Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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Una de tres familias deciden tener un solo hijo en la Ciudad de Buenos Aires

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(CABA) Por motivos económicos, por la tendencia a retrasar la maternidad o por simple decisión, el avance de las familias argentinas con un solo hijo es bien marcado. En la ciudad de Buenos Aires, según datos de la última Encuesta Anual de Hogares de 2012, el número de mujeres con un solo hijo al final de la vida reproductiva es del 28,4%, casi una de cada tres. Ese mismo porcentaje era del 24,8 en 2005 y del 14,2 en 1936.

Es decir que en casi 80 años se duplicó la cantidad de mujeres que tienen sólo un hijo. Además, la tasa media de fecundidad actual en la Capital es de 1,9 hijos por mujer, cifra que no alcanza el límite necesario para cubrir el recambio generacional, que es de 2,2 hijos.

La socióloga Victoria Mazzeo, investigadora del Instituto Gino Germani, titular de la materia Demografía Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y jefa del departamento de Análisis Demográfico de la ciudad, afirma que hay dos fenómenos relacionados que confluyen para explicar esta baja en la tasa de natalidad. “Por un lado está la inserción de la mujer en la educación y en el mercado de trabajo, y por otro, el retraso en el comienzo de las uniones conyugales y su consecuente disminución del período o ventana de fertilidad. Hoy las mujeres tienen a su primer hijo bastante después de los 30 años y eso condiciona el segundo embarazo”, analiza Mazzeo.

Sin embargo hay otras razones que influyen a la hora de elegir tener un solo hijo. Como ya ocurrió en Europa, hoy entre los argentinos el factor económico comienza a ser determinante para muchas parejas. “Las clases baja y alta siguen teniendo varios hijos -dice Mazzeo-. La clase media es la que empieza a disminuir el número porque en ese sector empieza a pesar la teoría del valor económico del hijo. Estas parejas se preguntan: ¿podremos mantenerlo bien? Estos cuestionamientos tal vez no se hacían antes, donde la escuela y la salud pública eran las principales o únicas alternativas.”

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Adriana Montello es madre de Facundo, de 9 años. Aunque junto con Diego, su marido, aspiraba a tener más hijos, la vida la fue llevando a tener sólo uno. Y de a poco no sólo se fue reconciliando con la situación, sino que aprendió a ver las ventajas. Una, otra vez, es económica. “La vida nos limitó, pero de a poco vas viendo los beneficios. Sin duda la cuestión económica es uno de ellos, porque sentís que podés darle más y mejores cosas. Pero también eso puede ser un problema. Darle todo es tan malo como darle poco. Hay que balancear.”

Según Mazzeo, “hoy se elige tener menos hijos porque se pretende o se aspira a hacer otras cosas aparte de ejercer la paternidad. Viajar, tener un mejor auto o una casa son cuestiones que se tienen en cuenta. Lo material empezó a adquirir un peso importante. Hay una influencia grande del mercado de consumo que trae cambios culturales y modifica la mentalidad. La mujer prefiere participar de otras experiencias, aparte de la de ser madre”.

Pero más allá de las consecuencias demográficas o sociales que implica el avance de la familia con un único hijo, varios padres se plantean la cuestión de la crianza. Finalmente, tras varias décadas de mala prensa, de ser señalados como egoístas, solitarios y tiranos, llegó el tiempo de la reivindicación para los hijos únicos. Y son varios los mitos que van cayendo al tiempo que surgen nuevos estudios que señalan que esas características no son exclusivas de los niños sin hermanos.

Fuente: La Nación

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