Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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Opinion

Jorge Enríquez: “Las evaluaciones no castigarán a nadie”

El Subsecretario de Justicia de la Ciudad opinó sobre las evaluaciones organizadas por el Ministerio de Educación con el propósito de obtener un diagnóstico sobre la calidad de la enseñanza.

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Escribe Jorge Enríquez, Subsecretario de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires

(CABA) El próximo martes aproximadamente 1.400.000 alumnos primarios y secundarios de todo el país rendirán evaluaciones organizadas por el Ministerio de Educación de la Nación con el propósito de obtener un diagnóstico sobre la calidad de la enseñanza en la Argentina.

Las pruebas se tomarán en más de treinta mil escuelas, colaborarán 31.365 directivos como veedores y unos 71.606 docentes aplicadores. Las pruebas se tomarán a todos los estudiantes que estén cursando sexto grado de primaria y quinto o sexto año del secundario, según el sistema de nivel de cada jurisdicción, y una muestra representativa de alumnos de tercer grado de primaria y de segundo o tercer año de nivel medio, conforme el sistema que exista en cada provincia.

El ministro del área, Esteban Bullrich, señaló que otro tipo de evaluaciones se hacían cada tres años y que el actual Gobierno nacional pretende hacerlas anualmente. Bullrich expresó la finalidad de la nueva modalidad: “Lo más importantes es que no había una devolución a cada escuela. Hay que personalizar las respuestas. Hay que trabajar en conjunto para entender que hay que llegar a soluciones individuales”.

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Como era de esperar, desde algunos gremios docentes y algunos grupos de padres se rechazan las evaluaciones por considerarlas un mecanismo punitivo, organizado de manera “inconsulta”, con “poca información” y como una forma de fomentar la desigualdad, lo que tendría un propósito privatista.

Privatistas son, en verdad, las políticas educativas aplicadas durante los últimos años, que condujeron a una situación desastrosa a las escuelas públicas y empujaron a las familias, aun las de menores recursos, a buscar escuelas privadas para sus hijos, que les garantizaran no sólo un mínimo de educación, sino el dictado mismo de clases, porque quienes más sufren que no haya escuelas abiertas, por paros o por cualquier otra causa, son los más pobres.

Las evaluaciones no castigarán a nadie. Permitirán saber cuánto aprenden los chicos y qué escuelas tienen mayores dificultades. Sin ese diagnóstico, será imposible promover las soluciones que aseguren una educación de calidad con estándares mínimos en cualquier punto del país.

El populismo educativo es el mayor daño que se le puede causar a una comunidad, y en especial a los sectores más vulnerables, para los que una buena educación es una herramienta imprescindible para enfrentar una vida digna; en definitiva, para ser verdaderos ciudadanos, que se valgan por sí mismos y que puedan labrarse un futuro.

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Bienvenido, pues, este sinceramiento. Seguramente los resultados confirmarán la generalizada idea de que la educación argentina fue llevada a niveles de deterioro inimaginables en el país de Domingo Sarmiento, pero no superaremos esa situación si no aceptamos primero la realidad.

En este campo, también, se ha terminado el relato y comienza el camino de las soluciones concretas. No hay política más progresista que la que propende a una educación de excelencia para todos. NR

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Fuente: Infobae

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