Buenos Aires, 19/04/2024, edición Nº 4174
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La histórica casa de la amante de Manuel Belgrano que está en ruinas en pleno CABA

La vivienda de María Josefa Ezcurra se encuentra en Alsina entre Bolívar y Defensa, en Monserrat. El gobierno porteño afirma que va a arreglarla desde el año que viene.

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(CABA) Una de las casonas más antiguas de Buenos Aires, donde vivió María Josefa Ezcurra, amante secreta de Juan Manuel Belgrano, es víctima de la desidia y el abandono desde hace décadas. La construcción data de 1830 y está ubicada en el corazón de lo que fue la ciudad colonial. Sus muros fueron testigos privilegiados del prohibido romance y de tertulias políticas rosistas. Sin embargo, lejos de su antiguo esplendor, la vivienda presenta techos que se inundan cuando llueve y vegetación que crece entre las grietas de las paredes. El interior está descascarado, sucio, oscuro y exhibe el mobiliario original en mal estado, aseguraron los vecinos.

La casa de Alsina 453/463, también llamada Los Altos de Ezcurra por ser de dos plantas, forma parte del Casco Histórico, una zona declarada Área de Protección Histórica (APH). En 1971 fue donada a la Municipalidad de Buenos Aires pero, al no realizarse un plan integral de conservación, se fue degradando a través de los años.

La lucha por preservarla comprende a historiadores, escritores, vecinos y a los locales de la cuadra comprendida entre Defensa y Bolívar, quienes elevaron un petitorio para que se retome cuanto antes el abandonado proyecto de restauración de la obra, parte de un complejo de seis construcciones patrimoniales bajo la administración de Museo de la Ciudad, organismo dependiente de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico a cargo de Guillermo Alonso.

María Josefa Ezcurra fue hermana de Encarnación Ezcurra, la esposa de Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XIX. Según crónicas de la época, Josefa, estando casada, habría sido amante de Manuel Belgrano y tenido un hijo con él.

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En su casona, antes pintada de rojo, el color federal, se realizaban reuniones retratadas en Amalia, de José Mármol, quien la describe como una mujer insensible, obsecuente y una fervorosa partidaria del régimen rosista. Mientras que las habitaciones cobijaron a Rosas cuando redactaba órdenes contra opositores, la azotea fue el lugar elegido para los románticos encuentros de María Josefa con el creador de la bandera. La mujer vivió allí hasta su muerte, en 1856.

Desde el Museo de la Ciudad, afirman que la casa está en obra. “Mienten descaradamente. No están haciendo nada” dijo el historiador Julio Orione, quien habita uno de los edificios de enfrente. “Hace años que no veo obreros en esa casa”, agregó Francisco, el encargado de donde vive Orione.

Si bien los antiguos portones por los que desfilaron importantes personajes de la historia argentina permaneces cerrados, un grupo de feriantes de San Telmo ingresa los domingos para dejar allí sus pertenencias. “Logré entrar con ellos y pude ver in situ el desastroso estado del interior, con derrames de agua desde la terraza, suciedad, falta de electricidad, etc.”, advirtió Orione. Tanto él como el resto de los vecinos consideran inconveniente el ingreso de personas sin custodia. El interior cobijaría un aljibe, piezas de mobiliario colonial, objetos históricos, carpinterías y herrajes originales que dan cuenta de la vida cotidiana de los porteños entre 1830 y 1850.

Miguel Avila, dueño de la mítica librería frente al Colegio Nacional Buenos Aires que lleva su nombre, asegura que “la casa Ezcurra sufre abandono, no hay gente que trabaje, ni que la remodele. Hay símbolos que pertenecieron a nuestra historia que deben ser preservados para las nuevas generaciones”. Por su parte, Antonio Puca, de la farmacia La Estrella, dijo que la construcción muestra “la desidia de un Estado que no se ocupa por preservarla”.

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La casona linda con una vivienda tomada al fondo, dos edificios, y otra casa melliza, donde vivió y murió el músico Luca Prodan, hoy convertida en local bailable, Lo de Luca. En ese lugar, también en mal estado, se realizan fiestas cuyas vibraciones de música afectarían los precarios muros de lo de Ezcurra, alertaron los vecinos. Al ser consultado Pinal, dijo que “no hay un boliche. Simplemente los muchachos peregrinan, cada tanto”.

Además, el techo de la casa Ezcurra se inunda cuando llueve y el agua desborda sobre Lo de Luca, otra vivienda declarada “casa de interés cultural” que nunca fue restaurada. “No desborda agua. Simplemente hay un sistema de rejillas de la época del Restaurador, lo que demora la evacuación”, explicó el director de Museo de la Ciudad.
Ante la falta de respuesta, los vecinos solicitaron al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y al Ministerio de Cultura porteño que se retome el Proyecto de Recuperación y Puesta en Valor de la Casa de María Josefa Ezcurra, diseñado por el arquitecto José María Peña en 1999 .

A mediados de 2009 el Gobierno de la Ciudad comenzó los trabajos en Los Altos de Ezcurra. Sin embargo, las obras se frenaron al poco tiempo debido a un conflicto con la constructora. Tan solo se reparó la fachada y se eliminó la vegetación adherida a las paredes. Desde ese entonces, hasta la fecha, nada cambió. Según el Director del Museo de la Ciudad, hasta el año pasado se trabajó en la esquina, Los Altos de Lorriaga.

“Probablemente la Casa Ezcurra entre en obra el año que viene”, dijo, al tiempo que explicó que el gobierno porteño administra once museos. “No se puede hacer todo al mismo tiempo. Estamos trabajando en el Sívori, en el Carlos Gardel y en el Fernández Blanco. Los programas del gobierno llevan su tiempo, y a veces no van a la velocidad que esperamos”, agregó.

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La casa de Ezcurra es la segunda más antigua de Buenos Aires, siendo la del Virrey Liniers, actualmente clausurada y en obra, su antecesora. Fue construida por Saturnino Segurola, con influencias del estilo renacentista italiano. La puerta de madera doble hoja fue construida con técnicas típicas de la época colonial. Cuenta con tres patios, un aljibe y una escalera hecha en palma paraguaya. En 1860 la planta baja fue destinada a uso comercial, cuyos interiores realizados a comienzos del siglo XX se conservan en la actualidad. En 1861 la casa se vendió a la familia Hayton quienes instalaron allí la Imprenta San Martín.

SN

Fuente: La Nación

 

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