la ola de argentinos que viajan al exterior, los cuales hoy compensan casi completamente el turismo receptivo, previéndose que este año salgan del país cerca de 14 millones de personas (14% más que a fines de los 90).

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Por otro lado, aunque hoy ya no está el “corsé” de la Convertibilidad (diferencia sustancial con diez años atrás), subsiste cierto “miedo a flotar”, ya sea para evitar una apreciación nominal, como para acelerar el ritmo devaluatorio. Si bien el sector privado (y principalmente el sistema financiero) hoy tiene limpia su hoja de balance, los temores al traspaso del tipo de cambio a la inflación (por un alto peso de los productos transables -alimentos- en la canasta de consumo de los hogares), inclinan al Banco Central a usar al tipo de cambio como ancla nominal, acarreando una persistente apreciación real.

Por último, si bien la inflación equiparó a la devaluación acumulada desde el año 2001, este proceso esconde un drástico cambio de precios relativos. No todos los precios recuperaron, medidos en dólares, los niveles vigentes en la Convertibilidad: los precios de productos transables (principalmente alimentos) superan los niveles de diez años atrás, mientras que las tarifas de servicios públicos hoy son un 60% menores (en dólares) que a fines del 2001.

En síntesis, al cumplirse una década de la maxi devaluación, el tipo de cambio real bilateral volvió al punto de partida. Si bien la situación internacional y local todavía deja márgenes de maniobra, comienza a requerirse de una creciente “sintonía fina” para comenzar a lidiar con un escenario nuevo: la ausencia de una moneda subvaluada.

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