Buenos Aires, 28/03/2024, edición Nº 4152
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Barrios

Reconstruyeron la iglesia más antigua de la Ciudad

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Se trata de la parroquia San Ignacio, del barrio porteño de Monserrat. Las obras están a punto de concluir, luego de un recate que -para evitar un derrumbe- emprendió el Gobierno nacional y popular en 2003, en colaboración con el Gobierno de la Ciudad y aportes privados.

Concluye la reconstrucción de la iglesia más antigua de la Ciudad. Respetaron los materiales originales y mejoraron los rendimientos. Tras 290 años, el templo jesuita fue renovado.

(Ciudad de Buenos Aires) La construcción más antigua de la ciudad, el primer templo católico de Buenos Aires, la iglesia de San Ignacio, que estuvo en serio riesgo de colapsar en el Casco Histórico ubicado en el barrio porteño de Montserrat, ya casi fue reconstruido en su totalidad luego de su rescate que comenzó en el 2003, informaron voceros oficiales.

Si bien aún resta terminar la última etapa de los trabajos, sobre la fachada de la calle Alsina y los claustros, más la restauración de un par de retablos en su interior, el edificio construido en 1722, que tuvo rajaduras de varias decenas de metros, fue asegurado sin alterar su estilo original.

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Los estudios realizados con un modelo matemático permitieron establecer que el paso de los colectivos no fue el causante de las rajaduras del frente, sino que éstas se produjeron por una pérdida de agua produjo una filtración en el túnel histórico que pasa bajo el altar mayor que afectó a una columna.

Las tareas desarrolladas por la Dirección Nacional de Arquitectura (DNA), con fondos del Ministerio de Planificación Federal, más el 20% de aportes privados y del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fueron encausadas por un estudio realizado por el equipo del arquitecto Jorge Fontán Balestra, quienes detectaron la falla que afectó al edificio.

El ingeniero Jorge Beverati explicó a Télam que con el moderno sistema informático, Fontán Balestra “estableció que no era que la torre del frente cayera hacia adelante como se creía en un principio, sino hacia la calle Alsina”.

Pero el problema no era de la espadaña -aclaró- “sino que provenía desde el interior y del subsuelo de la estructura, ya que el túnel histórico se encuentra a 1,60 metros de profundidad, bajo la iglesia, cuyos cimientos solo llegan hasta los 1,20 metros”.

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El profesional detalló que “una filtración en el túnel que corre bajo la calle Alsina, a la altura del altar, donde dobla hacia los claustros, afectó una de las cuatro columnas que sostiene la cúpula” y eso traccionó al resto de la estructura hasta llegar al frente con las rajaduras.

De manera que “la fachada norte caía sobre la calle Alsina, al igual que la torre norte, pero el techo tenía una rajadura que apuntaba desde el frente hacia el altar”, indicó el especialista.

Beverati detalló que si bien “el edificio se apuntaló de manera preventiva, el estudio demostró que el mismo podía caer de todas maneras, ya que la falla estaba en otra parte y la estructura armada no era la necesaria”.

El arquitecto Guillermo Frontera, titular del Distrito Capital Federal y Buenos Aires de la DNA, precisó con los datos del estudio, y con el proyecto de intervención del arquitecto Eduardo Scagliotti, se contrataron los trabajos que incluían la condición de no alterar el patrimonio cultural.

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Frontera precisó que las paredes de barro, paja y bosta de hasta 1,14 metros de espesor fueron refortalecidas con una técnica que se llama “encalzar”, que luego se tuvo que trasladar a los cimientos del templo.

Beverati consignó que para fortalecer el frente del templo se colocaron dos piezas de acero inoxidable de punta a punta, que no se ven, en tanto que en el cimborrio delante el altar se instaló una estructura similar a una percha, para evitar nuevos movimientos.

Todo el trabajo se realizó con el concepto de “restauración sensible”, supervisado por la Dirección General de Museos, para que no se cambie el patrimonio arquitectónico al punto de que fue pintado con cal, tal como se hizo originalmente.

Para el acabado final del templo, se reconstruyó el sistema de iluminación, se cambió todo el cableado y se instalaron modernas lámparas de iluminación donadas por una de las empresas líderes del ramo.

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La iglesia se salvó gracias a la reacción del sacerdote Francisco Delamer quien una mañana de 2003 cortó la calle Bolívar para que no pasen más colectivos, quien un par de años después fue reemplazado por Francisco Baigorria, actual párroco del lugar.

Baigorria recordó que Delamer reaccionó ante el escombro que caía de las rajaduras “históricas” y agregó que ahora la feligresía, los estables de los fines de semana y los de paso de lunes a viernes están “felices” al ver la finalización de los trabajos.

“Se creía -dijo- que estas como tantas cosas en el país no se iban a resolver y esto es mucho más agradable”.

También recordó que Delamer, luego de “cortar el tránsito”, sufrió “un quiebre emotivo” y al poco tiempo renunció. Esta semana, el ex párroco fue operado y ahora se repone de una intervención.

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