Buenos Aires, 18/04/2024, edición Nº 4173
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Sociedad

Un grupo de músicos con un proyecto solidario

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Se trata de Música del Alma, un proyecto que ya llevó a los concertistas a más de 50 sitios, entre ellos hospitales y cárceles. Su creador es Jorge Bergero, chelista de la orquesta estable del Teatro Colón, quien lo ideó a partir de la enfermedad de su novia.

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(CABA) Cuando la música se cuela por los pasillos descoloridos, las sábanas, y las mangueritas de los sueros y rompe la rutina, entonces el que lloraba ya no piensa tanto en el dolor, los ojos de los que llevan barbijos comienzan a sonreír, y se siente, y algo vibra por dentro, y todo se hace una sola cosa. Una cosa que algunos tratan de definir como “magia”. Un poco de todo eso es de lo que se trata Música para el Alma, un proyecto que lleva orquestas a hospitales, asilos, y a todos “los lugares donde se puede estar sufriendo algún dolor del alma”, así lo define Jorge Bergero, uno de sus creadores, y chelista de la orquesta estable del Teatro Colón.

Los músicos ya realizaron shows en más de 50 lugares; entre clínicas, hospitales, institutos de discapacitados, cárceles y geriátricos. Se presentan de a 10 o 20, junto a cantantes –todos voluntarios– e interpretan desde óperas hasta melodías infantiles como “el payaso Plim Plim”, y logran lo que ningún medicamento: la sonrisa, el baile, las ganas.

El sueño nació y se hizo realidad al mismo tiempo. Fue en abril de 2011 durante una jornada en la Fundación Salud, en Luis Guillón, partido de Esteban Echeverría. Ahí estaba Jorge acompañando a su novia, Eugenia de 35 años que padecía cáncer de mama. Eran novios desde hacía seis años y se habían conocido en el Teatro Colón, él como chelista de la orquesta estable y ella, flautista. “Fueron años hermosos, y nunca imaginamos la posibilidad de un diagnóstico tan cruel”, cuenta Jorge.

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La enfermedad hizo, entre otras cosas, que Eugenia no pudiera tocar más la flauta. “Al principio el camino se hizo muy difícil, sentimos la angustia y desesperación. Pero ella nos enseñó a reconvertir todo eso con arte”, cuenta Jorge. Es que cuando no pudo tocar, ella cantó y cuando no pudo cantar, pintó. Estaba convencida de que el arte, y la música en particular, era necesaria para quienes padecían alguna dolencia física o algún dolor del alma. Para ella, no había tiempo que perder, nada de llorar y lamentarse, había que buscarle la vuelta y la música, era esa vuelta. Murió a fines de 2011, pero para Jorge, “consiguió sembrar la conciencia de lo que se trataba estar bien, e intentar ser feliz y eso está más vivo que nunca”.

En ese camino, la pareja de concertistas conoció a los profesionales de la fundación donde realizaban talleres en los que se brinda ayuda a los pacientes y su familia. “Nos ayudaban muchísimo y sentíamos la necesidad de retribuirlo. Fue así que propusimos hacer un recital con músicos amigos.” Comenzaron a tocar la composición “Canon” de Pachelbel, y a los pocos minutos los pacientes comenzaron a moverse tímidamente y sonreír.

“La gente que está en un hospital está pasando una situación límite, están hiper conectados con el presente, y nosotros sentimos una conexión mágica, somos parte de algo colectivo, y la distancia entre músicos y público desaparece. Ese día sentimos un despertar, y dijimos ‘hay que seguir haciendo esto’. Ese mismo día, nació Música para el Alma.

A mediados de este año, Música para el Alma se presentó en el Hospital Materno Infantil de Salta. Ahí, en una de salas descascaradas, un nene lloraba desconsoladamente, “le toqué el elefante trompita con el chelo y sonrió, después la melodía del payaso Plin Plin, y se rió a carcajadas”, cuenta Jorge para quien el proyecto “permite sanar a los enfermos y sanarnos todos porque conectamos con el alma, más allá de lo que le esté pasando al cuerpo”, cuenta Jorge.
La orquesta también se presentó en el hospital de Niños de La Plata. El show se realizó con músicos locales que tocaron en la planta baja, y luego en el pabellón de Oncología y en el de traumatología. Una de las obras que sonaron fue la polka “pizzicatto” de Johan Strauss.

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En primera fila había varios nenes y nenas en sillas de ruedas que miraban muy atentos el concierto. Jorge les explicó cómo funcionaban los violines, y violonchelos, y que a pesar de no estar enchufados a nada, producían un gran sonido.
“La siguiente obra se llama pizzicatto, porque la vamos a tocar sin el arco, y pizzicatto viene del italiano y significaba ‘pellizcar’ algo así haremos con las cuerdas”, dijo frente a la mirada atónita de los chicos. Alex, uno de ellos escuchaba sentado en una silla de ruedas con sus dos piernas completamente enyesadas. Nicolás Favero, otro de los músicos voluntarios y primer violín, se acercó y le explicó cómo tocar una nota con su dedo. “Volvimos a hacer una breve introducción y Alex estaba contentísimo esperando su participación. Al finalizar la polka hubo una ovación para él y fue mágico.”

La experiencia es de comunión. Al principio nadie se anima y miran raro, es que unos locos llenos de colores se atreven a desafiar las adversidades que reinan en cada espacio, y por una, dos o tres horas las derrocan y gobierna la alegría que se adueña hasta del doctor más parco. Entonces, la música deja de ser un fin para transformarse en un medio que acaricia y que une. Y si bien esos mimos se dan y reciben al instante de música, también perduran en el tiempo.

Hace un mes, Jorge recibió el mail de una voluntaria del hospital de niños Gutiérrez, donde un día surgió ir a tocar para dos nenas con cáncer de huesos y leucemia. “Acá van las fotitos, espero te gusten. De más está decirte que a Karen la motivaste para comenzar, en algún momento, a estudiar música”, decía el mail y seguía, “Ambas están muy bien, ya de alta y con controles mensuales solamente, gracias a Dios!! están tan lindas, con su pelito ya creciendo, volviendo a su peso de a poquito, ambas en el cole con sus amiguitos, todo acomodándose. Gracias.”
En algunos casos, la música puede ser mejor que la palabra, porque no necesita ser entendida para ser efectiva. Para los protagonistas de Música para el Alma, estar conectados con ella y brindarla, resulta trascendente y mágico porque se trata de percibir a los demás y conectarse con lo más profundo e invisible. Porque para Jorge, ahí es donde se llega, “directo al alma”. «

El grupo reúne a un grupo de chicos que, ya desde temprana edad, participan de conciertos solidarios en diferentes instituciones, llevando en forma gratuita solidaria e independiente música a personas que por su situación de vida no suelen tener acceso a música en vivo.
Todos aquellos que quieran inscribir a sus hijos o conozcan chicos que les interese participar de esta iniciativa para músicos menores de 18 años, deberán hacerlo a través de un padre o tutor a cargo del menor enviando un mail a minimpabsas@gmail.com. El próximo concierto de Mini MPA será en el Instituo R. Rosell para ciegos, en San Isidro, el día 31 de Agosto próximo.

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Fuente: Tiempo Argentino

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