Buenos Aires, 29/03/2024, edición Nº 4153
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Charly: “Miro a Tinelli y me hace gracia cuán bajo se puede caer”

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El maestro del rock nacional habla del renovado amor por los vinilos, de la composición y de sus nuevos hábitos. Además, vuelve a estar filoso en sus comentarios.

(Ciudad de Buenos Aires) Buscando entonces algo más para dar, García volvió a encontrar en una canción ajena su propio destino. “Estoy cayendo en los brazos de la Venus de Milo”, canta en el segundo tema “nuevo” que hace público desde su internación, en 2008. Una traducción para nada literal de la canción “Venus”, del grupo Television, que estrenó el fin de semana pasado en Tucumán y Salta y que repetirá en la serie de tres conciertos en el Luna Park que ofrecerá a partir del próximo miércoles.

“Me gusta traducir canciones que me lleguen al alma y las que pueda poner en castellano. Esta es de Television, de la época punk new wave, un grupo al estilo Almendra en el sonido de las guitarras y arreglos -cuenta con entusiasmo-. La canción tiene ritmo de tango, con una letra muy poética y medio surrealista. Es como la visión de un tipo que va caminando drogado y describe realidades, pero a través de su propio filtro. El está con una barra de amigos y dice en un momento: «Y caí». Y los amigos le preguntan, «¿te sentís mal?»; y él le responde: «No, para nada. Estoy cayendo en los brazos de la Venus de Milo», que no tiene brazos, je… Me parece una imagen alucinante”.

Imagen y metáfora al mismo tiempo. Como lo fue en su momento “Influencia”, aquella canción de Todd Rundgren de la que García se apropió para siempre en 2002. “Puedo ver y decir y sentir: algo ha cambiado. Para mí no es extraño. Yo no voy a correr ni a escapar de mi destino. Yo no pienso en peligro”.

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Era otro Charly y es el mismo también. Antes de regresar al Luna con un show que compilará las canciones “que están mejor interpretadas” de su espectáculo 60 x 60 -convertido este año en box set de lujo-, García abrió las puertas de su nuevo hogar, un coqueto departamento en el recoleto Palacio de los Patos, con un living impoluto de paredes verde agua que hacen sufrir a su novia, Mecha Iñigo. “Nos mudamos hace poco y todavía no las pudimos pintar”, se excusa la joven de 24 años que acompaña al músico desde hace más de cinco primaveras y veranos. “No las puedo ver”, remata con una sonrisa y se pierde pasillos adentro.

Minutos después, García -blusa negra, calzas rojas- ofrece su mejor sonrisa, se sienta frente a la bandeja tocadiscos que le acaban de regalar y durante poco más de una hora hablará de música, de su renovado fanatismo por Marilyn Manson, de su recuperada pasión por los vinilos, de su vuelta a la escritura, de su “adicción a los subtítulos”, de sus fantasías, de su alma, del tango “como abstracción”, de su futuro musical, del dinero, del amor y de su último descubrimiento: “El secreto de la prolijidad”. Es otro. Es el mismo. Es Charly García.

“¿Escuchaste el nuevo disco de Marilyn Manson? Está buenísimo, es muy melódico. Te lo tenés que comprar y, si podés, en vinilo, que suena diez veces mejor. Volver a escuchar vinilos me hizo enamorarme más de la música. Es un sonido completamente diferente al del CD, que vendría a ser como una plaza floreciente encerrada entre rejas. Y ni hablar del MP3, porque para trasladar la música se pasa a números y esos números, de alguna manera, copian el sonido, pero eliminan lo que hay de silencio entre las notas. Jimi Hendrix decía que la música era justamente eso, el silencio entre las notas. Entonces, es como tratar de imitar un órgano Hammond o un piano. Es como un tecladito de juguete que dice «hola, yo soy un piano». Pero no, es una copia de la madera, hecha en plástico. No es el original, es como un consolador de la música”, larga García casi sin respirar. Sus movimientos siguen siendo un tanto lentos, pero su cabeza parece haber vuelto a ese torbellino de pensamientos e ideas que se superponen e impactan como una tromba en el interlocutor de turno. Aunque, confiesa, ya no dice lo primero que se le cruza por la mente. “Mi cabeza sigue siendo un delirio, pero ya no pinto más mi casa ni rompo guitarras. Digamos que hago lo mismo, pero descubrí el secreto de la prolijidad. Entonces eso me lleva a internarme en la sutileza de una música que puede ser caótica, pero bien reproducida. Digamos que pienso más y hago el proceso del inconsciente que pase por el consciente y recién ahí hablar. No digo lo primero que se me ocurre”.

-¿Y cómo manejás la ansiedad y esa impaciencia que siempre te mantuvo en estado de alerta?

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-Igual que siempre, pero por suerte me liberé del efecto de las pastillas que me dieron en la rehabilitación. Que lo que hacen es mantenerte un poco zombi. Entonces, cuando salí de lo de Palito, que fue algo que me ayudó tremendamente, porque en vez de estar en un manicomio estaba solo con la naturaleza y con un estudio de grabación, pude zafar de eso y ahora estoy como… limpio. Porque no tomaba las drogas que tomaba en el caos, pero fueron reemplazadas por otras drogas que en el fondo te crean la misma adicción y te mantienen tipo “quedate quieto” y uno se acostumbra a eso. Por suerte se me pasó. Y me volvió la inspiración, el deseo, la excitación y la puedo manejar con dulzura, con gentileza, puedo escuchar más a la gente, incluso hasta miro televisión.

-Redescubrir la televisión a los 60 puede ser todo un viaje.

-A veces miro a Tinelli y me hace gracia cuán bajo puede caer una persona. Entonces, por un lado mi vanidad me hace sentir superior: “Cómo pueden ser tan tarados”. Lo veo como un freak show. Pero eso es lo más lejos que llegué con la tecnología. Todavía no sé mi número de teléfono, no sé nada de la computadora, ni siquiera tengo teléfonos digitales. Negué ese mundo. Por ahí me equivoqué, no sé, pero es como una forma de vida, que a la vez hace que mantenga una pureza y no me corrompa el enemigo. O por ahí soy un vago que no quiere aprender nada nuevo.

Desde que García volvió a los escenarios en aquella tarde de marzo de 2009 frente a la Basílica de Luján, no son pocos los que auguraron, incluso desde su entorno más cercano, la posibilidad de que no vuelva a componer música original. El mismo García adhirió a la teoría más de una vez, aunque con cautela, sosteniendo que su standard musical le parecía demasiado elevado para las circunstancias. Charly hasta se mostró a gusto con la idea de “director de orquesta” que hoy ocupa al frente de una decena de músicos. “Con este formato de orquesta, el sonido no depende de lo que yo toque y si saco las manos del piano, la intensidad no baja, sigue el mismo colchón de música -sugiere y enciende su tercer cigarrillo de la noche-. Eso me permite cantar y gozar de cantar, algo que antes no lograba. Ahora, como me escucho, puedo hacer más firuletes con la voz, pasar de suave a fuerte y esas cosas. He adaptado mi estilo de tocar a ese concepto, utilizo menos notas, pero puedo poner el piano en un ensamble de sonido que está muy bueno: el violín, el Marshall reventado, el bandoneón, el xilofón; se han logrado capas de sonido que realmente son claras, porque se escucha cada cosa, pero a la vez ensambladas para lograr una pared de sonido que me permite estar libre y arropado”.

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¿García se imagina un futuro sin nuevas composiciones? “Mirá, hace poco me vinieron de nuevo ganas de componer y con el asunto de los vinilos, más. Estoy muy escritor, escribiendo mucho, en una libretita. Cuando compongo veo imágenes, o sentimientos que se pueden imaginar corpóreamente. Pero como te decía antes, también disfruto de traducir canciones que me llenen. Vamos a ver qué pasa. Por otra parte, esta especie de revalorización que hice de mi música y de poder escucharla y presentarla como quiero, creo que me va a permitir trasladarla a otros países y eso me va a hacer cambiar un poco, como lo hizo Nueva York cuando compuse Clics modernos. Yo amo a esta ciudad y Buenos Aires, pero creo que con lo que hago ahora puedo tocar en Japón o en Brasil y hay muchos músicos en el mundo que pueden estar interesados en mi música. Yo creo que me haría bien tocar con Marilyn Manson, por ejemplo, o con Keith Richards o con Gilberto Gil, quien sea. Alguien así podría captar mi alma y convertirla en música que no sea ni brasileña ni argentina, como alguna vez me pasó con Milton Nascimento o el mismo Gilberto Gil”.

-¿Y qué lugar ocupa hoy en tu vida el amor, quizás uno de los temas centrales de tus composiciones?

-Mirá, yo me enamoré tres veces, ponele. De María Rosa (Yorio, madre de su hijo, Miguel), de Zoca y ahora de Mecha. Realmente lo estoy disfrutando. Mucho. Y no es como dice cierta prensa, que me tienen encerrado. Yo quiero estar así. Estoy feliz. Y yo quiero no tocar el dinero. Ella me lo administra, como una persona normal, y me ayuda realmente a seguir teniendo ciertas costumbres o forma de vida que hay que preservar. A mí me gusta más la música que el dinero, yo pienso que la música no está hecha para hacer dinero y que la gente se abusa de algo puro para transformarlo en guita y así escuchamos lo que escuchamos hoy. Yo creo que si tengo algo a favor ahora para poder llegar a la gente sin tener que venderme, es que cada vez hago la música quizá mejor o con el mismo amor y eso se nota. Mi alma es la música. Si me hubiera adaptado a lo que me decían los productores o las revistas o la sociedad, hubiera transado y hubiera perdido el valor de lo que es transportar algo que siente tu alma y tu cerebro para construir algo abstracto que te rodea… Como el amor.

Por estos días, entre ensayo y ensayo, García está entretenido con la versión vinilo que EMI editará en un mes de 60 x 60, el box set que incluye los tres conciertos que dio el año pasado en el teatro Gran Rex, donde, en plan revisionista, repasó su extensa obra. “Elegí las canciones que realmente salieron excelentes y le saqué el público, pero no hice ninguna sobregrabación, excepto en la versión de «Desarma y sangra» que hicimos con Fito, en donde me desquité y metí toda clase de efectos y ruidos.”

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-¿Cómo te escuchaste, ahora desde los controles?

-Ahora utilizo un telepromter, que es básicamente un televisor donde las letras pasan a medida que cantás. Eso me permite no olvidar qué parte viene y la lectura me hace interpretar las letras realmente. Yo soy medio adicto a los subtítulos, me gusta leer al ver, entonces me convierte en una especie de actor haciendo teatro leído. Y realmente me convierte en un intérprete, como los cantores de tango que dicen, como Goyeneche. A mí no me gustan los cantores con voces impostadas y con trucos, como el vibrato o el rango dinámico. A mí me gusta la gente que canta como habla. John Lennon, Dylan… Yo he perdido el falsete, algunas notas agudas, eso por el cigarrillo y otras cosas, pero he ganado en profundidad, canto más grave.

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-El tango siempre estuvo presente de una u otra forma en tu obra, ¿te gusta el tango?

-A mí el tango me gusta como abstracción, me gustan las letras del tango, que son maravillosas, y la música también. Pero no me gusta como suena. O sea, me gusta pensar el tango y me gusta hasta cierto punto escucharlo, pero me aburre un poco. Pero si te fijás, mis canciones tienen mucho de tango, en las letras, en los giros melódicos, en la armonía. Entonces, es como que me gusta el tango interpretado por mí o con los sonidos del rock. Yo he hecho tangos desde Sui Generis. “Cuando ya me empiece a quedar solo” es un tango, “Canción para mi muerte” es un tanguito. Considero el tango como el blues argentino, de alguna forma la raíz, la cosa filosófica, el alma de la ciudad, de Buenos Aires. Me parece muy grosso el tango, pero las grabaciones son tan flaquitas y esa masa de bandoneones y la ausencia del bajo? No sé, me hace acordar un poco al jazz viejo que le gusta tanto a Woody Allen, por eso me aburre un poco como suena..

PARA AGENDAR

Charly García & The Prostitution: compendio de 60×60. Luna Park, Corrientes y Bouchard. El miércoles, a las 21. Repite el 4 y el 6 de septiembre. Entradas desde $ 90.

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Fuente: La Nación

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