Buenos Aires, 20/04/2024, edición Nº 4175
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Sociedad

Cada vez más porteños eligen estudiar chino

Según un relevamiento, se duplicó la cantidad de alumnos. En su mayoría son profesionales que buscan oportunidades laborales.

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(CABA) Del sol naciente al fin del mundo. En los últimos años, las relaciones comerciales entre China y la Argentina acortaron las distancias. En forma paulatina, también se fueron achicando otras distancias que antes parecían insalvables. Según un relevamiento hecho por Tiempo en las escuelas oficiales que enseñan el idioma chino, este año se acercaron a las aulas el doble de alumnos argentinos que el año anterior. Entre los estudiantes hay gente de todas las edades y muchos de los interesados se preparan por si llega una oferta laboral del Lejano Oriente.

Ana Kuo es una simpática taiwanesa que lleva 31 años viviendo en la Argentina. Llegó gracias a que su padre no quiso cumplir la tradición familiar de hacerse cargo de sus hermanos menores y abandonó el país. Hoy ayuda a que muchos argentinos de origen chino aprendan a comunicarse con los suyos, y tal vez, hagan en el futuro el viaje inverso al que hizo ella. “Desde que se escucha que China se posiciona como potencia y se acerca a la Argentina y se habló de comerciar directamente con el shuan y el peso, tuvimos que duplicar las clases”, explica la directora de la Asociación Cultural Chino Argentina.

Existen varios métodos para estudiar chino, que tiene 1197 millones de hablantes en el mundo. Según Ana, el curso que dictan está pensado para gente que trabaja, dado que es una vez por semana, y se trata sólo de un avance. Sin embargo, dice, lo que suele llamarse “chino básico” en realidad demora en aprenderse sólo un año.

Paula, una de las alumnas, confiesa que “lo más cercano que tengo es el chino de la vuelta de casa, pero tengo tantas ganas de hablar que el jamón, por lo menos, se lo pido en chino”. Tiene 30 años, es comerciante y entiende que se trata “del idioma del futuro, como hoy lo es el inglés“; y su objetivo es claro: “La verdad es que no me intereso demasiado por la cultura sino que mi objetivo es comercializar con China, ver qué cosa no se fabrica en China. Imaginate lograr venderle aunque sea un caramelo al diez por ciento de los chinos”.

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“En el perfil de los alumnos hay de todo”, asegura Ana. “Se mantienen las mismas personas que vinieron siempre y que son gente cosmopolita y viajada, pero ahora se han ido agregando profesionales, entre ellos muchos abogados, contadores y médicos, gente que trabaja con el turismo y el comercio exterior, y artistas. En general, son de la rama de las humanidades. Entre las motivaciones, te responden que vienen por curiosidad y desafío.”

Muchos estudiantes también son dueños de empresas o trabajadores que buscan darle un plus a su currículum. Víctor, de 45 años, es ingeniero, estudia mandarín hace un año y jura que no le cuesta. “Me gustan los idiomas, estudié inglés y me interesé por el chino –dice–. Busco poder hablar para mantener una vida social y, por qué no, laboral, con gente de ese país. Y quiero visitar China en el futuro”.

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Todos coinciden en que el primer gran despegue del idioma en el país fue la visita del presidente Hu Jintao, en noviembre de 2004, y volvió a repuntar un 50% tras los últimos acuerdos comerciales, y la creciente instalación de firmas chinas en el país.

Pablo, del Instituto Cultural SinHeng, cuenta que los cursos son de aproximadamente 20 personas, pero que “se suman diez alumnos nuevos cada cuatrimestre” y algunos se animan a rendir el HFK, un examen internacional de lengua china.

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Otro establecimiento reconocido es la Escuela China Argentina, con 12 años de trayectoria. Su gerente, Joaquín García Rodríguez, recuerda que en los inicios “estudiar chino era una curiosidad”, pero con respecto a años anteriores, el último ciclo trajo un incremento del 40% de estudiantes, doblando así la tendencia regular que marcaba crecimientos del 20% anual. “La mayoría de los que se anotan son comerciantes y estudiantes universitarios, con capas etarias diferentes, al punto que en este momento tengo en el aula una alumna de ocho años y otra que tiene cerca de 50”.

“Los chinos dejan de ser esa cosa extraña y curiosa que eran para ser el país de gran potencial que financia obra pública en todo el mundo”, opina Joaquín, y cuenta que han recibido solicitudes de cursos online desde Río Gallegos, Puerto San Julián y El Calafate, ciudades cercanas a una de las obras con capitales chinos en el país: el embalse del río Santa Cruz. Por eso, piensan formar docentes argentinos de chino en tres años.

Una de ellos podría ser Rui, que, aún siendo una estudiante avanzada de chino, nació en ese país, en la ciudad de Ghangzhou, al sur de China, donde se habla mandarín, el idioma “chino estándar” que se enseña aquí, entre la multiplicidad de lenguas diversas que hablan los 56 grupos étnicos reconocidos en China. “A los tres años me llevaron a Jamaica y hace otros tres que vivo en Buenos Aires. Vine para estudiar ingeniería en alimentos en la UADE para cuando vuelva a mi país”, cuenta, y añora: “Entre Buenos Aires y Ghangzhou hay muchas similitudes, sobre todo que en ambas ciudades hay mucha gente. Lo que más extraño es la comida: allá es más variada”.

Para prevenir
“Tenemos un grupo de más de 60, algunos no pueden ni subir la escalera, pero vienen para combatir el Alzheimer, la mayoría son mujeres”, cuenta Ana Kuo. Recientes investigaciones coinciden en que el bilingüismo previene esa enfermedad.

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Fuente: Tiempo Argentino

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