Buenos Aires, 29/03/2024, edición Nº 4153
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Cultura

El CCK y el Faena Art Center, entre lo mejor del patrimonio latinoamericano

Ambas obras fueron distinguidas en la categoría Escala Urbana. Los proyectos ganadores muestran distintas formas de relacionarse con la historia edificada. Iniciativas públicas y privadas.

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(CABA) Existen al menos dos clases de acciones posibles de la arquitectura sobre el patrimonio edificado. Una es la restauración, es decir, que propone un abordaje científico tendiente a que el edificio objeto de la intervención conserve su carácter. La otra vertiente es la puesta en valor o rehabilitación, en la que se apuesta a darle un nuevo uso a una obra con valor patrimonial tomando mayores libertades en el proyecto, incluyendo la ampliación.

Así lo explica la arquitecta Nani Arias Incollá, presidenta ejecutiva del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop), a propósito de las dos categorías consideradas en el Premio Iberoamericano a la Mejor Intervención en Obras que Involucren el Patrimonio Edificado 2016, organizado por el Cicop y la Sociedad Central de Arquitectos (SCA).

Aclara que el carácter internacional de esta edición (la décima) del premio, organizado por CICOP Argentina, se debe a que en octubre de este año se celebrará el XIII Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación 2016 Cicop en Tetuán, Marruecos. De allí que entre los premiados haya obras realizadas en Chile y Uruguay, los dos países vecinos donde más eco tuvo la convocatoria.

“Nos sorprendió la gran variedad de obras presentadas, desde lo monumental hasta lo más sencillo y modesto”, asegura Nani, que también integró el jurado de esta premiación.

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Como ejemplo de monumental cita la rehabilitación y puesta en valor del ex Palacio de Correos para convertirlo en el complejo cultural “CCK”, a cargo del equipo conocido entonces como B4FS, ganador del concurso internacional convocado hace ya una década.

“Nos encontramos con un edificio académico de valor histórico y patrimonial cuya envolvente se preserva”, definieron los autores en su memoria. En el interior del edificio, en tanto, se generó el gran vacío donde se ubicó la sala sinfónica conocida como “ballena azul”.

En cambio, entre las obras “modestas”, Nani menciona una de las sorpresas del certamen: la restauración de una obra encuadrada en el movimiento moderno como la Casa Paunero, en Olivos, proyectada por el Grupo Orbis a fines de la década del 50, y recuperada por Jorge Kicherer. La presidente ejecutiva de Cicop destaca que e proyecto incluyó “la restauración del hormigón original con un abordaje sumamente científico”.

Kicherer, a su vez, señala que para llevar a cabo la obra, fue necesario que el propietario actual comprara la propiedad a un precio mayor que otro oferente que se proponía demolerla sin miramientos. Y agrega que la restauración se guió por la única publicación existente. una revista Nueva Arquitectura de 1961. “Desde que la descubrimos nos planteamos el desafío de ponerla en valor”, asegura Kicherer.

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Otra obra que elogia Arias Incollá, también por su gran rigurosidad, es la restauración –en este caso a gran escala– del Fuerte San Miguel de Agüí, una instalación militar de origen colonial en la bahía de Ancud, que consta de varias edificaciones rodeadas por una muralla perimetral en la Isla Grande del archipiélago de Chiloé, y que sirvió para defender eficazmente la costa Sur de Chile de distintas incursiones extrajeras y piratas.

El valor a preservar allí –además del histórico–, es el “empleo de la piedra como material de construcción”. según explican los autores, de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas chileno. Lo hicieron con procesos no invasivos, como la limpieza y aplicación de aislación hidrófuga, y así se mejoro su cohesión y dureza, con lo cual la construcción recuperó su solidez original.

Un caso comparable, también en Chile pero al Norte, para más datos en la región de Atacama, es la restauración de la iglesia Nuestra Señora del Carmen en la ciudad de Chañaral. Allí también se reconoció el valor de otro sistema constructivo de larga tradición como “el entramado de madera de pino Oregón, fundada en cimientos corridos de piedra, revestida con caña de Guayaquil y revocadas en barro, con techumbre también de madera y cubierta de plancha metálica”, según detallan los autores, que pertenecen a la misma dependencia pública que en el caso anterior.

Agregan que la estructura de esta iglesia se mostró firme frente a los tsunamis y varias inundaciones recientes, y eso llevó a que la reposición de elementos faltantes o deterioros se llevara a cabo “con estricto apego al criterio constructivo original”. Una reivindicación de los saberes ancestrales.

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Desde otra perspectiva, Nani elogia también la obra de rehabilitación y puesta en valor de Los Molinos, en Puerto Madero, a cargo del estudio Mc Cormack & Asociados, para construir allí el complejo residencial Los Molinos Building y el Faena Arts Center, dos de las piezas arquitectónicas del Faena District. “Es una obra que hizo levantar a toda una zona urbana degradada”, explica.

Caso arquetípico de intervención que va mucho más allá de la restauración, el proyecto conservó la estructura original de este edificio industrial demoliendo los agregados posteriores. Pero sumó sobre la antigua estructura un gran prisma apaisado de vidrio que corre a lo largo del conjunto y cose los dos volúmenes originales.

Los mismos arquitectos fueron premiados también por la obra del Palacio Lezama, en la ex fábrica de bizcochos Canale, en La Boca, para destinarla a oficinas con un layout contemporáneo de grandes plantas libres. El crecimientos del edificio en horizontal se resolvió con fachadas vidriadas que se funden al cielo manteniéndose debajo de las tangentes fijadas por normativa. Actualmente funciona allí gran parte de los ministerios del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Otro proyecto de oficinas, pero con una obra más pequeña y sencilla de puesta en valor, también de un viejo galpón industrial, es la que llevaron a cabo los arquitectos José Ignacio Miguens y Felipe de Ocampo en Pehuajó, plena pampa húmeda bonaerense. Así, la ex fábrica de motores Corbo, de principios del siglo XX, y que ni siquiera estaba catalogada, se convirtió en el edificio Oficinas Rurales. La obra consistió en la remoción de vanos ciegos para generar nuevos aventanamientos, rubricando así el cambio de uso, a lo que se agregó el arenado y restauración de todas las fachadas existentes. También se reemplazó la cubierta de chapa por hormigón con voladizos, y en el interior se construyó una nueva estructura separada de la caja muraria, que incluye un entrepiso.

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“Si no se hacía esta obra, el edificio hubiese ido directo a demolición y su historia quedaba en la nada. Así, se puso en funcionamiento un bien”, señala Nani.

A la inversa, el trabajo hecho en la Pulpería Oficina Salitrera Santiago Humberstone, en Pozo Almonte, Chile, región de Tarapacá, consistió en poner en valor una construcción que ya había sido catalogada por la Unesco por su valor patrimonial. La vieja tienda era el lugar donde los habitantes se abastecían de todo lo necesario para vivir, y el proyecto –también de iniciativa pública– incluyó también la habilitación de un centro de interpretación de la Industria del Salitre, con una rica historia en el país trasandino.

Otra obra galardonada en Chile, pero de neto carácter urbano, se llevó a cabo en la capital del país, Santiago, y consiste en la recuperación de la plaza Montt-Varas como un espacio público calificado, rodeado de edificios con alto valor histórico y patrimonial como la ex sede del Congreso Nacional. El sitio servía desde hacía décadas sólo como estacionamiento para funcionarios, y por eso el proyecto del estudio Plan Arquitectos generó una playa subterránea de cinco niveles para esa función, con lo cual se consiguió limpiar de vehículos la superficie.

Así se pudo rediseñar la plaza en base a un eje central con estanques de agua que enmarcan el monumento a Manuel Montt y Antonio Varas (fundadores del Partido Nacional), lo cual “permitió tener una lectura completa del espacio y así poder contemplar las fachadas de todos los edificios patrimoniales que la rodean”, según explican los proyectistas.

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En la vecina República Oriental del Uruguay, en tanto, se recononoció a dos obras. Una de ellas es la refuncionalización y ampliación del histórico Teatro Politeama, en Canelones, para convertirlo en un centro cultural moderno y abierto a la comunidad.

Esto requirió la incorporación de una sala de espectáculos auxiliar para usos múltiples, aulas para dictado de cursos y una cafetería. Para sumar todas estas nuevas funciones se adosó a la estructura existente un volumen nuevo: un prisma neutro de hormigón, ciego en algunas caras y con grandes paneles de vidrio en otras. También se reformuló la estructura circulatoria y de servicios del edificio existente.

“El factor común a todas las obras elegidas por el jurado –resume Nani Arias Incollá– es por un lado la altísima calidad de la arquitectura nueva en las intervenciones, que repercutió en un plus de valor para las obras en su estado anterior”. Y concluye: “Lo que se premió, en definitiva, es el maridaje adecuado entre la conservación y la renovación, entre la tradición y la modernidad”.

S.C.

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