Buenos Aires, 19/04/2024, edición Nº 4174
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Barrios

Parque Chas: la historia del laberinto de la Ciudad de Buenos Aires

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En la Ciudad de Buenos Aires, Parque Chas goza de una existencia enigmática. Sus calles circulares aun son motivo de extravío para los caminantes y conductores. Aquí su historia.

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(CABA) Este barrio atípico fue diseñado alrededor de 1925 cuando las curvas se pusieron de moda en el urbanismo, de hecho, algunos otros lugares del conurbano y la Capital, como Barrio Parque (Palermo Chico), Ciudad Jardín en Palomar o el Barrio Parque Aguirre, en Acassuso, lucen con orgullo sus sinuosas calles.

En el centro de Parque Chas reina una pequeña plaza redonda. Tres calles concéntricas separadas por cincuenta metros crecen como anillos hacia afuera. Después, tres diagonales atraviesan el centro como los radios de una rueda. Hasta ahí todo bien, hasta parece sencillo. El asunto es que entrar en el barrio es pasar a otra dimensión. La calle Berlín, la única circunferencia completa, te tiene dando vueltas como una calesita. Dublín tiene dos cuadras y después se convierte en Londres (vaya ironía), pega toda la vuelta y te saca por Gamarra hasta el Hospital Tornú. Y la calle Cádiz te agarra de Avenida de los Incas, pega la vuelta y te manda para el lado de Paternal. Hasta un GPS se desorienta. Ahora, que el barrio es lindo, es lindo.

Por mucho tiempo, Parque Chas fue un descampado sin mayor intención que el de servir de pasto para vacas. Y lo transformó en lo que es hoy un nota en un diario. De hecho, no tenía nombre, algunos lo llamaban “Lo de Munita”, por el antiguo dueño antes de que un sobrino del Belgrano, Francisco Chas, comprara ese pedazo de campo. Pero ojo que no fue tan fácil que naciera el barrio. Los Chas no sabían qué hacer con esa tierra.

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En “Los Años Locos” (así le dicen a la década del 20), Buenos Aires crecía a pasos agigantados y había una fuerte presión para urbanizar todo lo que se pudiera. En 1923 apareció un proyecto de urbanización de la propiedad de los Chas. Todo parecía normal, pero en un diario de la época se publicó una nota lapidaria. Julio Dormal, hijo del famoso arquitecto belga Jules Dormal, autor, entre otras cosas de la actual embajada de Brasil, tildaba de monótono y feo al proyecto municipal de 50 manzanas cuadradas. Al mismo tiempo, proponía una alternativa: calles circulares concéntricas y más angostas que las normales, diagonales anchas y lotes de no más de 25 metros de fondo. Algo parecido a lo que podemos ver ahora. En esa época, el proyecto resultaba raro, pero, como te dije, las curvas se estaban poniendo de moda. Además, a los ojos de la familia Chas, el proyecto de Dormal era mejor porque lograba 200 lotes más y, milagrosamente, también conseguía más espacio público.

El asunto es que a Dormal nadie le había pedido nada, y Chas no le dio bolilla, pero tomó nota de su idea. Cuando decidió lotear sus tierras contrató a dos ingenieros jóvenes, Armando Frehner y Adolfo Guerrico, que hicieron un trazado muy parecido a la propuesta imaginada por Dormal.

Todo parecía marchar, pero al municipio no le gustó ni medio que le boicotearan su iniciativa. Los políticos se pusieron como locos y no querían aprobar el proyecto de los Chas ¿Y quién salió en auxilio de la familia de Belgrano? Los vecinos. A todos les parecía “divino” lo de las curvas y lotes chicos. Al final, el proyecto fue aprobado en 1925, y el Doctor Vicente Chas fue tratado como todo un pionero del diseño urbano y estética edilicia.

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Fuente consultada: Clarín

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