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En el estacionamiento del Banco Central se acumulan millones de pesos destruidos
El Banco Central no da abasto para sacar del circuito transaccional la montaña de papel moneda que recibe del sistema financiero en estado calamitoso
(CABA) Más de 24 años sin ampliar la denominación de billetes más allá de los de $100 que circulan desde 1992 –pese a que en ese período la inflación fue del orden del 1.400%– ha determinado un acelerado desgaste de los billetes en circulación, al punto que el Banco Central no da abasto para sacar del circuito transaccional la montaña de papel moneda que recibe del sistema financiero en estado calamitoso.
Eso se puede ver al pasar por una de las playas de estacionamiento del Banco Central, en plena City porteña. “Se trata de una escenografía habitual: la acumulación de bolsas con billetes destruidos por máquinas especiales, a la espera por un camión de transporte de residuos especiales. No se pueden sacar a la calle como la basura que cada familia o empresa saca a diario y depositarla en un contenedor”, dijo una fuente autorizada de la autoridad monetaria.
Diversos factores contribuyen al deterioro por el pase de manos de los billetes en circulación, cada vez más concentrado en la franja de $50 y $100: desde el descuido de haber caído en un lavarropas, hasta el hábito de usarlos como “block de notas”, pasando por el uso de clips que terminan rompiendo la firma que asegura el curso legal, además de quemaduras parciales. Sin embargo, el principal desgaste es el que provoca el paso del tiempo en una economía con tasas récord de inflación mundial, que se multiplicó por más de 14 veces en 24 años.
Así, mientras que entre el 6 de enero de 1992, cuando se emitieron por primera vez, y el 30 de diciembre de 2001, con un billete de máxima nominación de $100 se podía comprar la misma suma en dólares, o bienes por el valor equivalente, ahora una transacción similar exige movilizar más de 14 billetes.
Con esa circulación y desgaste, cuando billetes en un estado que se considera inapropiado para las transacciones corrientes llegan a poder de un cajero de banco –siempre que mantenga dos tercios en estado aceptable con número de serie y firma habilitante del presidente de la entidad al momento de emisión de la serie–, se retira de circulación y luego son destruidos, previo seguimiento de un riguroso manual de procedimiento, para asegurar que no vuelvan a ser reutilizados, como se intentó más de una vez.
El fenómeno de desgaste se intensificó en los últimos años, cuando por el desborde del gasto público el gobierno anterior dejó deslizar la inflación como fuente de financiamiento, porque derivó en que para la compra de un bien se necesitaran cada vez más billetes.
En ese marco, no es menor que en los últimos 25 años no se hayan logrado significativos avances en el ataque a la economía informal, que por el contrario fue altamente fomentada con el Impuesto al Cheque, porque impone perder al tenedor de pesos el 1,2% de cada transacción bancarizada que no esté vinculada con una cuenta sueldo. NT
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