Los adquirió la Ciudad en 2011 por más de cuatro millones de euros y este año se comprobó que tienen un material cancerígeno.
Se trata del producto malatión. Fue la Organización Mundial de la Salud la que pidió su prohibición.
Se basa en "literatura científica acumulada" y dice que la carne sin procesar es "probablemente carcinógena" para el colon, páncreas y próstata.